Todos los años, a principios de agosto, Gustavo Ortiz se radicaba por unas semanas en el bikepark de Whistler (Vancouver, Canadá) para entrenarse y luego competir en uno de los festivales de mountain bike más importantes de la región. Allí llegaba siempre, pues ahí estaban los mejores.
Pero este agosto fue distinto para el múltiple campeón nacional, sudamericano y panamericano. Una caída de espalda, a todas luces trivial, terminó lesionándolo en la médula y dejándolo parapléjico. Una rabieta del destino, que quiso frenar por un tiempo a quien se acostumbró a vivir la vida a fondo, descendiendo de donde fuese sobre su bicicleta.
"En realidad, los primeros días lo único que veía es que si me ponía negativo sólo conseguiría retroceder y yo no quería eso, porque ya estoy muchos pasos atrás. Lo único que me queda es estar bien anímicamente, ser positivo y tirar para adelante; retroceder lo menos posible. Obviamente que a veces hay que retroceder y lo haré, seguro, pero solamente algunas veces". Así, Guga transparentaba cómo debía ser su visión frente al escenario que ahora se le presentaba.
Su rehabilitación está en avance y aunque ahora deberá vivir de otra forma, el penquista no se ha desanimado. Por el contrario: todo el tiempo libre lo ocupa en idear nuevos proyectos. "Tengo muchas ganas de transmitir todo lo que he aprendido a través de mi bicicleta a otras personas, ojalá a niños, pero también a personas que simplemente tengan ganas de aprender sobre este deporte. Estoy deseando encontrar una nueva pasión, para así poder llenar el vacío que me dejó la bici", asegura.