Pablo Galdames (45 años) fue futbolista de prestigio, un volante central recio y rendidor. En Chile, con Unión Española y la U. En el extranjero, con Cruz Azul, Veracruz, América de Cali, Racing de Avellaneda y Quilmes. Disputó una final de la Libertadores y fue seleccionado. Hoy es más popular por su descendencia, tres hijos que prolongan una saga de renombre: Pablo (23 años, Vélez Sarsfield), Thomas (21, Unión Española) y Benjamín (18, Unión Española). Lo que le toca digerir es que los dos mayores juegan bajo bandera chilena y el menor ha decidido hacerlo con la mexicana.

¿Cómo lleva que Benjamín haya decidido jugar por México?

Fue algo que se dio paulatinamente. Producto de sus actuaciones, Benjamín causó un interés en México. Seguramente se fijaron en que ganó dos campeonatos y que fue elegido en 2018 como mejor jugador de la categoría en Chile. Benjamín es mexicano, porque nació cuando yo jugaba por Cruz Azul, en 2001. Le llegó una carta de invitación para la Sub 20 de México y lamentablemente no pudo viajar porque le avisaron muy encima y su pasaporte estaba vencido. No tenía visa para Estados Unidos. Así que quedaron en volver a convocarlo en febrero. Hoy el fútbol es tan transversal, que se da que los futbolistas puedan cambiar de color de camiseta o de patria. Aunque en el caso de Benjamín no hay nada raro, es mexicano.

Ya, pero que cómo lo lleva usted, como padre y como chileno.

Al viajar a México se va a encontrar con una cultura distinta, pero también es parte de su realidad. Benjamín tiene hasta los 21 años para decidir, así que, aunque generó un poco de ansiedad esta convocatoria, está tranquilo. Mi mirada es objetiva. Lo más sensato es que Benjamín vaya a México, conozca el grupo, la realidad de ese seleccionado juvenil. Y después, si lo llegan a convocar por Chile, que también conozca el medio chileno. Y que tenga las dos alternativas y ahí que elija. Es una chance viable. Claro, sería más cómodo que Benjamín jugara en Chile. Pero bueno, tiene el pasaporte mexicano. Allí no va a ocupar cupo extranjero. Es un plus para llegar a uno de sus equipos grandes, América o Cruz Azul. Y más si es seleccionado mexicano. Benjamín es mexicano, nació allí y está en el derecho de representar dicha selección como cualquier mexicano.

¿Y Chile no ha hecho un intento por quedárselo?

En estos momentos, nada. En esa categoría, 2001, todavía no empieza el proceso. Creo que va a empezar ahora, febrero o marzo, porque a principio del próximo año deberían jugar el sudamericano clasificatorio al Mundial 2021. Estamos a un año y esa categoría todavía no tiene entrenador...

¿Chile no ve lo que México sí?

Las redes ayudan. En México se engancharon de todo lo que se ha visto de Benjamín ahí. Hoy están en una mecánica en la que llaman a los hijos de futbolistas que han pasado por México y tienen nivel y nacionalidad mexicana. Ya lo hicieron con el hijo del Loco Abreu, el del Chaco Giménez y ahora con Benjamín. Hay una nómina de 50 jugadores convocables y van evaluando de acuerdo a rendimientos. Después, según la evaluación técnica, deciden quién está apto para seguir siendo convocado.

Su país está lejos de un proyecto así.

Es que en esta categoría, Chile ni siquiera tiene entrenamientos juntos. Todavía no empieza su proceso y creo que muy pocos chicos de 2001 han debutado en Primera. Claro, hoy por hoy, México está un paso adelante de nosotros. Les ha ido muy bien en cuanto a los jóvenes. No tanto así en la adulta. La diferencia hoy es abismal. México ha puesto mucho énfasis en la preparación de jugadores y su proceso de crecimiento natural. Pasa un poco por eso, por planificar en procesos largos.

¿Cómo fue la reacción de Benjamín con el llamado de México?

Luis Baquedano, el gerente general de Unión, nos transmitió la noticia. Benjamín se puso muy contento, se le cayeron las lágrimas. Representar a tu país es algo especial. Está muy motivado y se emocionó mucho.

¿Se imagina internas familiares si se da un Chile-México entre hermanos?

Claro, va a ser raro tener un hijo jugando en la selección mexicana. Pero el orgullo va a ser gigantesco. Y no va a haber peleas. Los tres son muy hermanables, se quieren mucho, se corrigen situaciones y, claro, viven en torno a la pelota.

Un juego no obligatorio

¿Sus hijos tienen un estilo de juego muy distinto?

Estoy contento del presente que tienen mis hijos. Crecieron con la pelota bajo el brazo, crecieron conmigo. Siempre traté de que vivieran el fútbol como juego, no como una obligación de vida. Y los tres sacaron un poco de mí. Pablo, la dinámica; Tommy, la garra, la fuerza, y Benjamín, la polifuncionalidad. Es como si yo me dividiera entre ellos tres. Yo quiero que sean mejores futbolistas que yo. Ellos tienen la misma hambre que yo, con la diferencia de que tienen un referente que le he entregado las mejores herramientas. Esto claramente es un plus para ellos.

¿Usted en qué trabaja ahora?

En Gendarmería. Soy coordinador nacional de deportes. Básicamente trabajamos un poco con lo que es la reinserción social, mejorar la calidad de vida de esa gente a través del deporte. También trabajo en Lampa, donde dirijo a un equipo de Tercera B. Ahí también trabajamos con chicos de la comuna que están en riesgo social y tratamos de acercarlos a lo profesional.