Quedaban 4,7 segundos de la primera final de la NBA 2017-18 y George Hill tenía dos tiros libres a disposición. El Oracle Arena en su tope pifiaba para que falle. Cleveland estaba apunto de conseguir una importante victoria en su visita a Golden State, que defendía el título ante los Cavaliers de LeBron James y compañía. 107-107 quedó el resultado tras el primer lanzamiento. El fallo en el segundo les dio una nueva oportunidad para ganar, ya que el rebote quedó en manos de JR Smith, quien capturó hábilmente el balón. Con tiempo en el reloj y el aro a su disposición, estaban a un tiro de la victoria.
Sin embargo, el escolta en vez de buscar el triunfo salió de la zona y se dirigía a la mitad de cancha dando botes al balón. LeBron lo miraba desencajado, no entendiendo absolutamente nada de lo que hacía su compañero. Las señas del King y su cara, mezcla de espanto e incredulidad, adornaron la última jugada del partido que finalmente se definió en la prórroga a favor de los Warriors. Del todo pasaron al nada. Fue la primera de las cuatro victorias que sumó Golden State para cerrar la serie y probarse el anillo.
La final tuvo un desenlace esperado. El equipo cuyas máximas figuras fueron Stephen Curry y Kevin Durant había sido el mejor del año. En contraparte, en los Cavaliers provocó una profunda caída que continúa hasta hoy. Un hoyo del que no pudieron levantarse en pretemporada y que los tiene ahora como el peor equipo de la actual NBA, con un pésimo registro de una victoria y ocho derrotas.
La mala racha de Cleveland se explica, en gran parte, por la ausencia de LeBron, quien ya está brillando en Los Angeles Lakers después de un dubitativo inicio de temporada. Era evidente el aporte que James hacía en cada partido. Es más, un porcentaje importante del mérito por haber sido finalistas se le debe a él. En el actual plantel de los Cavs no hay quién le haga el peso.
El escenario se asemeja al que vivieron en la temporada 2010-11, cuando King James dejó por primera vez la franquicia que lo formó para aventurarse en Miami. Aquella vez, Cavaliers también sintió el golpe. Fueron los últimos en el Este con el segundo peor registro de la NBA en ese año: 63 derrotas y 19 triunfos, la cuarta peor marca en la historia de los Cavs.
El otro protagonista de la icónica imagen de esa primera final, JR Smith, aún está en el plantel de los Cavaliers, pero su presente está lejos de parecerse al escolta que era recurrente en los partidos de la temporada pasada. Su actualidad parece peor que la de su equipo. Ofuscado por su falta de minutos, hizo pública su intención de dejar el equipo, situación que está penalizada por la NBA.
Al ser consultado por un periodista sobre si quería salir de los Cavs, Smith respondió con un seco "sí". Pero luego ahondó en su respuesta: "Lo saben. No me quieren aquí, así que obviamente conocen que mi deseo es salir del equipo", expresó. Aunque aún no hay pronunciamiento de la liga, es sabido que los jugadores no pueden pedir públicamente un traspaso y esta declaración entra en esa categoría.
La salida del técnico Ty Lue influyó para que JR, quien vive su 15ª temporada en la máxima categoría del básquetbol estadounidense y gana 14,7 millones de dólares, pierda protagonismo. También la intención del club de darle protagonismo a los jóvenes, donde los 33 años de Smith no entran. Pese a eso, en la derrota del sábado ante Charlotte Hornets, jugó por primera vez en los nueve partidos que llevan los Cavs, más de 20 minutos, sumando 14 puntos en 24'.
Hoy Cleveland tiene otra oportunidad para retomar los triunfos. Orlando Magic será el rival en el Amway Center, donde los Cavaliers seguirán su búsqueda para sacudirse del temblor que fue la salida de LeBron y del sismo que provoca JR Smith con sus palabras. Por ahora, la calma es el máximo anhelo de un equipo que no juega tranquilo.