Cada vez que uno le pregunta a un puntero derecho por el marcador más fiero que enfrentó, un nombre se repite. El lateral izquierdo Óscar Florencio Navarro Ojeda, quien nació el 24 de noviembre de 1948 en Puerto Montt (cumplió 69 años), medía 1,74 metros y pesaba 75 kilos, responde desde Temuco: "A los 16 años yo jugaba de defensa central y con adultos en Puerto Montt. Mi compañero de zaga, Hugo Toledo, tenía 34 años y había actuado en el fútbol profesional, en Deportes Colchagua y en Alianza de Curicó, y me enseñó que había que hacerse respetar".
¿Respetar? Lo tildan de criminal… "He visto a varios que se han quejado, pero eso fue porque pocas veces me ganaron la raya de fondo".
Según el Coto José Acevedo, limaba los estoperoles para dejarlos afilados. "Ja, ja. Para intimidar a algunos, me cambiaba de botines delante de todos. Eduardo Cortázar hacía lo mismo".
¿Quién fue su ídolo? "Mi hermano compraba la revista Estadio y yo quería ser como Juan Soto, el Niño Gol".
¿A quién admiraba como lateral izquierdo? "A Juan Villanueva, de Santiago Morning, que jugaba con las medias abajo. Y después a Hugo Villanueva, de Universidad de Chile, que era rapidísimo. Los tres éramos derechos que jugábamos en la izquierda, entonces había que arrinconar al puntero contra el alambrado".
¿José González, de Colo Colo? "¡Dios mío! Ese sí que era bravo".
Tiene tres apodos. "En las canchas de Santiago me gritaban Indio. Los hinchas me decían Hacha Brava y algunos compañeros, como Juan Carlos Orellana, me llaman Mono. Mis hijos nunca me dijeron papá, solo Navarro".
En un cuadrangular de Osorno, en el que participaron el dueño de casa, Puerto Montt, Universidad de Chile y Santiago Morning, Óscar Navarro fue descubierto por el Chueco Martín García y marchó a Green Cross de Temuco, donde actuó desde 1967 a 1972. Defendió a O'Higgins en 1973 y 1974. "Con Luis Vera el primer año, hicimos una campaña espectacular y estuvimos segundos en la tabla de posiciones, hasta que perdimos 2-0 con Colo Colo en Rancagua". Vera lo llevó a Universidad Católica, pero jugó muy poco. "Católica estaba en segunda división y me desgarré en la parte posterior del muslo izquierdo. En 1975 regresé a Green Cross de Temuco hasta que en 1982 me aburrí porque nos abonaban cada tres meses y dejé de ir".
¿Recuerda la vez que lesionó a Jorge Puntarelli, de Santiago Wanderers? "Fue en Playa Ancha, él echaba a correr la pelota y lanzaba el centro, levanté la pierna, no lo vi y lo golpeé en los ligamentos".
¿Y las veces que le tocó perder? "Con el Tanque Araneda, de Audax Italiano, una mala persona. En Santa Laura lo anticipé y me puso la plancha detrás de la pierna derecha, la canillera y la media salieron volando y al ver tanta sangre mis compañeros Lalo Cortázar y Pancho Silva empezaron a vomitar. Tengo una cicatriz de 30 centímetros… El otro fue Chicomito Martínez, de Everton, en el estadio Sausalito. Me agarró en la pierna derecha y me tuvieron que poner 12 puntos".
¿Qué punteros le resultaban más difíciles? "Claudio Gallego, de Everton, me dio un baile inolvidable en Viña del Mar. Jugaba recto, sin dribbling, y me dejó mareado: tuve que reponerme al lado del arco. De esa cuerda era Juan Catafau. Con los más hábiles, como Pedro Araya, Pedro-Pedro Arancibia y el Pollo Neumann yo les miraba la pelota y no me comía las fintas".
¿Qué era lo peor de enfrentarlo? "Yo podía perder en un balón dividido y no pasaba nada. El que cometía el error de insultarme, tenía que aguantar que me ardiera la sangre y entonces lo pagaba caro".