¿Sabía que se cumplieron 35 años de su llegada al fútbol español?

Me lo recordaron. Soy reacio a pensar y vivir de lo que hice, del recuerdo. Y el hecho de no guardar cosas, de no tener una camiseta, de no tener nada en mi casa, implica también que cerré un ciclo. Yo lo viví, lo vivieron los contemporáneos y me cuesta mucho contar historias, inclusive las propias experiencias. Yo sabía que era septiembre, pero no mucho más. Lo que sí que tengo muy claro es cómo llegué al fútbol español.

En rigor, no llegó, sino que decidió quedarse directamente en España tras el Mundial.

No, hubo ya conversaciones previas al Mundial, con un empresario muy conocido en España, José María Minguella. De hecho, yo llegué al Barcelona. Estuve haciendo la pretemporada con el Barcelona tras el Mundial, pero como había exceso de extranjeros, Maradona, Simonsen, Schuster…, tenía claro que si me quedaba era en el Barça Atlético, en Segunda. Así que busqué otra posibilidad.

¿Nunca fue una opción el primer equipo del Barcelona?

No, porque eran sólo dos extranjeros por equipo. O firmaba en el Barça Atlético o me iba. Y a 72 horas del inicio del campeonato tomé la decisión de irme al Valladolid. El que me convenció fue Ramón Martínez, hoy gerente del fútbol formativo del Real Madrid. Me convenció de una idea, de un proyecto. Él era muy futbolizado y tenía mucho conocimiento del fútbol sudamericano, así que se hizo mucho más fácil la llegada. Sentí a las pocas horas de estar en Valladolid el afecto y el conocimiento que tenían de mi carrera. Mucha gente sabía que existía. No era una incorporación sorpresa.

Su debut fue precisamente contra el Real Madrid, que entrenaba Di Stéfano en ese tiempo.

Imagínate lo que fue. De estar meses atrás jugando en Quillota a debutar en España enfrentando al Real Madrid. Un sueño. Enfrentar a un equipo de menos convocatoria no era lo mismo. Lo recuerdo nítido. Había tenido dos entrenamientos y don Felipe Mesones, el técnico, me señaló que iba a ser titular y que estuviera tranquilo. La idea era amarrar al Madrid en la media zona y tratar de sorprenderlos por velocidad.

Y lo lograron, hasta que Stielike logró el empate en los descuentos con un tiro libre mientras el árbitro colocaba la barrera. Para variar, un escándalo arbitral.

Al grande siempre se le permiten ciertas licencias. Fue una vivada que no debió haberse permitido, pero se permitió. Y terminaron igualando. Lo que pasa es que fue un partido muy controlado por parte nuestra. Yo abandono la cancha en el segundo tiempo con un 2-0 arriba, muy cómodo, y se nos van encima y nos terminan empatando de esa forma. Fue un muy buen partido en lo personal y en lo colectivo. Se habló mucho en la prensa de que fue un robo. Con el tiempo te das cuenta de que son las licencias que tienen los equipos grandes. Yo cuando jugué en la U y en Colo Colo sucedía lo mismo. Hay una vista más ancha, se mira para el lado de repente. Pero enfrentar al Real Madrid es uno de los recuerdos más bonitos que atesoro.

Camacho tuvo que soñar con usted aquella noche.

Sí, sí. Yo tenía muy claro quien era Camacho y lo que había sido en la selección española. Y sí, ese día gané más que perdí. Seguramente por el desconocimiento, él no tenía claras las decisiones, si ir a buscarme o esperarme. Entonces ahí dudaba y en esas dudas le saqué la ventaja para superarlo en ese partido.

Al año siguiente, el Valladolid, usted y sus pases volvieron máximo goleador de Primera al uruguayo Da Silva.

Bueno, el mérito fue de él, porque Jorge era un especialista en aguantar el balón, jugar de espaldas y ése era más menos nuestro sistema, sobre todo de visita. Despejar, achicar espacios y el Polilla que la peinaba o el Polilla que recibía. Un tremendo jugador. Nos hicimos muy amigos. Él se lo ganó porque fue un goleador con mucha valentía y había que ser valiente para enfrentar el fútbol español de aquellos años.

¿Eran tan distinto del de ahora?

Era un millón de veces más duro que el de ahora. Era más de pierna fuerte, más de roce, con terrenos de juego que no estaban en las condiciones de ahora. Ir a jugar a la cancha de la Real, a la de Osasuna, era bravo, difícil. En aquellos años era muy duro y quedó reflejado quizás en la jugada de Goikoetxea con Maradona. Esa infracción era lo que se vivía. En algunas ciudades te hacían sentir que eras extranjero.

Y en 1984 el Valladolid conquista frente al Atlético la Copa de Liga, el mayor éxito en sus casi 90 años de historia.

Esa Copa de la Liga partió para terminar un año en el que, como todos, estuvimos pensando en la cantidad de negativos que teníamos que tener para salvarnos y cuántos positivos necesitábamos para, a lo mejor, pelear por alguna posibilidad de UEFA. Pero se nos fueron dando unos cruces bastante asequibles y cuando nos quisimos dar cuenta ya nos vimos en la final contra el Atlético de Madrid. Y ese equipo sí que era duro. Quizás no tenía tantos nombres, pero tenía jugadores hechos para ese tipo de oportunidades. Pero nosotros éramos muy conscientes de lo que nos jugábamos en la cancha y el hecho de hacer historia, de escribir una pequeñita historia en un Valladolid carente de este tipo de objetivos, fue un avance muy importante.

Muchos niños nacidos en Valladolid en aquellos años se llaman Patricio en su honor y usted sigue figurando en todas las oncenas históricas del club. ¿Le sorprende?

Sí, porque el Valladolid a partir de las bonanzas económicas logró contratar más jugadores, se abrió el mercado, los extranjeros empezaron a convertirse en comunitarios y estar entre los mejores de un equipo así me sorprende. Me sorprende estar entre los 20 ó 25 jugadores más importantes del Valladolid. Es un tema que al mismo tiempo me sorprende y me agrada, ser todavía recordado.

Y a Chile no llegaban más noticias de sus hazañas en España que las que suministraba usted.

Es que cuando aparecía la televisión chilena en aquellos años, iban a hacer otros reportajes. Entonces la primera escala era Madrid. Y a continuación, Valladolid, a 189 kilómetros. Y en aquellos tiempos las cintas de las entrevistas o los compactos me las dejaban a mí. Y yo tenía que partir al mesón de Iberia, que venía dos veces a la semana a Chile, y le entregaba a una persona que estaba allá esperando la nota. Viajaba en auto de Valladolid a Madrid a entregar en la noche la cinta de mis entrevistas. Era muy curioso. Es algo hoy en día impensado, que para los chicos de hoy sería increíble.

Su dimensión futbolística, la consideración que se tiene de usted, es mayor en España que aquí en Chile.

Lo importante para mí es que yo me realicé. La sensación de mi carrera o de los ocho años que estuve en España es la de haberme realizado. Yo lo viví. Y lo viví intensamente. Crecí mucho como persona en una sociedad que se abría, en una sociedad de jóvenes que buscaban otros horizontes. En el plano íntimo, cuando me voy a dormir y hago un repaso, me siento realizado. Y eso me deja muy tranquilo.

Pero en Chile su nombre quedó para apodar un gesto obsceno.

Es posible que allá tuviera otra consideración, pero el hecho de haber haber estado en la U y Colo Colo y haber ganado la Copa Libertadores con Colo Colo, a lo mejor puso las cosas en su lugar. A lo mejor hay un mayor reconocimiento allá. Yo antes de irme estaba en San Luis de Quillota, no había jugado en otro equipo que no fuera San Luis. Entonces, si a lo mejor no regreso al fútbol chileno o regreso y no juego, el desconocimiento hubiese sido mucho más palpable. Pero el hecho de haber estado en la U y fundamentalmente en Colo Colo y haber sido campeón, me posicionó con un recuerdo que hasta el día de hoy se mantiene.

¿Dónde está en el olimpo de chilenos que jugaron en España?

Por detrás de Caszely, que marcó una época. Yo siendo niño era un admirador suyo, le seguíamos con lo poco que aparecía en la prensa. Y de Zamorano, pichichi del fútbol español tras haber doblado la mano a Valdano. Y ser titularísimo y goleador fue también un grandísimo logro. Hablar del Gerente, del Rey del metro cuadrado es tremendo en el fútbol español. Y ser goleador del Real Madrid, claro, posiciona a Iván arriba.

¿Usted tercero, entonces?

Sí.

Tras su salida del Valladolid, tuvo otros pasos en España por el Zaragoza y el Betis, pero no fueron tan exitosos como el primero.

Zaragoza fue positivo, porque tuve la opción de jugar la Recopa. Nos eliminó el Ajax ganador aquel de Van Basten y Rijkaard. Una experiencia muy buena. Y luego llegó el Betis. Se había ido Calderón, que había sido un símbolo, y me ofrecieron formar parte de un grupo importante de jugadores que llegaba del Mundial de México. Pero lamentablemente no tuvimos la respuesta. Ese equipo tuvo un fracaso que no se merecía. A nivel deportivo no tuvo la misma estatura que lo del Valladolid.

¿Qué siente al echar la vista atrás?

El orgullo de haber jugado en uno de los torneos más competitivos del mundo, sino el que más.