Hace tiempo ya que ver llorar a Nadal después de conquistar un título ha dejado de ser una imagen simplemente conmovedora para volverse una estampa casi tranquilizante. De lo contrario, sería lógico, obvio incluso, seguir desconfiando de su verdadera naturaleza, poner en duda su humanidad. Porque llorar fue seguramente lo único humano que hizo el número uno del mundo esta última semana en la Caja Mágica de Madrid. Eso, claro, y luchar. Luchar cada pelota, cada punto, como si fuera el último, como si nunca hubiera ganado nada o como si nunca -algo igualmente encomiable a estas alturas de la película- se hubiera cansado de ganar.
"Yo he ganado los ocho partidos, pero os lo digo con la mano en el corazón, aquí la persona que ha sido vital en esta Copa Davis ha sido Roberto (Bautista). Lo que ha hecho ha sido casi algo inhumano, no lo sé explicar. Es un ejemplo para el resto de mi vida. Se fue, falleció su padre, volvió, entrenó por la tarde y ya estaba preparado para dar un nivel altísimo". Las palabras, aunque cueste creerlo, corresponden a Rafa Nadal. Y fueron pronunciadas ayer, sobre la misma pista central de la Caja Mágica que minutos antes había asistido a la enésima cátedra de tenis, y de garra, del actual número uno planetario. Una cátedra que terminó en triunfo, en título, el sexto del equipo español en Copa Davis, el quinto en su cuenta particular.
Pero la influencia del jugador en la victoria de su equipo (el más laureado del torneo, por cierto, en lo que va de siglo) transciende lo estrictamente numérico. Sus ocho victorias (cinco en individuales y tres en dobles) firmadas esta semana en un lapso de apenas cinco días, no pesan tanto como su presencia al frente del combinado español, su liderazgo dentro y fuera de la cancha y esa sintonía tan genuina que el tenista es capaz de establecer con su hinchada cada vez que actúa de local y que está al alcance de muy pocos jugadores dentro del circuito.
"Hicimos un esfuerzo increíble, en especial Rafa", reconocía, al término de la final, su compañero Roberto Bautista. "Nadal es un superhéroe. Es el MVP por lo que ha hecho jugando individuales y dobles casi cada día. Es difícil describir lo de Rafa con palabras. Es una gran persona y un tenista extraordinario", manifestaba, por su parte, Feliciano López. "Tenemos un equipo muy compacto, pero tener a Nadal es lo mejor que te puede pasar. Es una de las mayores diferencias", rescataba el capitán del equipo, Sergi Bruguera. "Canadá compitió muy bien y tiene que estar orgulloso de su equipo, pero Rafa es Rafa!", agregaba, vía redes sociales, el seleccionador Sergio Scariolo. E incluso al bueno de Shapovalov, su última víctima en las finales de la Davis de Madrid, no le quedaba más remedio que rendirse a la evidencia: "Al principio me costó leer su juego, pero creo que en el segundo set fui mejor que él. Di mi 120%, pero fue increíble cómo se mantuvo firme y la manera en que se recuperó mentalmente para sacar su mejor tenis en el tie break. Jugar con el número uno en su casa fue un gran aprendizaje para mí", confesaba.
Casi un día sobre la pista
Tras completar su participación en el Masters de Londres y casi sin respiro, Nadal se sumó a la concentración del equipo de Copa Davis en Madrid. Ya se había asegurado terminar la temporada como número uno del circuito, pero quería más. Nadie podía presagiar, sin embargo, que su participación en el reformulado torneo iba a ser tan decisiva. Ni tampoco tan extenuante. Pero las estadísticas no engañan. De los 11 partidos que el equipo español necesitó adjudicarse para levantar la Ensaladera, Nadal estuvo presente en ocho. Dos triunfos individuales de Bautista y uno de López y Granollers en el dobles, fueron los únicos puntos que los pupilos de Bruguera conquistaron sin la presencia del balear sobre la pista. Frente a Rusia, Argentina y Gran Bretaña, por si fuera poco, el manacorí tuvo que disfrazarse de héroe para dar la vuelta a una serie que había comenzado con 0-1. Se multiplicó, nunca mejor dicho, disputando los dos partidos decisivos de las eliminatorias. Y salió airoso. Completó su participación sin ceder un solo set en singles y sepultó, en el cómputo global del torneo, a once oponentes; Kachanov, Gojo, Dodig, Pavic, Schwartzman, González, Mayer, Evan, Jamie Murray, Skupski y Shapovalov. En total, permaneció casi 14 horas en cancha.
Un idilio de récord
A sus 33 años, y con 19 Majors en el bolsillo, el rey indiscutible de la tierra batida de París se ha convertido también en el señor de la Davis. Ha ganado cinco en 15 años, las mismas que Richards, McEnroe, Laver, Lutz, Brookes y Brugnon; tres menos que Roy Emerson, el monarca absoluto en términos de triunfos, pero cuatro más, por establecer un paralelismo contemporáneo, que Djokovic o Federer, sus principales rivales.
Su tiranía en el torneo por países más importante del calendario tenístico se vuelve incontestable atendiendo a su trayectoria. Y es que Nadal suma, con la conquistada ayer ante Shapovalov, 32 victorias seguidas en Copa Davis (considerando singles y dobles), un récord sin precedentes; 25 sets al hilo sin hincar la rodilla y 18 eliminatorias superadas de manera consecutiva. No pierde en el certamen de la Ensaladera desde el 24 de septiembre de 2005, en Torre del Greco, ante Bracciali y Galimberti, formando dupla con Feliciano López.
En individuales sigue teniendo dos tenistas por encima -los cada vez más accesibles Borg y Baghdatis-, pero su racha de 29 victorias y una sola derrota como singlista, ante Jiri Novak, en su debut en la competición, en Brno, hace 16 años, es de otro planeta. Desde que lo hiciera ante Del Potro, en la serie final ante Argentina de 2011, Rafa no ha entregado una sola manga.
El único título del combinado español en Copa Davis que no ha contado con la participación del jugador, es el primero que figura en las vitrinas de su selección, conquistado en el año 2000 (3-2 ante Australia). Nadal, que debutó con 17 años en una final del torneo, en diciembre de 2004, en Sevilla, ante la Estados Unidos de Roddick (3-2); integró también la nómina del equipo español que venció en 2008 a Argentina en Mar del Plata (1-3), aunque no disputó la final por lesión; y al que aplastó en Barcelona en 2009 (5-0) al combinado checo. En 2011, de nuevo con Argentina como rival, y otra vez en Sevilla, como ante los estadounidenses, la armada española se impuso por 3-1 a Argentina, con el balear en cancha.
"Tenemos ya una edad y necesitamos un relevo", reconocía ayer el propio jugador en la conferencia de prensa posterior a la final. Pero es imposible relevar a un jugador como Rafa.