El 29 de diciembre de 2022, el planeta, que no por nada tiene forma de balón, dejó de moverse. En esa jornada, en Sao Paulo, después de varios meses enfermo, murió Pelé, para muchos, el mejor futbolista de la historia. La FIFA, de hecho, le dio carácter oficial a la designación en 2000, aunque, como suele darse en las premiaciones de deportistas, con un eufemismo de por medio: lo designó como el Jugador del Siglo XX, aunque le dio a Diego Maradona la misma distinción. En esa oportunidad, la votación popular optó por el transandino. La especializada, que incluía a periodistas, funcionarios de la FIFA y entrenadores, por O Rei.

El astro brasileño, quien brilló con las camisetas del Santos y de Brasil y registró un paso entre anecdótico y comercial por el Cosmos, de Estados Unidos, recibió homenajes en todo el mundo. La FIFA, de hecho, acostumbrada a las propuestas grandilocuentes que, en algunos casos, llegan al límite de la vulneración de la independencia de sus países asociados, llegó al extremo de proponer que en cada uno de ellos un estadio llevara como nombre el seudónimo que acompañó durante toda su vida a Edson Arantes do Nascimento. En Chile, considerando que la Federación de Fútbol, el organismo afiliado a la entidad radicada en Zúrich, no posee un recinto propio, la recomendación fue desoída.

Una historia que los une

Homenajes más o menos, Pelé siempre fue una figura cercana a Chile, al punto de que ya retirado visitó Isla de Pascua, acompañado por Elías Figueroa. El Estadio Nacional fue escenario de algunas de sus hazañas deportivas, tanto con la camiseta de su club de toda la vida, con el que disputó partidos oficiales por la Copa Libertadores como amistosos como los inolvidables torneos de verano que se organizaban en Santiago, como con la casaquilla de su país, con la que obtuvo el segundo título mundial de su carrera, después del que lo había insertado con total propiedad entre las leyendas del fútbol internacional, en 1958, en Suecia. Con apenas 17 años, Pelé se encargó de avisarle al mundo que se transformaría en un mito del balompié.

El del 62, en todo caso, fue un Mundial ingrato para Pelé. Si bien oficialmente la corona que obtuvo engrosa su brillante palmarés, lo concreto es que en el certamen, que pudo haber significado una consolidación que vino a producirse ocho años después, el astro no pudo exhibir su mejor versión. Un golazo en el debut, frente a México, que favoreció por 2-0 a los sudamericanos, ilusionó con la posibilidad de verle brillar en todo su esplendor.

El asiento que homenajea a Pelé en el Estadio Nacional.

En el partido siguiente, todo se derrumbaría. Pelé alcanzó a estar apenas 25′ en la cancha frente a Checoslovaquia, por esos días una auténtica potencia. Un desgarro lo sacó del campo y, para peor, del campeonato. La baja dolió no solo en la delegación brasileña: el Mundial por el que Chile tanto se había esforzado para trasformar en un evento de categoría internacional perdía a su principal atractivo.

El asiento eterno

Por esos días, y, en rigor, por mucho tiempo después, la madera fue la principal protagonista en el Estadio Nacional. De hecho, hasta los asientos de las localidades más exclusivas estaban construidas en ese material. Pelé, imposibilitado de estar dentro del campo de juego, tuvo que conformarse con pasar a ser el hincha más connotado de su selección. Lo hizo con entusiasmo, ubicándose en las aposentadurías del sector Pacífico Bajo, donde apenas una barrera metálica le separaba del campo de juego.

El Pelé hincha, tal como cuando tenía el balón en los pies, era un tipo alegre. De hecho, no le complicaba comportarse efusivamente para celebrar las hazañas de sus compañeros, liderados por Garrincha, su eterno socio en el ataque del combinado, y que, pese a su notoria ausencia, aún tenían talento para derrochar hasta llegar a conseguir el segundo título de la brillante historia futbolística del país más grande de Sudamérica. De hecho, la imagen que da origen al homenaje lo muestra celebrando la victoria sobre Checoslovaquia, que coronó al Scratch.

En 2022, se hizo público el proyecto 1100 fotos, que rescató imágenes inéditas del fotógrafo Juan Luco Valenzuela quien cubrió el Mundial de 1962. El material fue hallado en el entretecho de una casa de San Sebastián, Región de Valparaíso, y en él se encontraba una serie de imágenes del evento disputado en Chile. Entre las fotografías icónicas está la de Pelé festejando el triunfo de Brasil ante Checoslovaquia, donde se aprecia al astro brasileño sentado en el sector bajo la marquesina del Estadio Nacional.

Ese recuerdo se perpetuará en el recinto deportivo de Ñuñoa. Este viernes, a un año de su deceso, se descubrirá un asiento conmemorativo de la localidad que ocupó precisamente cuando estuvo imposibilitado de estar en la cancha. La idea es que, tal como ocurre con otros homenajes, como el Memorial a los detenidos desaparecidos, la obra permanezca en el tiempo como un hito imborrable.

La obra, tan simple como significativa, se separa estéticamente del cariz algo más moderno que adoptó el recinto después de su última actualización, con motivo de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos y de los Sudamericanos Escolares. La madera fue trabajada por empresas contratistas.

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