Era otra época, otro estilo de vida, otro fútbol. Era el tiempo en que los hombres iban de corbata y sombrero a la galería, mientras las mujeres buscaban su tenida más formal. Cuando este deporte recién se forjaba en Chile, sin que nadie sospechara su potencial, salvo los adelantados. Cuando el fútbol era de verdad romántico. Años de prueba y ensayo, en espacios donde hoy se levantan calles, condominios y edificios. Los días en que barrios emblemáticos le dieron el primer soplo de vida a una actividad que hoy concentra pasiones.
Pero nada es para siempre y esa romántica historia del barrio y su equipo, que aún prevalece en otros países, ya no es más que un simple recuerdo. El norte de la capital y el puerto de Valparaíso han visto como se ha oxidado su leyenda.
Al norte del Mapocho
Pocos sectores tienen el legado futbolístico de Independencia y Recoleta. Ambas comunas fueron verdaderos nichos para el deporte más popular del país. En sus calles crecieron clubes, jugadores y estadios que cambiaron para siempre el balompié nacional. Sus características geográficas, donde prevalecían los terrenos de chacras, permitieron que poco a poco el sector fuese llenándose de canchas. Con la infraestructura lista, el fútbol comenzó a ser una tónica al norte del Mapocho.
De las comunas vecinas, la más futbolizada fue Independencia. En ella se gestaron hitos deportivos sin precedentes para la historia del país. Uno de los más icónicos es la gran cantidad de estadios que comenzaron a aparecer en el barrio. De las humildes canchas de Independencia, simples terrenos de pasto con un par de tribunas, se pasó a recintos históricos como el ya extinto Estadio Italiano o el Santa Laura, ambos para más de 10 mil personas. Incluso, en los años 40 se inauguró el Estadio Independencia, donde Católica hacía de local. Este último ubicado a menos de 100 metros del estadio de Unión Española. El barrio respiraba fútbol.
También es inevitable reconocer el peso futbolístico del norte de Santiago en la liga profesional. Colo Colo fue pensando frente al Cementerio General, en la exavenida Panteón, hoy General Zañartu. La ya mencionada Unión Española siempre tuvo en Independencia su hogar, ya que las colonias españolas llegaron en masa al sector, antes de la expansión futbolera. El Badminton, el Audax Italiano y Morning Star, otros clubes fundacionales, también deambularon en sus años dorados por las calles de Independencia y Recoleta. La U partió en “las canchas de medicina”, donde hoy está el Instituto Nacional del Cáncer.
“El ADN del barrio es el fútbol. En Independencia lo tenías en todos lados. Hay una conexión histórica entre estos elementos, que se remonta a la inauguración de las primeras canchas. Además, el futbolista de antes era distinto, eso permitía que tuviera una conexión mucho más presente con sus vecinos y su lugar”, comenta a El Depotivo Dante Figueroa, historiador y autor del libro Independencia: En la cuna del fútbol chileno.
Y es que el norte de la capital tuvo dentro de sus vecinos a históricos del fútbol nacional. Tanque Campos, el goleador de la U en Superclásicos, vivió gran parte de su vida en la población Vivaceta Sur, donde también tenía su hogar Juan Machuca, lateral insigne de los hispanos y la selección chilena. Leonel Sánchez también llegó a Independencia, pero no de chico, sino que en un momento importante de su carrera. Tenía su casa en Av. Santa Laura, frente al estadio.
Pero ninguno de ellos logró tener la mística de Francisco Valdés. Chamaco se crió, vivió y fue velado en la población Juan Antonio Ríos. Un mito que siempre tuvo en Independencia su hogar. “Chamaco tiene una conexión muy grande con el sector. Nunca lo dejó y eso también ayudó a la futbolización. Tú lo veías en las plazas, en las mismas canchas de la Ríos, también compraba en los negocios de barrios, eso era súper fuerte para la comunidad”, agrega Figueroa.
Una relación profunda, que llenaba de identidad al barrio y sus vecinos. Eso hasta que progresivamente el fútbol comenzó a expandirse a nuevos horizontes y comunas. La fiebre futbolera del sector norte comenzaba a calmarse. Un golpe duro fue la huida de la Universidad Católica del barrio. Otro fue la urbanización. Finalmente, las sociedades anónimas le quitaron la última gota de pertenencia al fútbol de Independencia.
Del barrio Puerto a Playa Ancha
En Valparaíso comenzó el fútbol, o el football, como se le conocía en ese entonces. La impronta británica que rodeaba el puerto a fines del siglo XIX transformó al balompié en una actividad recurrente en la zona. El Wanderers fue y sigue siendo el gran club de la joya del pacifico. El club que comenzó su vida en la subida Carampangue, a los pies del Cerro Artillería, tiene una historia profunda con la gente del puerto y dos lugares se posicionan como puntos de encuentro históricos: Playa Ancha y Lira 575.
El primero sigue presente. Es donde Wanderers tiene su estadio. La cercanía con las quintas de recreo hizo que el lugar se tornara en un punto neurálgico de la cultura futbolera en Valparaíso. Alrededor del actual Elías Figueroa, la vida futbolística del puerto fue creciendo. Casas con la bandera del club y micros llenas de poleras verdes eran una postal habitual.
Lira 575 es otra historia. La céntrica calle del puerto alojó desde 1949, y por casi cincuenta años, la casa del Decano. Una propiedad antigua, que reunía a la comunidad porteña. Hoy las oficinas del club están ubicadas en Independencia 2053. Un par de oficinas y la tienda oficial. Simplemente un lugar de administración.
Germán Toro es un periodista que ha dedicado gran parte de su vida a escarbar sobre la historia de Santiago Wanderers. “Lira y Playa Ancha son dos puntos de mucha importancia, pero el puerto entero tiene un apego con el club. Las grandes celebraciones del 58 y el 68 fueron en la Plaza Sotomayor y estaba prácticamente toda la ciudad ahí. Fue algo que solo se asemeja al año nuevo aquí”, comenta Toro.
Lento adiós
Hoy el fútbol ya es un deporte globalizado, en todo el sentido de esta palabra. Pese a que los clubes de regiones siguen teniendo un apoyo comunal importante, su importancia no se reduce a un barrio o sector, sino que es toda una ciudad la que los sigue. En Santiago la relación es aún más difusa. Los clubes grandes sobrepasan todo. Muchos de los pequeños han perdido su identidad.
El historiador de Independencia, Dante Figueroa, también asume esa pérdida de pertenencia. “El barrio va perdiendo con el tiempo su potencia como lógica deportiva. Las sociedades anónimas terminan cortando esa conexión. Antes los estadios eran un espejo del mejoramiento de la vida comunitaria. Había actividades comunales en ellos, los clubes les hacían regalos a los niños, de igual forma las puertas siempre estaban abiertas para ir a verlos entrenar y eso generaba un vínculo súper fuerte”, señala.
Otros van más atrás incluso. “Las estructuras se rompen con el Golpe y los mismos clubes fueron perdiendo el barrio. No existe ese tiraje que hay en Argentina. Magallanes es un ejemplo de eso. Santiago Morning lo mismo, esa impronta del equipo recoletano, donde los cabros del Liceo Valentín Letelier se sentían parte del club por haberse fundado ahí, ya no existe. Hoy juegan en cualquier lado y ningún lugar se siente cercano al club”, analiza Sebastián Núñez, presidente de la Asociación de Investigadores del Fútbol Chileno (ASIFUCH).
Dos opiniones que comparten una misma idea: la lógica de barrios se quedó atrás en el camino. Ya no son esos centros urbanos los impulsores de equipos y leyendas. Hoy el fútbol moderno, ese de sueldos elevados y vuelos privados, tiene otros códigos. Para bien y para mal. Juzgue usted.