Vicente Jara era un niño normal. Común y corriente. Disfrutaba de las cosas simples y era feliz. Todo eso hasta que un rebelde accidente, jugando en un resbalín, sacudió de golpe su tranquila vida. "Se golpeó la rodilla, se resfrió y el bicho se metió ahí. Sufrió osteomielitis", recuerda su madre. Era recién el comienzo del drama.

Su madre, Aracelli Pacheco, estaba embarazada, mientras a su pequeño le sacaron la mitad del fémur hasta la parte del cartílago del crecimiento. Cuando había mas dudas que certezas en torno a la recuperación de Vicente y una opción era amputarle la pierna, a su madre le cuentan que el pequeño padecía un cáncer en el hueso afectado. Un infierno a sus cortos cuatro años de edad.

Hubo milagro. Comenzó un proceso de recuperación dando dura batalla, tomando pastillas que su doctor le traía desde Estados Unidos. Así, cuatro años después y en plena etapa de tratamiento, Vicente vio a su hermana correr y se motivó a practicar deporte. Parecía una utopía, pero se hizo realidad. El pequeño se recuperó de la enfermedad y, con supervisión del médico, comenzó a realizar atletismo. Se convirtió en un campeón, en un ganador constante de las corridas en las que participaba. "No me voy a olvidar nunca de lo que tuve. Haberlo superado significa para mí que puedo luchar contra todo. Estoy aprovechando todo ese tiempo que no pude tener para correr", cuenta Vicente, quien hoy con 10 años cursa quinto básico y se luce como deportista. Una futura promesa que entrena martes y jueves en Isla de Maipo después de clases. "Está disfrutando muy alegre de un regalo que le dio la vida", cierra su madre, su gran apoyo.