Se trató de minimizar lo ocurrido en Miami el año pasado de manera casi despectiva. Como si el 3-0 que le propinó Perú a la Roja en aquella oportunidad hubiese tenido más de fortuna que de lección futbolística. Que ahora en Porto Alegre iban a estar otros protagonistas, y mejores, en el caso de Chile. Y principalmente que la Selección había encontrado un funcionamiento que hacía recordar los mejores pasajes del equipo bicampeón.
Pero no solo no apareció ese combinado aceitado y sólido que dejó en el camino a Colombia, sino que la Roja se pareció demasiado a ese cuadro desordenado y errático del amistoso en Estados Unidos en octubre pasado. En el peor momento, Chile se pareció más al equipo de la etapa de preparación que al que fue sacándose rivales de encima en la Copa. Y lo pagó caro.
Los errores de la fase previa al torneo se hicieron más evidentes que nunca ante Perú. Volvió a tener serios problemas defensivos, con una última línea corriendo muchas veces hacia su propio arco, y lo que es peor, se quedó sin ideas en los últimos metros. No por nada, con el duelo ante los albirrojos, sumó su tercer partido sin convertir. Algo que se avizoró ya en la ronda de grupos, pero algunos desdeñaron por la clasificación a cuartos y a la dosificación de Rueda ante Uruguay.
Salvo la de Aránguiz en el arranque del partido, cuando Chile elaboró la jugada con cinco toques, el resto de las llegadas fueron a lo guapo, luchando tiros de esquina y laterales. Y los saques de costados pasaron a ser argumentos de ataque ante la falta de libreto. Entonces, con poca claridad en los últimos metros, se hace difícil ganar. Y si regalas en tu propia área, entonces de golpe el sueño del tricampeonato se estrella en tus narices.
La Roja se quedó a medio camino. Ante un rival que hizo mejor las cosas durante 60 minutos. Le refregó la eficacia y la sed de revanchas por otras semifinales perdidas hasta que le dieron las piernas. Tiempo suficiente para desnudar las falencias de un equipo que se quedó sin bencina en la noche menos pensada. Cuando se pareció más que nunca al equipo de los amistosos. A ese que no queríamos ver nunca más y que reapeció ante un rival que recuperó la cara del último Mundial.