No pudo ser peor el inicio del partido entre Brasil y Argentina, en el mítico estadio Maracaná de Río de Janeiro. La pelota no alcanzó a rodar, cuando la barra transandina protagonizó fuertes disturbios con la policía local.
Todo, mientras el plantel argentino en pleno, intentaba calmar los ánimos junto a las graderías. Fue infructuoso. Tras siete minutos, Lionel Messi tomó la decisión de manera arbitraria y sacó a su equipo a los camarines.
“Nos vamos”, dijo Messi, mientras caminaba hacia el vestuario visitante. Ni siquiera quiso escuchar las razones del brasileño Bruno Guimaraes, quien trató de convencerlo de repensar la decisión, y sin consultar al juez chileno Piero Maza.
Después de 15 minutos, el presidente de la federación Claudio Chiqui Tapia intentó convencer al plantel, que regresó al campo de juego carioca para el inicio del encuentro.