Doce horas en La Serena y sólo un equipo en cancha. La repetición de los lanzamientos penales, antes de jugarse, ya tenía un ganador claro. Melipilla actuó como correspondía, porque aceptó disputar la definición a pesar de que la debió haber ganado por decisión de la ANFP. Con dignidad, respeto y cultura deportiva. El plantel completo llegó, una hora antes del inicio del encuentro. Pero al otro lado, la irracionalidad y la ignorancia ganaron.

Ganaron fuera del terreno de juego, pero perdieron para la posteridad de nuestro fútbol.

La inasistencia de Deportes Vallenar es un error gravísimo. John Sol, su presidente, quedará retratado para siempre como el hombre que impidió que esta tanda de penales se llevara a cabo. Comprendo que quiera velar por los intereses de su club, pero debe entender que el ascenso de su equipo está viciado.

No obstante, el gran culpable no es él. Nada justifica su incapacidad para visualizar que el fútbol se rige por reglas y que por inoperancia de Gamboa, la alegría del ascenso pasó a transforse en una amalgama de rabia y frustación. Acá el conflicto tiene dos responsables claros. La ANFP y la Comisión de Arbitraje, que gestaron un circo que podría haberse evitado y no fueron capaces de hacer uso de su poder en el momento oportuno.

Actuaron bajo una premisa. Remediar la situación evitando un alboroto. Grave error. Hicieron uso de una sentencia salomónica, como si esa fuese la mejor alternativa a un problema que tenía una resolución clara: dar por ganador a Melipilla. El tiro, al final, les salió por la culata. Armaron una tanda de penales fantasma, que se inscribirá en los anales del fútbol chileno como la definición más nefasta del ascenso nacional. Y todo, claro, por no tener una voz contundente que hiciera valer el peso del reglamento.

Lo de Gamboa es un tema aparte. La sanción tiene que llegar pronto, junto con una declaración del juez que durante estos días lo único que ha hecho ha sido ocultarse bajo los hombros de sus superiores. Salah lo respaldó, puso en la balanza sus logros y sus errores. Pero lo invito a reflexionar. A darle vuelta un poco al asunto. ¿Se imagina qué hubiese pasado si esta situación ocurriese en una liga del primer mundo? Claramente, no sólo la sentencia habría sido distinta, sino que también la rapidez con la que ésta se tomó.

Este suceso es otro llamado de atención a la dirigencia encabezada por Salah. Don Arturo, le digo, pudo haberse evitado este circo. Pudo haber resuelto este problema de forma más clara, como dice usted que le gusta. El problema es que cada vez nos vemos obligados a cuestionar su palabra. A poner en duda lo que dice. A objetar su voz de mando. Lo que en un minuto fue su gran valor de distinción, hoy, parece ya no tener el mismo peso. El fútbol y el mundo sabrá de este nefasto episodio.