Para Entender: Otro presidente superado y devorado
Sebastián Moreno es todavía el presidente de la ANFP, pero en realidad ya no lo es. Su cargo está sin sujeción alguna y el organismo que aparentemente aún dirige, sin mucha gobernabilidad. Tras el aluvión de renuncias de directores, rematada a última hora de ayer con la de Arturo Aguayo, no tiene quórum suficiente para tomar ninguna decisión. Y prácticamente ni siquiera para hablar. Se sienta en la mesa del directorio y no ve a nadie a su alrededor. De los que ganaron con él las elecciones hace 525 días no sobrevive ninguno. Y únicamente permanece en la junta un recién llegado, Marcos Kaplún, al que recurrió como parche para tapar uno de los agujeros abiertos tras una de las salidas. Está literalmente solo.
Sebastián Moreno es todavía el presidente de la ANFP, pero en realidad ya no lo es. Aunque por respiración asistida, lo seguirá siendo oficialmente algunas semanas más. Es lo único que se discute ahora: el cuándo se produce la despedida o la ejecución. Los clubes que lo han sacado a gorrazos del sillón presidencial, el conocido grupo de la rebelión (y que el propio Moreno se negó tantas veces a aceptar como real), quiere que no pase de junio. El timonel pide aguantar hasta agosto (y lo respaldan 11 equipos, entre ellos los tres grandes, que quieren regalarle una salida más digna). Y la demora solo tiene matices económicos. El mandamás protege el jugoso salario de 30.000 dólares mensuales que le abona la Conmebol. Y los clubes necesitan que el defenestrado ponga la firma para cobrar la plata del CDF. Por eso procuran evitar los perjuicios que ocasionaría una salida inmediata. Moreno no puede hacer nada, ni llamar a consejos, ni sesionar directiva, pero su lápiz es el único que consigue abrir ciertos grifos. Eso le sostiene.
Así que Sebastián Moreno en realidad ya no es el presidente de la ANFP, pero oficialmente lo es todavía. Y para algunos ha sido mucho presidente, demasiado, durante los 486 días que lleva desde que tomó posesión del cargo. Son los que le acusan de un manejo dictatorial, individualista, sin abrir los oídos al exterior, ni siquiera a los compañeros. Y de ahí la lluvia de deserciones en su mesa, que partieron el primer día con la salida instantánea de Jacques Albagli y terminaron ayer con la de Aguayo. Seis llegaron con Sebastián el primer día y seis se fueron aburridos de no ser considerados o de las discrepancias con su manejo de la jefatura.
Sebastián Moreno es todavía el presidente de la ANFP, pero en realidad ya no lo es. Aunque para muchos nunca lo ha sido. O lo ha sido demasiado poco. Eso dicen los mismos clubes que lo impulsaron a ganar unas elecciones arrabaleras, que precisaron de hasta cuatro vueltas de signos insólitamente cambiantes para resolverse. Casi todos los que votaron a su favor en su día (en la última ronda), hoy lo empujan fuera. No les contestaba al teléfono y tampoco respondía los mails. No tenía liderazgo, denuncian. Débil con los futbolistas y los barrabravas, acabó plegándose a la suspensión del campeonato durante el estallido. Débil con los chicos de la Roja, aceptó que se negaran a ir a Perú. Débil o torpe también con el CDF, al que aceptó indemnizar por incumplimiento de contrato por un matiz que discutía ya la comisión que lo llevaba. Personalista, pero ineficaz y blando, le reprochan.
Sebastián Moreno es todavía el presidente de la ANFP, pero en realidad ya no lo es. Y según su propia sensación, tampoco se lo han dejado ser. No mucho. Desde antes incluso de tomar asiento, cuando trataron de impugnarle su victoria electoral, el timonel ha tenido que sortear piedras en el zapato. No le ayudó mucho cargar sobre la espalda las acusaciones pendientes de obstrucción a la justicia en el robo de cobre en El Salvador de Codelco entre 2011 y 2012. Pero más allá de eso, cada una de sus propuestas fue echada para atrás por sus detractores, que fueron creciendo con el paso de los días. Desde el intento de incorporación a su junta a una mujer a simplemente tratar de convocar un consejo de presidentes. Pidió hacerlo telemático y se lo tumbaron. Pidió hacerlo presencial y se lo tumbaron también. Todos los días se encontró un conflicto, un argumento con el que sus asociados le golpeaban la cara.
El caso es que con dos años de gestión todavía por delante, Sebastián Moreno es todavía el presidente de la ANFP, pero en realidad ya no lo es. Ha sido un timonel más superado y devorado por esa institución ingobernable que componen un reducido grupo de personas al mando de un poderoso imperio de millones. Se abre un nuevo proceso de sucesión (con semanas de lobbys y pactos varios, hasta inverosímiles) pensando en que la solución la tenga un nuevo nombre. Aunque quizás va a ser mejor ir concluyendo que el remedio esté tal vez escondido en un cambio de la estructura.
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