Marco Oneto: "El gran logro es haber despertado a Chile con el balonmano"
El capitán del handbol chileno (37) llevaba un año retirado, pero siguió con puesto fijo en la Selección. Ya no más. Tras lograr una plata histórica, el pivote también cuelga la camiseta de la Roja.
Enclaustrado en su casa en Alemania, viviendo el martirio de ver a una hija sufriendo, Marco Oneto (37 años) preparó con un silencio sepulcral sus últimos Juegos Panamericanos. Corriendo entre vacas y bostas, sin tomar jamás el balón, pero confiando en la experiencia de casi 20 años de carrera, el máximo referente del balonmano en el país decidió recién a una semana antes de iniciar el torneo que en Lima colgaría las zapatillas también en la selección. De los clubes se descolgó hace ya tiempo, protagonizando un insólito caso de jugador jubilado que sigue, sin embargo, con sitio asegurado en su selección. Así jugó el Mundial. Y así jugó los Panamericanos. Hasta ayer. Con 37 años, el pívote se retiró de la actividad con una plata histórica. Y llorando, muy emocionado.
¿Cómo estuvo su noche?
Después de revisar las redes sociales un poco, caí muerto. La cabeza me daba muchas vueltas, porque perdimos la final. Eso siempre queda, duele, pero tampoco es la primera final que juego. Ya conozco esta dinámica.
¿Qué pensamientos transitaban por su cabeza?
Principalmente mi familia. Mi papá; ayer era su aniversario y no pude celebrarlo con un oro. Quería honrar su memoria así y no pude.
¿Imaginó que el final de su carrera en la selección sería con una final por el oro ante Argentina?
La verdad es que sí. Créeme que esa era mi motivación. No me imaginé que iba a ser con Argentina, porque pensé que les íbamos a ganar en la cancha. Tampoco imaginé ganarle una semifinal a Brasil, sinceramente, pero sí me imaginé que sería en una final de Panamericanos.
¿En qué momento decidió sumarse a Lima?
La decisión la tomé al final de todo. Mi hija estuvo en la UCI hasta el viernes antes de viajar. Tenía un vuelo para llegar a Chile dos semanas antes de lo que llegué, pero tuve que cancelarlo, porque justo el día antes mi hija entró en controles al hospital y quedó ingresada de urgencia por los malos resultados de sus exámenes médicos. Me obligaron a dejarla internada de urgencia. Teníamos pensado operarla a mi vuelta de Lima, pero la verdad es que cuando entró a urgencias, los médicos dijeron que había que operarla de inmediato.
¿Pensó en no venir?
Sí. De hecho, le dije a Garralda, que no podía viajar con mi hija con este riesgo de una operación tan grande. Tiene recién cinco meses... Di por hecho que no podría ir, pero Mateo me dijo que no, que cambiáramos los pasajes y confiáramos en que todo iba a salir bien en la operación, aunque fuera una semana antes del torneo.
¿Cómo resumiría su carrera?
No lo sé bien, es complicado resumirla. Diría que fue un enorme y constante sacrificio. Sacrifiqué mi familia, mis relaciones, muchísimo tiempo fuera del país, pero aún así, me siento un afortunado. Ha sido una buena carrera. Uno siempre puede conseguir más, pero, viniendo de donde vine, fue una carrera muy positiva.
¿Cómo se sintió físicamente durante este torneo?
Hecho polvo, por no decirlo de otra forma. Ahora estoy realmente cansado, pero contento porque pese a todo lo que fue este año, sin haber hecho nada de balonmano desde el partido contra Arabia Saudita, del Mundial, estuve bien. A pesar de estar completamente roto y cansado, la rodilla aguantó bien. A mi edad, lo mío es un tema más muscular. Le agradezco a mi preparador físico, Roberto Garcés; a mi kinesiólogo, Marcelo Avendaño, y a mi médico, Fernando Radice. Sin ellos, no lo hubiera conseguido.
¿De dónde sacaba energía para enfrentar el torneo?
De mi familia. Siempre, antes del partido miraba fotografías de mi hija, cuando nació y estaba llena de tubos; de mi hijo, preguntando por su mamá; mirando las últimas fotos que tengo con mi padre. Esa fue mi motivación.
Oro en 2023
¿Qué posición tendrá esta medalla para usted?
Esta medalla ocupa un lugar importante, en el sentido que es la última, pero las medallas en sí me dan igual. Hemos conseguido que la gente se interese por otro deporte. Eso es lo que realmente trasciende. Las medallas no sirven para nada, quedan ahí guardando polvo. Y después de un tiempo uno sabe dónde está. El gran logro es haber despertado a Chile con el balonmano. Espero que para Santiago 2023 no solo lleguemos a la final y nos quedemos con el oro.
¿Qué viene para usted ahora?
Mi familia. Ese es mi foco. Tengo que confirmar que mis hijos estén bien, que mi señora esté bien, y preparar todo para poder volver a Chile definitivamente el 23 de agosto y por fin vivir en nuestra casa. La compramos en 2010 y aún no viví en ella. Después, continuaré trabajando en los proyectos de la fundación que lleva mi nombre, mi empresa e intentar aprovechar lo que hemos conseguido ahora.
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