Cuando Juan Guentrutripai (18) escuchó al ensordecedor público de Aspen (Estados Unidos), sintió nervios. Frente a ese escenario, predominantemente blanco y gélido y, montado sobre su tabla, solo pensó en hacer lo que mejor sabe: bajar el slalom a toda velocidad. Lo hizo. Aplausos a rabiar fueron su recompensa.
Y su presentación fue desde un escenario preferencial, compitiendo en los XGames de Invierno. Llegó allá por ser el mejor sudamericano en lo que hace. Y lo demostró, pues se quedó con la plata. Lo hizo en la modalidad snowboard unificado, organizado por la fundación de Olimpiadas Especiales, que consiste en competir junto a un deportista olímpico. Juan lo hizo con el estadounidense y bronce en Vancouver 2010 Scott Lago.
"Scott fue a mirar solamente, pero se motivó y me acompañó, entonces me sentí tan bien que quisimos ganar", cuenta Guentrutripai, que se midió a los otros nueve mejores del mundo en su especialidad.
Esta historia habla de un niño que conoció la nieve recién a los 15 años, que se asombró ante tanto y frío blanco. Que creció en la bucólica localidad de Las Quemas, a las afueras de Puerto Montt, el único mundo que conoció hasta que la fundación Ride de Vuelta, dedicada a enseñar snowboard inclusivo a niños con discapacidad mental, lo descubrió. Gracias a eso, su hábitat ahora es totalmente distinto.
Llegaron hasta su escuela buscando nuevos talentos y, así, realizando pruebas de equilibrio, fuerza y destrezas físicas (porque no había nieve en 200 kilómetros a la redonda), vieron en él un nuevo exponente del deporte nieve nacional. Eso fue hace cuatro años, cuando comenzó a fraguarse esta aventura.
Comenzaron a entrenarlo. La distancia complicaba mucho sus avances, pero cada vez que podía, la fundación lo internaba en Valle Nevado para pulir sus descensos. Luego, sus avances lo llevaron a competir en los Juegos Especiales de Austria. Allí, Juan llegó de novicio, pero durante los entrenamientos y evaluaciones, su expertiz demostró que debía estar junto a los avanzados. No fue un error, pues terminó cuarto del mundo.
Ahora, cuatro años después, ya sueña con nuevos desafíos. "Quiero comenzar a hacer otras cosas sobre la tabla, como saltar. Me gustaría hacer trucos, piruetas, hacia allá voy ahora", se envalentona.
Hasta ayer, no existían fotografías de Juan sonriendo. La falta de sus dos dientes posteriores lo obligaban a aparecer serio u ocultar su sonrisa cada vez que lo retrataban. Sin embargo, como un premio y parte de su inclusión, el martes fue operado con los dos implantes dentales que le faltaban. Su mundo sigue cambiando. Ahora sí, Juan puede sonreír.