Orlando Caicedo (61 años) camina por la cancha del estadio Morumbí. El sanador pránico de la Roja (los sicólogos se ofenden si se le llama sicólogo, pero en el equipo hace exactamente el trabajo de un sicólogo) se mueve a paso lento, como si quisiera eternizar el momento. Una sonrisa está dibujada en su rostro tranquilo. Es como si no fuera parte de este mundo. De repente, la paz se rompe. El colombiano detiene su marcha y mira hacia la tribuna.

Pareciera que busca algo o a alguien, pero al cabo de unos segundos reinicia su camino. ¿Qué hace? Se podría pensar que simplemente observar el imponente coliseo del São Paulo. No es así. Lo que hace es parte de un ritual que lleva repitiendo hace décadas. ¿El objetivo? Limpiar las malas vibras y cargar de energía positiva el recinto donde jugará Chile.

Lo hacía ya en el Atlético Nacional de Medellín, junto a su fiel e inseparable amigo Reinaldo Rueda. Les dio buenos resultados en 2016, porque ganaron la Copa Libertadores de América de manera brillante, con récord de puntos. ¿Influyó ese rito? Quién sabe. Lo concreto es que ahora ambos repiten la fórmula en La Roja desde hace más de un año.

El objetivo del ritual de Caicedo es positivizar los sectores de la cancha y de las tribunas que detecta como puntos críticos y negativos. El cafetero hace lo mismo con los jugadores. ¿Cómo? Primero los observa. Los mira y analiza cuando ellos comparten entre sí, cuando almuerzan o cenan en el comedor, cuando están en el calentamiento, en el camarín, en el entrenamiento. Así va detectando quiénes pueden estar siendo víctimas de la presión, de las redes sociales o de los comentarios externos. Quiénes pueden estar sufriendo en silencio por algún problema personal o por algún roce con un compañero. Luego, conversa con Rueda y atacan el conflicto, buscando cambiar la energía negativa por positiva.

En su juventud, Caicedo fue basquetbolista. Ahí se dio cuenta de que su temperamento era un problema. Se alteraba rápidamente por el juego brusco de un rival o por un mal resultado. Se dio cuenta de que ese malestar, ese enojo, perduraba en el tiempo. Le costaba limpiarlo de su espíritu. Entonces se introdujo en la sanación pránica, una forma de mejorar el aspecto mental y emocional.

Tiene el título de odontólogo. Pero de lo que ejerce es de instructor de sanación pránica. Tiene una clínica en Chile, inclusive. Casado y padre de tres hijos, repitió esta fórmula cada vez que Rueda lo llamó. En Honduras, Ecuador, Flamengo y en el equipo verdolaga. Aquí tuvo su prueba más importante: contener emocionalmente a los jugadores de Nacional de Medellín que iban a disputar la final de la Copa Sudamericana 2016 con Chapecoense. La tragedia fue un mazazo casi tan fuerte para ellos como para el club brasileño. Que los futbolistas superaran el impacto le costó meses.

Ahora en Brasil, Caicedo conversa con los jugadores de la Roja. Los motiva, pero sin gritos. No es esa arenga típica de aplausos y exclamaciones. Su tono de voz es bajo, casi excesivamente bajo. Para escucharlo hay que estar en silencio y extremadamente atento, cuentan desde la interna de Chile. Es la contención emocional del bicampeón de América. Rueda cree cabalmente en sus virtudes. Lo trajo para que le ayudara a recomponer un camarín quebrado por la división entre algunos de sus referentes como Arturo Vidal con otros líderes como Claudio Bravo y Marcelo Díaz. Caicedo, de hecho, habló con Carepato.

Su fotografía conteniendo a Eduardo Vargas tras su doblete ante Japón fue ampliamente comentada. Durante la concentración en São Paulo habló con varios jugadores, especialmente con Erick Pulgar, el emblema del recambio.

Hoy, Igor Lichnovsky destacó su labor. "Nos hace bien. Él está presente al igual que el cuerpo técnico. Cada uno en sus labores. Siempre está disponible para conversar. Estar en un torneo como este, encerrado, te va cansando y creo que él siempre tiene la palabra correcta, por su profesión, para darte un consejo diferente", explicó el defensa. Así es Orlando Caicedo, el hombre que maneja las energías de la Roja.