Hace diez días, Jorge Sampaoli dejó de ser el técnico del Sevilla. El club andaluz merodeaba los puestos de descenso, una situación muy distinta de las expectativas que se habían generado con su llegada, en el segundo ciclo en que estaba a cargo del equipo. “El hecho de que el equipo no haya logrado salir de las posiciones más bajas de la tabla desde su incorporación como técnico y la imagen ofrecida en los últimos encuentros del equipo han llevado al club a tomar esta decisión, en busca de una reacción en las doce últimas jornadas que restan para acabar la Liga”, explicó la institución respecto de la decisión de concluir el vínculo.
Hoy, la relación entre ambas partes está más quebrada que nunca. El ex técnico de la Selección no acepta la fórmula que le propone el club para el finiquito de la relación laboral y, en una constante en su carrera deportiva, planea extender la disputa por la vía legal. Una de las opciones que baraja es la de llevarla a la FIFA.
La pelea
El origen de la controversia es simple: Sampaoli no está de acuerdo con las cifras que le ofrece el Sevilla a modo de compensación por la traumática interrupción del vínculo. El entrenador aspira a que se le pague el segundo año de contrato, según el pacto que habían suscrito ambas partes. El club, en tanto, entiende que ese acápite se diluía si al 1 de mayo del actual calendario el equipo no estaba en condiciones de clasificar a competencias europeas, el objetivo para el que lo habían contratado.
La relación venía mal desde diciembre. El sitio español Relevo consigna que en esa fecha era el entrenador quien quería dejar la institución. “Sampaoli quiso romper el contrato en diciembre ante la promesa incumplida del Sevilla de traer los refuerzos prometidos, pero el club negó recurriendo a la penalización de 5.000.000 de euros que el técnico debía pagar para abandonar el equipo”, sostiene.
En enero, el club sumó nuevas opciones para fortalecer el plantel. Arribaron el francés Loïc Badé, el argentino Lucas Ocampos, quien volvía de un préstamo en el Ajax, el senegalés Pape Gueye y el español Bryan Gil. Aún así, Sampaoli pretendía partir: consideraba que el equipo no tenía el nivel para aspirar a la clasificación a las competencias europeas, para lo que había sido contratado.