Siempre he creído en la tesis de que el mundo que vivimos está moldeado por aquello que los medios deciden ofrecer en sus páginas y en sus espacios radiales, televisivos o virtuales. Y con la misma convicción creo que no son pocos los que viven vidas atormentadas y sufridas porque construyen su realidad exclusivamente a partir del "alimento" que los medios les ofrecen. En tiempos de fake news (noticias falsas) la situación se vuelve todavía más dramática y delicada, al punto que basta un clic para desencadenar la psicosis colectiva.

Por eso cuando vi el video que daba cuenta -supuestamente- de la historia del Panyee FC tuve algunas aprensiones. En rigor, un alumno del taller de cuentos que doy semanalmente me empujó a buscarlo en la red tras relatar sucintamente de qué iba. Como toda pieza audiovisual bien ejecutada parte de una premisa lógica irrefutable: no puedes jugar fútbol sobre el agua. Y ese era efectivamente el problema que tenían los niños de esta isla que en 1986 no tenía más de dos mil habitantes.

Como todo buen guión, el año en que parte la historia no es un tema baladí. Los muchachos acostumbrados a las carreras en lancha quedaron deslumbrados al ver en televisión la Copa del Mundo y las cosas que en ese entonces hacía Diego Armando Maradona. Se contagiaron con la fiebre mundialista y aunque nunca antes habían jugado al fútbol quisieron practicarlo a cualquier costo, pero ¿cómo hacerlo si el único espacio disponible era el ancho mar que rodea a la isla de Panyee, al sur de Tailandia?

Aquí comienza lo novelesco porque los muchachos decidieron construir con restos de balsa y algo de madera su propia cancha de fútbol sobre el agua. El entusiasmo apuró los tiempos y en un par de semanas ya tenían su campo de fútbol. Estaba lejos de ser una copia de Wembley. Los clavos que usaron para unir los trozos de madera eran una amenaza, ni hablar de las ondulaciones que el calor y la humedad modelaban sobre la superficie. Aun así, los muchachos practicaban día y noche, evitando, en la medida de lo posible, que la pelota saliera del campo porque eso interrumpía el juego y obligaba a un chapuzón para continuarlo.

Con el correr de los meses fueron puliendo sus habilidades y cuando se enteraron que en una isla cercana había un torneo no dudaron en participar. En plena competencia descubrieron que no eran tan malos como suponían. De hecho, se encaramaron hasta las semifinales del campeonato. En ese partido, disputado bajo una lluvia persistente, comenzaron perdiendo 2-0. No estaban acostumbrados a jugar con zapatos de fútbol y el agua absorbida por el cuero del calzado los complicaba incluso más. En el entretiempo decidieron volver al campo a pata pelada y lo dieron vuelta. Consiguieron igualar a dos goles. Sin embargo, casi en los descuentos, un jugador rival marcó el 3-2 definitivo. Finalmente, igual celebraron: terminaron terceros y regresaron a la isla con una medalla al cuello.

Lo más sorprendente de todo es que la historia del Panyee FC es ciento por ciento verídica. Tal como se relata en el video, comenzó en 1986 y al cabo de un tiempo dio sus primeros frutos. El fútbol no solo se convirtió en uno de los principales pasatiempos de la isla, también llevó a su equipo juvenil a ser campeón del sur de Tailandia los años 2004, 2005, 2006, 2008, 2009 y 2010. Precisamente en 2010, un importante banco tailandés construyó para los niños y jóvenes de Panyee una cancha flotante con todas las de la ley. Dos años más tarde el mismo banco realizó el video que a estas alturas se ha viralizado en redes.

Una historia que probablemente no cambiará el mundo, pero por lo menos demuestra que los tiempos que corren no son tan ruines como los medios suelen pintarlos.