El estadio Monumental no le trae buenos recuerdos a Neymar. La ha pisado en dos oportunidades y en ambas terminó lamentándose. Esta noche, frente a Chile, volverá al reducto albo. La vez que lo hizo con la camiseta de Brasil, en su última visita al recinto de Macul, el paso adquirió ribetes de escándalo. El delantero diría más tarde que en esa fría jornada invernal de 2015 había aprendido una lección que le serviría para el resto de su carrera, aunque lo concreto es que varias veces más cayó en el mismo error.
El 17 de junio de ese año, Ney, quien entonces defendía al Barcelona, era la principal carta de triunfo del Scratch en la Copa América. Sin embargo, la aspiración de la consolidación continental tambaleó por ese día, en el que la Verdeamarilla se enfrentaba a Colombia y terminaría perdiendo por la cuenta mínima. El mal genio le terminó jugando una mala pasada al delantero, quien antes había sido amonestado por el juez chileno Enrique Osses, por cometer una mano en el área de los cafetaleros. Esa incidencia ya le había sacado de sus casillas.
Lo peor vendría después. Con el partido ya finalizado, Neymar no tuvo mejor ocurrencia que lanzarle un pelotazo al colombiano Pablo Armero. Recibió de vuelta empujones de Jeisson Murillo y de Carlos Bacca y se generó una batahola. Osses decretó su expulsión y, por la gravedad de los hechos que incluyó en su informe, a Neymar le cayó una dura sanción: cuatro partidos de suspensión.
De la rabia al ‘aprendizaje’
Naturalmente, ese día Neymar veía en Osses a un auténtico enemigo. Sus declaraciones posteriores al encuentro reflejaban la ira que le había provocado la actuación del juez chileno. “La pelota me pegó en la mano sin intención y recibo una amarilla. Colocar a un árbitro débil para pitar genera eso. Tienen que usar las reglas contra mi”, decía, acusando una presunta persecución en su contra.
“Hubo una confusión, pero no necesitaba expulsar a todo el mundo. Recibí un empujón. Ni vi que me había expulsado”, añadía respecto de la incidencia que le costó la tarjeta roja. Después, dejaba una reflexión propia de su personalidad. “No hay un jugador invencible, alguna vez iba a perder. Confío en mis compañeros”, reflexionaba. Igualmente, reconocía que no había realizado un buen encuentro y asumía la responsabilidad que le cabía como figura del equipo de su país.
Con el tiempo, asumiría los errores que había cometido en una jornada para el olvido. “No puedes quejarte a los árbitros porque pasa lo que pasa. No me gusta quedarme fuera de los partidos. La lección es que no puedo dejarme llevar por tonterías. Me equivoqué y aprendí de esa situación”, admitía en septiembre del mismo año.
El otro paso infeliz
Neymar nunca ha estado cómodo en Macul. A nivel de clubes, visitó en una oportunidad el reducto de Colo Colo y también lamentó una derrota. El 16 de marzo de 2011, Santos, con el atacante paulista como gran figura, enfrentó a la escuadra alba en el marco de la fase de grupos de la Copa Libertadores.
El Cacique se impuso por 3-2, con goles de Esteban Paredes, Ezequiel Miralles y Andrés Scotti. Ney anotó uno de los descuentos, con un destello de su clase, pues con un enganche se deshizo del arquero uruguayo Juan Castillo y del defensor boliviano (aunque entonces era paraguayo) Nelson Cabrera. El otro fue obra de Elano.
Ese día, el encargado de marcarlo fue José Luis Cabión, a quien el técnico albo Américo Gallego improvisó como lateral. Con el tiempo, el volante reconocería que recurrió a toda clase de artimañas para controlarlo. “El Tolo me decía que lo tuviera lo más cerca posible, yo lo pellizcaba y le pegaba combitos en la espalda. La idea era que el sintiera que no estaba solo, siempre lo pellizcaba, le pegaba por la espalda, le tiraba la camiseta y el me decía ‘tranquilo, tranquilo’”, declaró, hace poco, en una conversación con Redgol.