Para entender: Un futbolista en la fila del seguro

Anibal Mosa
Mosa, en la conferencia de prensa del miércoles. Foto: Agenciauno


Mejor un 75 por ciento de algo que un cien por ciento de nada. La filosofía esgrimida por el plantel de Everton para aceptar una rebaja de sueldo del 30 por ciento mientras dure la inactividad, que será devuelta si el equipo se clasifica para competición internacional, vale para contextualizar casi todas las negociaciones aceleradas en este final de mes entre los clubes profesionales de fútbol y sus plantillas. Solo tres sociedades hasta ahora, Colo Colo, Temuco y Ñublense, han anunciado su intención de enviar a sus trabajadores por un tiempo al seguro de cesantía. Los demás han pactado recortes de mayores o menores proporciones, con sus correspondientes acuerdos de devolución. Y varios, como la UC, se han quedado como están, sin tocar un peso a sus empleados. Todavía.

Y el mayor ruido, obvio, lo han desatado los clubes que han proyectado en el ambiente esa estampa tan difícil de imaginar de futbolistas top haciendo cola para cobrar el seguro de cesantía. Marcelo Salas, presidente de Temuco, el futbolista sindicalista convertido en patrón exigente, no llegó a un acuerdo con el plantel para bajar los salarios y forzó la medida por decreto. Pero, al margen de que el club ha sido citado por la Inspección del Trabajo para ver si cumple con todas las normas de aplicar la Ley de Protección al Empleo, ya se lo piensa (comentan desde el sindicato de jugadores). Y es posible que hoy, cuando venza el plazo de las empresas para aplicar la fórmula con efecto a los sueldos del mes de abril, finalmente dé marcha atrás. Como Ñublense.

La partida de la que están pendientes todos se juega en Colo Colo, la entidad más ganadora de Chile. Ahí se ha producido el gallito más grande, al que el personal asiste con los ojos como platos. Un combate mayor, entre el club más poderoso y el camarín más fuerte y hasta ayer también el más consentido. Tras varias reuniones sin éxito con los capitanes, yo digo que te rebajes, yo digo que solo si luego me lo devuelves, retumbó el ultimátum: o el plantel firma los recortes impuestos, un 50% en el caso de los 14 futbolistas que le suponen más de siete millones de pesos de costo al club, o se van hoy al seguro de cesantía (con lo que se ahorrarían los albos, calculan, entre 600 y 700 millones al mes). Los jugadores hablan de abuso y siguen enrocados en que no y que no.

Claro, los futbolistas saben que suelen ganar estas batallas que pelean con el viento en la espalda, con la certeza de que cuentan con el sí complaciente de la calle y el miedo al berrido de los dirigentes. A cambio de una simple promesa de gol, el público acostumbra a aplaudir, o a defender como suyas, cualquiera de las reivindicaciones de sus ídolos. Da igual que el pedido dispare aún más la brecha que separa sus emolumentos de los de cualquiera. El futbolista siempre gana. O ganaba. Porque no parece muy claro que en esta ocasión sus reclamos gocen de tanta popularidad. No están los tiempos para pensar en el yo cuando se desangra el bolsillo de todos.

Y menos cuando en realidad las cuentas corrientes que se discuten son de las más saneadas de la zona y el club, ahí sí por mala administración, el que acumula más agujeros. O cuando en el vecindario del balón, todos están aceptando como inevitables o solidarias las rebajas. Y también el retorno de las mismas. En estos días de inactividad e incertidumbre en los que la industria del fútbol, mientras se tambalea, teme lo peor, los que están sufriendo de verdad son los que juegan por los escalones de bien abajo. Con medidas muy drásticas en algunos casos contra los que ninguno de los afectados ha podido alzar la voz.

Y eso que la sangría no ha alcanzado aún a las platas principales, que llegan del CDF. Una inyección decisiva para todas las entidades, aunque no tanto para las mayores. Colo Colo recibe de ahí 300 millones, sí, pero su planilla le sale por 800. El dinero le llega de más grifos ahora cerrados. De ahí su posición enérgica.

De momento, la pelea y las medidas generales son por distribuir el sacrificio no menor de los meses indeterminados (que el negocio está decidido a acortar al máximo) en los que la pelota no corra. Esperanzados de que los billetes volverán a llover cuando todo se reanude, la patronal busca minimizar daños en este intermedio que a algunos se les hace eterno. Pero no está claro que el alcance no llegue a ser mucho mayor y el modelo de verdad se rasguñe. Y que lo que hoy parece un partido mediáticamente encendido con un metafórico final (ver a Paredes en la fila de los sin trabajo, y cobrar como máximo 2,1 millones de pesos, no el 70 por ciento de su contrato, o contemplar cómo Colo Colo vuelve a la competencia con juveniles), resulte siendo un chiste al lado de lo que está por venir.

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