El Mundial va a dejar muchas conclusiones pero desde ya podría proyectarse el fin de un paradigma que imperó en el mundo en los últimos diez años. Aquel que instaló España ganando la Eurocopa de 2008 y que pudo defender mediante un fabuloso Barcelona y una extraordinaria época en la que cosechó el Campeonato Mundial de Sudáfrica y una nueva Eurocopa en el 2012.
La tenencia de balón y la recuperación rápida haciendo una presión alta eran dos de las herramientas de esta idea de juego que se estableció rápido en el mundo y particularmente en Chile. A través de los resultados y un producto que provocaba admiración y adhesión desde lo estético. En nuestro país, la instalación de esta forma coincidió con la llegada de Marcelo Bielsa y una revolución de conceptos basados muchos de ellos en algo parecido. Todos empezaron a jugar así.
Todos querían que se jugara así. Ser defensivo o contragolpeador eran malas palabras. Un verdadero pecado dentro del medio que asistía patéticamente a conferencias de prensa donde cada vez que asumía un técnico repetía como un rezo los pilares del paradigma dominante.
El Campeonato del Mundo de Alemania en el 2014 y las Copas América obtenidas por Chile, fiel exponente de esta forma de jugar, reafirmaron con solidez al modelo. Todo indicaba que Rusia 2018 iba a ser más de lo mismo, la plataforma y el escenario ideal para continuar con esta moda. No fue así. Esta Copa trajo el cambio. El fútbol es cíclico, igual que la vida y, por lo mismo, asistimos al comienzo de una nueva era.
En este mundial llegó el antídoto para la posesión y la presión alta con recuperación en campo rival. La transición llegó para desafiar la posesión. La fase defensiva desestima la presión alta y la cambia por la reagrupación de todo el equipo hasta que cada jugador quede detrás de la línea de la pelota. En términos ofensivos, el ataque como acto organizado de forma construida o directa dejó de ser dominante. Ahora aparecieron las transiciones rápidas, organizadas y relacionadas a la toma de decisiones.
Esto requiere de jugadores con gran intensidad en las rupturas y las diagonales. Los mediocampistas de buen pie son reemplazados por luchadores intensos y muy verticales que presionan a los constructores del juego posicional. Uruguay, Bélgica, Suecia y Croacia interpretan esta forma y son el antídoto. Brasil parece ser el único que sobrevive representando el paradigma. Alemania y España sucumbieron ante los nuevos tiempos. Chile y Holanda ni siquiera clasificaron.
El fútbol asiste al comienzo de una nueva época. Bienvenida sea. Y que esta era y cualquiera que venga siga repudiando a los que desprecian el juego, como Rusia y Dinamarca. Los antifútbol siempre existieron y existirán. Es bueno saberlo para acusarlos con fuerza, más allá de cualquier moda o paradigma.