En un año de sacrificio, aprendizaje y renacimiento, Nicolás Jarry (202°) volvió a levantar un trofeo. Es una recompensa tras un 2021 donde pasó de no tener ranking a volver a estar dentro de los mejores 200 del circuito. Su segundo título de la temporada llegó en el Challenger de Lima, tras vencer por 6-2 y 7-5 al argentino Juan Manuel Cerúndolo.

Cuando Nicolás vio que su rival en la final iba a ser el flamante número 94 del mundo, entendió que tendría que sacar lo mejor de si para poder gritar campeón en Perú. No solo bastaba con hacer un buen partido. Tenía que ser extraordinario. “Juanma” se ha ganado con justa medida un nombre en el continente, siendo apuntado como uno de los pilares de la renovación en el tenis argentino. Con 19 años y un juego fastidioso para sus rivales, el menor de los hermanos tiene chapa de crack.

Pero el chileno a eso no le temía. Entiende que para volver a los puestos en donde estaba hace ya largos dos años, es clave poder superar a rivales como él. Sabe que son esa clase de encuentros los que importan. Más que el trofeo, Jarry quería demostrar su valía en el circuito.

Y salió a jugarlo de forma aguerrida y segura. Servicios potentes, voleas dañinas y derechos cruzados fueron sus armas predilectas. El argentino por su parte intentaba devolver todo, pero no con la precisión que tiene regularmente. Poco a poco fue perdiendo consistencia en las devoluciones y sus respuestas ya no provocaban daño, sino que solo se limitaban a seguir jugando el punto.

Nico aprovechó el letargo y sacó ventajas. Un quiebre en el dos iguales abrió el camino. La solidez con su servicio, la llave para llevarse el primer set. Un 6-2 inapelable, que ya ilusionaba al puñado de chilenos que llegó al recinto limeño.

Diferencias que se acortaron en el segundo parcial. Cerúndolo logró dar con el ritmo para contrarrestar los ataques del tenista nacional y la lógica del set cambió. Jarry seguía jugando mejor, pero el marcador era cada vez más ajustado. Así fueron repartiéndose juegos hasta el cinco iguales.

Fue ahí cuando Jarry volvió a marcar diferencias. Ganó su servicio y después quebró a gusto. Lo celebró con emoción, porque no solo es un trofeo, es una prueba de que lo mejor está por venir. Que 2021 lo cambió y que hoy por hoy tiene todo para recuperar el terreno perdido. Segundo título del año, 163 del mundo, tercera raqueta del país y la confianza a tope.

Sigue en El Deportivo: