En un Superclásico marcado por los desmanes y tropelías protagonizados por los fanáticos en las tribunas del Monumental, el caos imperante terminó por trasladarse también al terreno de juego. Una suerte de epidemia de la que no logró escapar siquiera el circunspecto entrenador de la U, Frank Kudelka, tan descontrolado en la fase final del encuentro como los encapuchados que, encaramados a las rejas del sector Arica, trataron durante todo el cotejo de secuestrar el fútbol. Y a punto estuvieron de lograrlo.

Lo que no logró el técnico de la U fue transmitir a sus jugadores su característica mesura en ninguna fase del duelo ante Colo Colo. Porque tras su ingreso solitario y sereno al terreno de juego, ataviado con el impoluto chaleco negro que tan buena suerte le había dado en el partido ante Unión (y que convirtió desde entonces en atuendo habitual en las presentaciones de su equipo) todo fue intranquilidad e impaciencia en el rictus y el comportamiento del argentino. Diez segundos tardó tan solo, de hecho, en abandonar su asiento en la banca. Y apenas 15 minutos en ser apercibido por el juez del partido. Con el cuarto árbitro, las diferencias y los intercambios verbales se extendieron durante los 90 minutos.

Pero el verdadero arrebato de furia del DT llegó en el complemento, cuando era ya su ayudante de campo, Raúl Armando, el encargado de entregar las instrucciones desde el área técnica.

Su encontronazo con un camarógrafo, al que reprendió con vehemencia por tratar de captar la imagen de la banca azul, anunció el inicio de su número final, que incluyó una patada de impotencia a un micrófono ambiente y una invasión desaforada de la cancha junto al resto de suplentes del equipo, con el balón en juego, reclamando airadamente un penal sobre Echeverría.

Un show descontrolado que, con la cabeza ya más fría y su talante de siempre, el DT se encargó de rematar en una conferencia de prensa plagada de justificaciones, aliñada con un punto autocrítica y rematada con una severa crítica arbitral. "Nuestro plan era buscar el ataque, pero estuvimos demasiado ordenados y no nos desordenamos para atacar. Estuvimos muy quietos, muy estáticos. Ni aún habiendo empatado me alcanzan las formas", confesó de partida, para después contraatacar: "El arbitraje fue paupérrimo. Es muy raro que yo hable del arbitraje, pero no puedo dejar de decirlo. No estoy llorando por la derrota ni justificando nada, pero hubo dos jugadas gravitantes, alevosas, contra Echeverría, que nos pudieron catapultar. Vean la jugada".