Desde que el Comité Ejecutivo de la FIFA designó a Rusia como sede de la Copa del Mundo 2018, el 2 de diciembre de 2010, se sabía que la cita tendría un simbolismo especial. Por la historia del país más grande del planeta (superficie de 17.098.242 km2); por la imagen de un presidente como Vladimir Putin, que acumula detractores en occidente; por las características geográficas y las políticas deportivas del anfitrión (hoy ligadas al dopaje de Estado).... y claro, por el fútbol y todo lo que implica una industria que mueve millones y millones de dólares al día.

Llegó el gran día. El Mundial da hoy su puntapié inicial con el partido entre los dueños de casa y Arabia Saudita. Sin Chile, lo que sigue y seguirá siendo demasiado muy doloroso para la Marea Roja, pero con la expectación habitual que genera un evento de este tipo. No por nada, dicen los expertos, es la última gran oportunidad para que Messi y Cristiano alcancen el galardón apetecido por todo aquel que se considere el mejor jugador del mundo.

Pero así como el argentino y el portugués, o el brasileño Neymar, esta Copa tendrá otra figura estelar. Un debutante en la historia de los Mundiales, que participará en todos los partidos y que, de hacer un buen campeonato, posiblemente se quedará para siempre en este deporte. Se trata de VAR, emblema de la tecnología que entra con todo al desarrollo del juego. Dentro y fuera de la cancha.

Es cierto. No es la primera vez de la videorreferencia en el balompié. Hace un año, de hecho, su utilizó en la Copa Confederaciones. Sin embargo, tantos de meses de prueba y ensayo llegan a su momento cúlmine. Si el VAR funciona, el fútbol cambia. Por eso, su aplicación estará bajo la mira y, por lo mismo, la FIFA invirtió millones en un sistema que debe ser infalible.

Nueve personas (cuatro árbitros, un juez de garantía y tres técnicos audiovisuales) se dedicarán a ver los partidos por 13 monitores distintos. 32 cámaras de TV por estadio (33 a partir de octavos de final). Una red de conexión de fibra óptica que unirá a los 12 estadios del torneo con una oficina en el International Broadcast Centre (IBC), corazón de la fiesta. Hoy, Carlos Astroza, guardalíneas chileno, estará en el equipo a cargo de ojo electrónico del duelo entre Rusia y Arabia. Y tanto él como sus compañeros de escritorio tendrán la facultad de corregir un cobro del juez argentino Néstor Pitana, quien estará en la cancha.

La tecnología también invade las bancas. Por primera vez, los entrenadores tendrá la opción de ubicar a un asistente en la tribuna, con acceso a todas las estadísticas en línea del juego (pases, disparos, kilómetros recorridos de cada jugador, etc.) y con la opción de transmitir la información al jefe a través de una tablet oficial.

El otro partido

Putin inaugura hoy el Mundial, que por primera vez se celebra en Europa Oriental, en compañía de sus aliados. El Kremlin informó que su presidente, que raramente asiste a un estadio desde que llegó al poder hace 18 años, espera a los jefes de gobierno de Bolivia, Paraguay, Armenia, Palestina, El Líbano, Ruanda y Arabia Saudita, el único mundialista. Ni rastro de los principales dirigentes occidentales, tal como en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi 2014, lo que no impidió que fuera un éxito organizativo.

Las amenazas de boicot de algunos legisladores británicos tras el envenenamiento del ex espía ruso Serguei Skripal y su hija Yulia en el Reino Unido se materializaron, pues ningún representante estatal, gubernamental o de la familia real británica asistirá al certamen.

Además, cada detalle del Mundial será seguido con lupa. La seguridad y la amenaza de violencia -terrorista o de los hinchas- son otros de los grandes desafíos que afronta Rusia, donde se ha enquistado el vandalismo como un habitual de las barras locales y de la propia Selección. La organización invirtió fuerte en infraestructura y un torneo hipervigilado. Casi 11.800 millones de dólares, informados oficialmente. "Muchas generaciones de rusos soñaron con esto", enfatizó ayer Putín, quien apuesta a la Copa del Mundo como una forma de mejorar la imagen de su administración, tanto dentro como fuera de su país.