Colo Colo: B. Cortés 4; G. Fierro 4, M. Zaldivia 4, J.M. Insaurralde 5, O. Opazo 4; C. Baeza 4; C. Pinares 4 (76', G. Suazo 4), J. Valdés 3 (82', N. Maturana -), J. Valdivia 5, C. Villanueva 4 (46', B. Véjar 4); E. Paredes 6. DT: H. Tapia 5.

Everton: E. Lobos 4; D. Orellana 4, F. Venegas 3, C. Suárez 4, D. Zúñiga 4; I. Ochoa 5, K. Medel 4 (83', Á. Madrid -), L. Mugni 5 (77', I. Ibañez 4); J. Cuevas 5, P. Rubio 3, O. Salinas 3 (58, M. Bueno 3). DT: P. Sánchez 4.

Goles: 1-0, 10', Valdivia define con la zurda al palo largo tras un control orientado; 1-1, 35', Mugni, con un zurdazo al ángulo desde el vértice del área. 2-1,51', Paredes culmina un contragolpe con un remate cruzado. 3-1, 74', Paredes gana la posición en el área y anota con la izquierda.

Árbitro: C. Rojas 5. Amonestóa Ochoa (E).

Estadio Monumental. Asistieron 24.571 personas.

Colo Colo derrotó por 3-1 a Everton en el Monumental gracias a la efectividad de Paredes situándose a ocho puntos en la tabla de Universidad Católica, sólido líder del torneo.

Apostó Héctor Tapia en su segunda primera vez en el Estadio Monumental por una formación concebida para cuidar la pelota, disponiendo una línea conformada por cuatro futbolistas de buen pie por delante de Baeza; Pinares, Valdés, Valdivia y el joven Villanueva. Y la apuesta surtió efecto, pero el efecto durante apenas un cuarto de hora.

Fue en ese lapso Colo Colo un equipo ofensivo -se diría que incluso alegre-, que no tardó demasiado en poner cerco al arco de Lobos y en disfrutar de las mejores ocasiones. La primera clara, por si fuera poco, la mandó a las redes Valdivia, tras recibir dentro del área, un tanto exigido, una asistencia de Opazo. El Mago se acomodó la pelota con la derecha y la alojó con la izquierda en el ángulo contrario, lejos del alcance del arquero. Su sonrisa al festejar el tanto contagió a la tribuna. Y a sus compañeros. La única nota amarga de la plácida tarde la había puesto, a fin de cuentas, el sentido homenaje brindado en el estadio al fallecido Garra Velázquez, en los prolegómenos del encuentro.

Un tiro libre de Paredes, que se marchó fuera por poco, y una nueva llegada desde segunda línea de Valdivia, que se escoró tanto para definir que terminó quedándose sin ángulo, metieron el miedo en el cuerpo a Everton, a esas alturas del partido tan solo un invitado más -bastante acomplejado, por cierto- a la fiesta privada del Cacique.

Pero el banquete de ocasiones desperdiciadas y la condesdencia de su rival, terminó por adormecer al a Colo Colo -o por embriagarlo- y cuando el ritmo del partido comenzó a invitar a la siesta, el conjunto viñamarino despertó. Al equipo diseñado para atacar, claro, se le olvidó defender. O, directamente, no le apeteció hacerlo, y en la primera llegada clara de Everton, en el minuto 35, Mugni firmó el empate con un zurdazo extraordinario al ángulo del debutante Cortés. Opazo no llegó jamás a cerrar y la posición adelantada del joven arquero terminó por facilitar un poco, en honor a la verdad, la eximia definición del argentino.

Con el equipo roto en dos mitades y un Everton que amenazaba al fin con convertirse en un visitante molesto, se alcanzó el entretiempo.

Tras la reanudación, no cambió tanto el panorama ni variaron tanto los libretos. Pero en la fiesta de bienvenida a Tito Tapia (y de algún modo también al olvidado Fierro) el que terminó por soplar las velas fue, una vez más, Paredes. Uno que nunca se fue, que jamás se esconde y que casi siempre aparece.

Su primera aparición, a los 51, coincidió además con el mejor momento de Everton. Valdivia lanzó el contragolpe, Esteban se plantó en el área, y tras frenarse un poco antes de llegar a la meta -a lo Michael Johnson- fusiló por bajo a Lobos. 20 minutos después, tiró de oficio en el área para ganar la posición, y firmó el tercero. El undécimo en un torneo que vuelve a encabezar en solitario como máximo goleador. Y el número 202 en su particular carrera contra la historia. Ahí se acabó el encuentro.

Everton, que no vence en el torneo doméstico desde el 2 marzo, continuó insistiendo, pero fue Colo Colo, por mediación de Véjar, el que perdonó el cuarto. Lo más difícil, al fin y al cabo, ya estaba hecho. Volver a sonreír en casa. En la casa de Paredes.