El resultado del partido inaugural dio para ilusionarse. Rusia goleó por 5-0 a Arabia Saudita. Era natural pensar que habría un Mundial lleno de juego ofensivo y goles. Justo lo que pide cualquier aficionado que durante un mes disfruta de la máxima fiesta del fútbol y que se ilusiona con que las estrellas rindan al más alto nivel y que traduzcan esa productividad en las redes. Y lo que ha buscado la FIFA, con el aval de la International Board, que incluso se ha traducido en modificaciones reglamentarias que, teóricamente, tienden a favorecer la fluidez del juego y, por consiguiente, la productividad en el arco rival.

Sin embargo, sólo se trató de un espejismo Al menos hasta la jornada que terminó ayer.

Las estadísticas son drásticas en la comparación con certámenes anteriores: con 2,22 goles por encuentro, el actual torneo planetario sólo supera a Italia 1990 como el Mundial con menor producción ofensiva. Esa vez la media fue de 2,2 conversiones por partido.

De hecho, después de esa situación, la FIFA introduce modificaciones reglamentarias, como la sanción con un tiro libre indirecto en contra si el arquero controla con las manos un pase deliberado de un compañero con el pie.

El cálculo actual está basado en la división entre 51 goles que se han anotado y los 23 encuentros que se han disputado. Así se llega a un coefieciente inquietante y sorprendente: 2,22 por compromiso.

Curiosamente, en Rusia no se han registrado empates en blanco. Y, por el contrario, se han producido victorias expresivas, como la del anfritrión sobre el equipo de Pizzi, la de Bélgica sobre Panamá, por 3-0. O la más reciente victoria de Croacia sobre Argentina, por el mismo marcador.