Peligro
No sé si en Quilín se dieron por enterados, pero el fútbol profesional chileno como nunca en la historia está en riesgo de caer en una situación irreversible. No hablamos ya del nivel competitivo y deportivo, ni de las graves consecuencias que significó entregarse mansamente al chantaje de un grupo minoritario de barristas en noviembre de 2019, tampoco las cuantiosas pérdidas producto de las cuarentenas y la suspensión del torneo varios meses. Eso ya está en la adición, aunque algunos todavía no le toman el peso y creen que son problemas menores, que las cosas van a seguir funcionando por inercia y el financiamiento del fútbol vendrá del cielo.
En el tono, y eso es lo que estamos descubriendo con indignada perplejidad, tampoco le toman el peso al cumplimiento del protocolo que elaboró un grupo de médicos especialistas con los ministerios de Salud y Deporte para salvar la actividad. Suponen en varios clubes, que el control de contagios, los exámenes, la trazabilidad y las medidas de higiene se pueden manipular según las necesidades en la tabla. La caja de Pandora la abrió la suspensión de Colo Colo con Antofagasta, cuando Pablo Milad sucumbió a las presiones de Marcelo Espina y Aníbal Mosa (avaladas por Harold Mayne-Nicholls, entonces fuera de Chile) e impidió que se realizara el partido ya con los árbitros, jugadores, dirigentes, carabineros, periodistas y controles en el Monumental. Todo por un dirigente, sí, un dirigente, contagiado.
En la avalancha de partidos aplazados y suspendidos que vinieron tras la torpe, apresurada e inconsulta decisión del 26 de septiembre, Milad puede, y debe, haber calibrado el peso específico de su liderazgo timorato. Desde entonces, el protocolo eficiente y sólido, elaborado por la anterior directiva de la ANFP, hay que aclarar, se comenzó a trizar sin remedio y hoy no hay parámetros claros para determinar la suspensión de un partido. Más grave, un club como Unión La Calera se permitió apelar a ciertas mañas burdas para saltarse los controles y hoy está denunciado por un laboratorio y con 12 jugadores con Covid-19.
Al contrario de la Conmebol, que te obliga a jugar aunque haya 15 jugadores enfermos y con esto los equipos no tienen más opción que actuar con seriedad, acá se suspende “preventivamente”, aunque sean uno o dos contagios y estos se remitan a dirigentes o funcionarios. El resultado es un despelote total, un calendario caótico y una temporada infinita. De pasada, sirve en bandeja a los personajes de siempre que quieren hacer carrera política suspendiendo partidos y utilizando la caja de resonancia del fútbol. Al respecto, ya hemos visto un par de seremis en acción.
¿Qué hacer? Delinear con claridad las razones para suspender, quitar puntos a los equipos que se salten los protocolos y poner como prioridad jugar, al contrario de lo que ocurre actualmente. Claro, es una ingenuidad: el bendito consejo de presidentes jamás aceptará normas que apunten a la seriedad y castiguen a los ladinos. Ya ha dado suficientes muestras de ello.
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