El talento y la profundidad que atraviesan con fuerza total al escritor y al periodista se imponen, matizados por su costado futbolero imprescindible y por su amor por Boca. Nació en Buenos Aires y es argentino como esos millones de locos por Maradona, pero reflexiona desde Madrid, donde vive. La distancia colabora para adosarle la porción justa de frialdad al análisis, para evitar que sólo juegue el corazón. Tiene todo Martín Caparrós (63 años) para ayudar a comprender ese fenómeno pasional único que Diego provoca en Argentina. Es la propuesta de La Tercera y se engancha en un mano a mano tan sensible como potente.
Hace un tiempo dijo que “el fútbol es el éxito más innecesario de nuestra civilización”. Si eso es el fútbol, ¿qué es Maradona?
Yo decía que el fútbol es innecesario porque si no existiera no pasaría nada. Eso es extraño. En general, las cosas que tienen el grado de importancia que tiene el fútbol en nuestras vidas son cosas que si no existieran las extrañaríamos. En cambio, podríamos imaginarnos una vida perfectamente sin que existiera el fútbol y sería normal. Fue así durante toda la historia de la humanidad, menos en los últimos 120 años, ¿no? Eso me llama la atención. Eso trataba de decir sobre el asunto...
Maradona es como el fútbol a la octava potencia. Es una persona en la que se concentra mucho de lo que el fútbol es para tantos de nosotros, esa mezcla de emociones por un lado y de confusión por otro.
Conseguimos con él una identificación rara, porque en realidad el fútbol consiste en identificarse mucho con alguien con quien no se tiene nada que ver, con alguien que nunca uno podría ser. Los hinchas decimos: “Le ganamos a tal...”. No. Ganaron esos once tipos que estaban en la cancha. Hay un grado de identificación inverosímil que el fútbol produce. Ese es uno de sus grandes secretos, una de sus grandes herramientas. Yo creo que Maradona lo produjo en un grado extremo por muchas cosas.
¿Por qué lo generó?
Por esta obviedad del origen difícil, del tipo que consigue llegar a lugares donde teóricamente no hubiera podido, y también por el juego. Siempre digo que la gran diferencia en la cancha entre Messi y Maradona es que Messi todo lo que hace parece muy fácil, por lo menos así era hasta el año pasado. Uno lo veía y decía: “Esto es una tontería”. En cambio, Maradona hacía todo como si fuese muy difícil, como si no fuese a suceder, pero sucedía. Uno estaba ahí, haciendo fuerza con él. Lo veías empezar a correr y pensabas que se la iban a sacar: “El cuarto inglés se la saca...”. Y no... Uno estaba con las manos y los dientes apretados corriendo con él... Estaba siempre al borde del desastre, pero se sobreponía.
¿Quiere decir que Maradona metía a los argentinos en su cuerpo y los llevaba con él en esas aventuras?
Sí. Lo hacía partícipe a uno de ese imposible. Messi hace todo tan fácil que no produce ese dramatismo que producía Maradona. Y poniéndose ya un poco excesivo, con su vida pasó lo mismo: siempre estaba al borde del desastre. Por eso creíamos que no se iba a morir nunca, porque ya se había muerto tantas veces... Ver que el tipo que tantas alegrías nos dio está pasándola mal, también produce una cierta identificación.
Hace unos días, escribiendo sobre Maradona, lo definió también como un héroe inventado. ¿Podría desarrollar esa mirada?
Es que al mismo tiempo hay algo raro: cómo intentaron convertir a alguien que fue un futbolista genial, que algunas veces nos alegró la vida, en una especie de prócer, de figura inverosímil, de héroe del pueblo, de defensor de los humildes, de abanderado de los pobres. Y Maradona fue un multimillonario de grande que vivió su vida como multimillonario. Cada vez que tuvo que juntarse con algún político lo hizo de las maneras más confusas. Hubo una copa que le entregó en la mano a un dictador como Videla. Después estuvo con Menem. Y luego con Fidel Castro no sé por qué. No importa lo que haya hecho en política. Si lo analizamos, nos encontramos con que ha sido muy confuso, muy contradictorio. Pero eso no me importa. Lo que me impresiona es que traten de convertirlo en eso, en armar algo así como un Che Guevara bis. Uno puede estar de acuerdo o no con lo que hizo el Che Guevara, pero estaba claro lo que hacía.
Maradona jugaba al fútbol y alguna vez decía alguna cosa que podía sonar, llamésmolo, de izquierda; otras veces decía algunas cosas que podían sonar, llamémoslo, de derecha; y a veces decía cosas que no se sabía bien a qué sonaban.
Dejando a un costado lo que Maradona representa para usted, ¿cómo se explica la pasión que despierta Diego en los argentinos?
No termino de saberlo, pero todo lo que se me ocurre me da cierta tristeza. Sería bueno que pudiéramos sentir todo eso por alguien que de alguna manera hubiera contribuido a cambiarnos un poco la vida, no solamente a darnos cuatro o cinco alegrías fuertes hace treinta años.
Ese enorme afecto que los argentinos mostraron por Maradona ahora, cuando se murió, es antes que nada una prueba de lo desamparado que estamos. No tenemos nadie mejor a quien querer.
Está buenísimo poder tener mucho afecto por un jugador genial. Pero sería bueno tener ese afecto por gente que haya hecho cosas que nos mejoraran la vida de verdad, no sólo que nos produjeran un intervalo de placer que se acabó enseguida.
Refleja un inmenso vacío.
Sí. En el último artículo que escribí sobre Maradona recordaba un diálogo que me gusta mucho de Galileo Galilei, la obra de teatro de Bertolt Brecht. El ayudante le dice a Galileo: “Tristes las tierras que no tienen héroes”. Y Galileo le dice: “No, al revés: tristes las tierras que necesitan héroes”. Ya es triste que necesitemos un héroe. Significa que tenemos un problema, un vacío en algún lado. Pero yo en este caso decía: que nuestro héroe sea alguien que jugó muy bien al fútbol es más triste todavía. Ojalá pudiéramos tener un héroe que fuera el tipo que consiguió que todos comieran en Argentina, qué sé yo...
Eso lo escribí porque el otro día me impresionó la noticia del billete que quieren hacer con el rostro de Maradona. El billete es como el lugar más exclusivo donde un país define sus orgullos. Si nos fijamos hay muy poca gente en los billetes argentinos: San Martín, Rosas, Belgrano, Sarmiento, Mitre... Son todos tipos que bien o mal trataron de hacer un país, no un gol. Es una diferencia muy fuerte.
¿El ciudadano argentino hizo algo mal para sólo celebrar a Maradona? ¿Tiene alguna responsabilidad propia o son todas culpas ajenas?
Hay un fenómeno muy curioso de la Argentina, que produce ídolos más que nada. Es una gran productora de ídolos. Nuestra especialidad es producir caras para la camiseta. En una camiseta universal hay muchas más caras argentinas de las que proporcionalmente correspondería, empezando por la cantidad de gente que somos y por el peso que tenemos en el mundo, que es muy bajo. Sin embargo, si nos fijamos, están Maradona, el Che Guevara, Evita, el Papa... Son personajes muy muy muy reconocibles. Pero hay otros países con mayor importancia cultural, económica y demás que no produjeron ni una sola cara para la camiseta.
Hay algo raro ahí en esa capacidad entre extraordinaria y hueca para producir ese tipo de personajes. Eso no sé a qué responde, pero ciertamente está ahí. Supongo que debe tener que ver con esto que usted dice, con habernos inventado un Maradona. Insisto con algo que dije antes: los otros que cité, pueden gustar o no, pero son gente que hizo cosas para tratar de cambiar la forma en que vivimos, con un efecto fuerte en la vida de las personas. En cambio, esto es puro entretenimiento, alegría y olvido.
Siendo futbolero y de Boca, ¿Maradona lo apasiona tanto como a la mayoría de los argentinos o pensarlo a fondo lo aleja un poco de Diego?
Yo no estaba en Argentina cuando Maradona jugó en Boca en el 81. Me encontraba exiliado en esa época. Más de una vez, un poco en joda, me dije que lo que más lamentaba de mi exilio entre el 76 y el 83 fue no haber podido ir a la cancha a ver a Maradona jugando en aquel equipo. Era joda, pero también cierto. No lo pude ver en el momento en que más me habría identificado con él. Pero sí por televisión lo vi en el 86 y en el 90, como todos. Y la verdad es que lo quería muchísimo.
Después, ya cuando volvió a Boca, a mediados de los 90, yo tenía abono en la cancha y lo iba a ver todos los partidos. Fui a su despedida. Es un personaje que me importó mucho. Luego, cuando Riquelme se peleó con él, en la Bombonera se gritaba “la Selección, la Selección, se va a la puta que lo parió” y Maradona no podía ir a la cancha, yo estaba más del lado de Román y no del lado de Maradona. Riquelme era nuestro. Y Maradona ya no se sabía bien de dónde era. Y en 2009, con la clasificación agónica al Mundial contra Uruguay, con esa historia de la frase “la tenés adentro” y “que la sigan chupando”, me cabreé. Ahí dije basta.
Escribí un artículo diciendo “sos extraordinario”, “sos increíble”. Además, le agradecí porque en muchos lugares del mundo donde yo había estado sólo se sabía de nosotros por Maradona. Entonces decía: “Todos nosotros no somos más que esa confusa nube de pedos que rodea a la pierna izquierda de Maradona”.
En China, en África, en Asia, no éramos nada más que esa nube de pedos. Se lo reconocía y se lo agradecía. Entonces yo decía: “¿Querés que te la chupemos? Bueno, vamos. Hacemos cola... Pero después no jodas más, no arruines más tu memoria, no sigas destruyendo tu memoria”. Esa sensación tenía. Estaba deshaciendo aquello por lo que yo tanto lo quería. Ya en los últimos diez años, no lo sentía a Maradona muy cercano ni mucho menos. Sin embargo, hace unos días, cuando recibí la noticia de su muerte, me dolió más de lo que habría imaginado que me iba a doler.
¿Qué sintió cuando se enteró de la muerte de Maradona? ¿Hasta dónde lo impactó?
Sentí un nudo en el estómago, cierta tristeza, incluso una lagrimita que se me cayó sin darme cuenta. Después de eso, tuve que ponerme a escribir para tratar de explicar lo que era esto. Fue el primer momento. Cuando mi hijo me mandó un whatsapp diciendo que se murió Maradona, fue uffff... Un golpe, como cuando se muere alguien cercano. Él no lo era, pero al mismo tiempo lo era. Era difícil sentirse cerca del personaje en que se había convertido últimamente. Al final, cuando se lo vio la última vez en Gimnasia, daba pena. Pero antes daba un poco de bronca. Decir eso de “chúpenla”. O irse a cada país... Qué sé yo... Se fue a Dubai, donde los maridos tienen derecho de pegarle a sus mujeres. Se fue a Bielorrusia, donde lo trataba maravillosamente un tipo que está ahí como dictador hace 25 años. Se fue a vivir al estado más narco de México. Yo decía: “Basta. ¿Por qué tenés que hacer eso?” Era como si lo estuviera haciendo a propósito para socavar su propio monumento.
¿Hoy, ya muerto, el monumento de Maradona está intacto o socavado?
No, intacto no está. Insisto con lo de antes: me pone de malhumor cuando veo estos intentos de inventar un personaje que nunca existió. Esto del defensor de los humildes y ese tipo de cosas. Espero que no sea eso lo que se consolide como recuerdo de Maradona porque sería perfectamente falso. Quedarán esos momentos maravillosos. Yo cada vez que veo el segundo gol a los ingleses, me emociono. Por ahí es una estupidez. Supongo que no me emociono sólo por Maradona y lo que hacía en la cancha. Me emociono porque vuelvo a ser un pibe de veinte y tantos años que ve eso en un cuartito de Madrid y grita como un perro... Son momentos de la vida.
Ya sin Maradona en la Tierra, ¿a Messi le pesará más o menos la camiseta de la Selección?
No creo que influya en lo que pueda hacer Messi en una cancha. Lo que influye es el hecho de que el último año Messi no pudo hacer lo que siempre hacía. Yo no sé si es un problema físico o de otro tipo, pero está claro que no lo puede hacer. Lo que sí creo que es un tipo con tanto talento futbolístico que debería tratar de adaptarse al jugador que es ahora. Sigue jugando como si fuera Messi. Bueno, ya no es Messi. Pero sigue siendo un tipo con un talento extraordinario, no tanto como Messi, pero enorme de todas maneras. Entonces, lo que tiene que hacer es encontrar una forma de jugar en la que pueda aprovechar ese talento, y no seguir empecinándose en ser Messi, porque ya no lo es. Lo he visto mucho en la cancha. Lo iba a ver con frecuencia. Era algo absolutamente inverosímil lo que hacía. Hasta escribí después de un gran partido contra el Bilbao que era el mejor de la historia. Pero ahora van varios meses donde no le sale nada: da pases malos, intenta gambetas que no le salen, patea a las manos del arquero, tira los tiros libre horribles otra vez, como cuando era más chico y no los sabía patear. Debe encontrar otra manera. Jugar con lo que tiene ahora, no con lo que tuvo hasta hace dos años... Eso Maradona lo supo hacer. En su último tiempo en Boca, estaba grande ya y no trataba de apilar a cuatro. Messi todavía no se dio cuenta. En este sentido, sin ninguna duda, Maradona era más inteligente que Messi.
Si estuviera por jugar un partido de amigos y debiera optar entre el mejor Maradona o el mejor Messi, ¿a quién elegiría?
Últimamente estuve trabajando en TNT Sports, en un programa que se llama Cancha Rayada. Ahí tenía una discusión a menudo con el conductor, con Diego Della Sala. Yo elegía a Messi, pero él me decía: “¿Y si tenés un partido importante, donde hay que jugarse la vida?”. Quería hacerme decir que en un partido así debía elegir a Maradona. Y supongo que tenía razón. Probablemente, para todos los días elegiría a Messi y para aquel partido, para la final, a Maradona.
¿Lo considera un artista a Maradona?
Es un gran artista en el arte menor, que es el fútbol. Me parece que es un arte que produce emoción, pero no reflexión. Esa es la diferencia con otras formas artísticas. Quizás un gran libro puede emocionar, pero también hace repensar cosas. En cambio, el fútbol puede emocionar, pero no hace poner en cuestión otras cosas. Por eso decía lo del arte menor. Es un intento de encontrarle una explicación al asunto.
Pero sí, Maradona ciertamente es un artista y además particularmente inteligente por algunos momentos fuera de la cancha. Subrayo dos momentos. Uno es el de la famosa respuesta de La Mano de Dios. Por un lado, dice “No fui yo, fue Dios” y por otro lado dice “Yo soy Dios”, porque la mano era suya. Ese fue un momento absolutamente brillante.
Y el otro fue cuando corrió a gritarle el gol a Grecia a la cámara de televisión. A nadie se le había ocurrido que el verdadero lugar donde se jugaba era en la televisión. Ahí estaba la mayor cantidad de público. Es otro momento genial. Maradona hacía lo mismo que hacían todos de una manera distinta. Lo sabía hacer muy bien.
¿Lo va a extrañar a Maradona?
Hace mucho que lo extraño, como 20 años, o 25. La única relación posible con él era extrañarlo.
¿Por qué?
Porque hace veinte y tantos que se retiró.
Entonces más no lo va a extrañar.
No. Lo veré igual que hasta ahora. Veré un video, algún compilado, y volveré a decir: “¿Cómo puede ser que hiciera todo esto?”.
¿A los argentinos nos cambiará algo el hecho de que Maradona haya muerto?
Yo realmente creo que no. Lo único es que no vamos a tener que seguir recibiendo con dolor las noticias de su degradación.