El frío y la calma de la montaña le hacen olvidar, dice. "Me siento libre", agrega. No conocía Chile antes de este invierno. El único dato que tenía era que quedaba en Sudamérica, pues poco se sabe de este rincón del mundo en Medio Oriente. Atraída por el blanco de La Parva, llegó a un lugar desconocido para ella. Tzipi Bloomberg (31) es su nombre y el esquí, el deporte que quiere dominar. Persigue el invierno. En Israel, su nación, no está la nieve que necesita.
Aunque no es una experta, se empeña en pasar a través de las puertas, los palos, en un movimiento de zig zag que deja huella mientras avanza. Tzipi practica eslalon, pero no el clásico que se observa en los Juegos Olímpicos de Invierno, donde los atletas van de pie pasando a través del circuito. Ella, por circunstancias políticas a las que era ajena, tiene que hacerlo en un monoesquí, sentada. Y así pasa el resto de sus días, impedida de caminar por una bala que le obligó a vivir en silla de ruedas. Hoy, busca hacerse un nombre en el deporte paralímpico.
La historia de Tzipi se remonta al 2001, cuando tenía 14 años. Era un día normal en Karnei Shomron, la pequeña villa israelí donde vivía. Sin embargo, el período histórico en el que se estaba desenvolviendo, ponía como posibles víctimas a ciudadanos cualquiera dentro de un contexto de odiosidad arrastrado por décadas. Y así le sucedió a ella.
Cuenta que estaba en el auto con sus padres. Iba de vuelta a su casa cuando unos desconocidos dispararon a matar. Se trataba de un ataque terrorista. "Ese año hubo muchos ataques, estábamos viviendo la Intifada", dice Tzipi. Por esos años se vivía la segunda parte del levantamiento palestino. Ocupaciones de terreno, conflictos en la franja de Gaza y ataques marcaron esa época. Y quienes más sufrieron fueron los civiles.
Tzipi recuerda con tristeza el día de la bala. Aunque de los hechos no recuerda tanto, sí de las consecuencias y que despertó en el hospital. "Las personas de la comunidad se acercaron a ayudar. También los amigos de la escuela, todos nos ayudaron mucho", relata, bajando un poco la voz.
Luego del ataque, Tzipi estuvo un año entero en recuperación en el hospital. Nunca más volvió a caminar. Su padre también tuvo que pasar el resto de sus días en silla de ruedas. Sin embargo a sus destinos, se podría decir que fueron afortunados de sobrevivir a la balacera. No así su madre, quien estaba embarazada y murió por lo ocurrido, dejando a sus cinco hijos.
"No es fácil vivir así, que alguien no quiera que vivamos nuestras vidas, que nos quieran matar. Hay gente mala que no nos deja vivir, ellos buscan destruir todo lo que hacemos", reflexiona Tzipi.
Su vida dio un giro. Aunque no tenía total certeza de qué quería hacer cuando creciera, quedarse sin poder caminar a los 14 años la marcó. Así fue como se acercó al esquí. Antes del ataque ya le gustaba, pero cuando ingresó a una de las asociaciones que le enseñaban este deporte a soldados, aprendió bien y quiso dedicarse. "Fue amor a primera vista. Me vieron y me dijeron que era buena y debía competir. Lo pensé y lo decidí", cuenta.
Así cambió su destino. Ahora pasa gran parte del año en Francia, compitiendo y entrenando. Y este invierno decidió viajar a Chile para seguir preparándose. Mediante una carta desde la Embajada de Israel, le pidieron permiso a Carlos Torres, jefe de la selección nacional de esquí paralímpico. "Siempre es bueno recibir gente de afuera, se hace mucho, los países se mezclan para ver los niveles", dice el entrenador.
Torres cuenta que Tzipi se integró bien al trabajo, pero que, en lo deportivo, aún tiene que mejorar. Las prácticas y especialidades son cuatro en el esquí y que tienen que ver con la velocidad y distancia que se alcanza entre los giros del descenso. Están el eslalon, que es donde se integró la israelí, donde hay cerca de 12 metros entre un portal y otro; eslalon gigante, de 25 metros; súper gigante, de 40 metros; y descenso, que pueden ser alrededor de 50.
Chile está entre los 20 mejores a nivel paralímpico: por eso y por las montañas, Tzipi eligió esta zona del mundo. "Fue muy respetuosa. Cumplió todos los días de entrenamiento, aunque hubo algunos en que no la podíamos tener por la dificultad del circuito y le pusimos una ayudante", dice Torres.
Aunque Tzipi no puede caminar, siente que vuela en la nieve. "Me gusta, siento que puedo hacer todo. Me siento libre. Simplemente me encanta", cierra la chica que venció al terrorismo, el haber perdido a su madre y que busca clasificar a los Paralímpicos de Invierno de Beijing 2022. Llegue a la cita o no, ella, ya es una vencedora.