Todo comenzó con un like de Instagram y un seguimiento mutuo en las últimas semanas de octubre. Una pequeña señal de que Christian Garin (22º) se acercaba al argentino Franco Davin (50 años), uno de los entrenadores más prestigiosos del circuito y responsable de los éxitos de sus compatriotas Juan Martín del Potro y Gastón Gaudio. A ambos los llevó al top ten y los convirtió en los últimos dos sudamericanos en ganar un Grand Slam. El Gato ganó Roland Garros 2004 (a Guillermo Coria, otro de sus expupilos) y Delpo se quedó con el US Open 2009.
Las conversaciones se iniciaron una vez que Gago terminó sorpresivamente su relación con el transandino Andrés Schneiter, quien lo llevó del 159º al 18º del mundo en dos años y lo ayudó a ganar los ATP 250 de Houston, Múnich y Córdoba y el 500 de Río de Janeiro, sus únicos títulos hasta el momento. Pero el desgaste y la necesidad de un nuevo aire para dar otro salto cualitativo llevaron al chileno a buscar un nuevo cuerpo técnico.
En su carrera, el tenista de 24 años ha tenido numerosos entrenadores. Comenzó con Guillermo Pérez Roldán, luego estuvo dos temporadas con Martín Rodríguez. Después trabajó brevemente con Fernando González y regresó con Pérez Roldán, para después ser dirigido provisoriamente por Jorge Aguilar. De ahí, fichó al español Javier Duarte y posteriormente se convirtió en el primer alumno de la Academia de Rafa Nadal, siendo supervisado por su tío Toni y acompañado en los torneos por Tomeu Salvá y Joan Bosch. Luego, quedó en manos de Horacio Matta, con quien dio un importante salto, para terminar con Schneiter, con quien duró dos años y medio.
El nuevo coach de la mejor raqueta del país ganó tres títulos como jugador y llegó a ser número 30 del mundo en 1990. En 1997, durante un partido en el Challenger de Barletta, decidió retirarse de ese encuentro y del tenis con apenas 27 años. Lleva tiempo radicado en Miami, justamente donde está realizando la pretemporada con Garin y su nuevo PF, Nacho Menchón, quien ya había trabajado con el chileno hace algunos años.
Desde el banquillo, utiliza metodologías que no son tan comunes en el mundo del tenis y son propias de otras facetas. Por ejemplo, trabaja con el matemático Marcelo Albamonte, con quien publicó el año pasado un libro llamado Game, Set, Math (Juego, Set, Matemáticas). Ahí relata sus vivencias y describe su forma de trabajo, que le permitió llevar al éxito a varios tenistas.
En la última temporada había dirigido al británico Kyle Edmund, pero sin tanto éxito. Y, además, sobrevivió al coronavirus. “El peor momento fue el de la falta de aire, porque no sabés hasta dónde llega. Estaba al límite con el número del saturador. A la noche te empezás a desesperar un poco. La vi fea, la pasé mal y sentís que te morís”, comentó en un diálogo con el diario argentino La Nación, donde explicó que comenzó la cuarentena con anticipación, pues tiene un hijo con Síndrome de Down.