Palestino y Antofagasta no pasan del empate en La Cisterna

La incapacidad de control le pasó la cuenta a Palestino. No saber manejar un partido favorable. No asegurar antes de que sea demasiado tarde. Lo que pudo ser una victoria cómoda se transformó en un malestar dominical innecesario. El partido terminó en un empate a un gol con buen sabor para Antofagasta, pero mal recibido por los árabes, que no supieron administrar un gol a los 4'.

El inicio del compromiso le entregaba a Palestino la posibilidad de ponerse en ventaja temprano y manejar las acciones como mejor le pareciera. Cuatro minutos y Paulo Garcés fallaba al interceptar un centro por la izquierda, mezcla de la mala condición del césped y su propio despiste. Lo cierto es que Matías Campos apareció en área chica y empujó el balón.

Un gran regalo, teniendo en cuenta la buena campaña de los nortinos. Por esa misma razón, los dirigidos por Germán Cavalieri debían asegurar el partido antes de que Antofagasta se recuperara del golpe y se asentara en el partido. Pero los árabes no sintieron la urgencia y cayeron en la peligrosa confianza que otorga un gol tempranero. Sus ataques comenzaron a desfallecer, Campos, junto a Diego Vallejos y Jose Luis Muñoz no lograban inquietar sobremanera a Garcés, y el primer tiempo concluyó con una exigua ventaja.

Los de Gerardo Ameli salieron con otra actitud al segundo tiempo. Con la paridad como objetivo para seguir en los primeros puestos del torneo, Jason Flores comenzó a tener más movilidad y Flavio Ciampichetti lograba el desmarque de mejor manera, inquietando a la defensa palestina. Pero fue a través de Michael Lepe que llegó el 1-1. Un error en la zaga, luego de un pase largo buscando al mediocampista, propició que este tomara el balón y corriera para enfrentarse solo a Sebastián Pérez. El golero tapó el tiro en primera instancia, pero Lepe no falló con el rebote.

En los minutos finales la ventaja pudo obtenerla cualquiera de los equipos, aunque Palestino, esta vez, sí evaluó como perentorio el ataque. Pero ya era muy tarde. Garcés se redimió de su complicidad en la primera conquista, manteniendo a raya las arremetidas desesperadas de Campos y compañía.