Cierto muchacho de mi colegio utilizaba un ardid absurdo para las pruebas de Química: entregaba al rígido e implacable profesor, que también hacía clases en la Escuela Militar y al que apodaban el Perro de Química, un papel lleno de fórmulas y ejercicios matemáticos incoherentes, sin lógica alguna, un verdadero charquicán de números. Su esperanza era que el profesor, en medio de ese mamarracho desquiciado, descubriera por azar las respuestas a sus complicados ejercicios. De más está decir que esto nunca ocurrió. Los unos hacían fila en el libro de notas.

La estrategia de mi compañero de colegio se enmarca dentro del pensamiento mágico. Creer que, a partir de ciertas maniobras absurdas y sin base en la mínima lógica, se pueden obtener resultados positivos. Algo muy propio del ser humano. Cuando se han agotado los argumentos empíricos y coherentes, que la magia y la suerte hagan su tarea. Un ejemplo muy explícito lo tuvimos este miércoles: Colo Colo llegaba con cinco derrotas consecutivas, Paredes lesionado, varios jugadores en un nivel muy bajo, comenzando por Lucas Barrios, el Pájaro Valdés cortado por su técnico, el ánimo en el suelo. Y, si esto no bastara, Tapía planteó un esquema extremadamente conservador, especulativo, más preocupado de no ser humillado que de buscar dar vuelta los dos goles de Palmeiras, y que no varió ni cuando salió golpeado Baeza.

Aun así, pese a los hechos evidentes, que Colo Colo se viene cayendo a pedazos por una serie de factores bastante largos de enumerar, desde la banca se alentaba la posibilidad de "dar el golpe" en Sao Paulo. ¿Basados en qué? Tal vez en el bullado hotelazo de los hinchas, que habría subido la moral del equipo. O en la calidad de Valdivia, al que algunos suponen una especie de súper hombre a esta altura. Y por qué no, en que el fútbol tiene un margen para la sorpresa, que los partidos hay que jugarlos, que en la cancha son once contra once... En definitiva, pensamiento mágico en su estado más puro. Como argumentos en la cancha no había, que la metafísica y el azar hagan su tarea.

Nada tenía Colo Colo para superar a Palmeiras en la llave. Sobre todo, después del 0-2 en Santiago, que se sumaba a una campaña paupérrima en las últimas semanas, donde el equipo de Tito Tapia ha demostrado la capacidad de perder con cualquiera en cualquier cancha. Si se analiza con frialdad, los albos solo han hecho un partido sólido este semestre: el triunfo sobre Corinthians en el Monumental. Meritorio, pero todo lo demás es de muy bajo nivel, incluido el triunfo sobre la U, donde el equipo de Kudelka jugó tan mal, que tapó la pobre producción colocolina. En el intertanto, Tapia quedó fuera de la Copa Chile con un equipo de la B y perdió ante todos los rivales de la parte baja de la tabla. Y con la mayoría de los otros sectores de la clasificación, también. Al nivel de que no solo peligra la clasificación a la Libertadores 2019, sino que tampoco tiene asegurado un cupo a la Sudamericana luego de las alzas en los rendimientos de Huachipato y Unión.

Ante esto, las esperanzas de Tapia solo podían fundarse en poco más, o menos, que un golpe de suerte azuzado por ese único partido contra Corinthians, repetido casi como un mantra a esta altura. Tendría que haber sido una verdadera paradoja espacio-temporal en la cancha. Como mi compañero de colegio que, como no sabía un carajo de Química, tal vez dibujando una serie insensata y confusa de números engañara al profesor y sacara una buena nota. O como ese individuo que estaba pasando graves problemas económicos y que encaró a sus conocidos asegurando que "al fin había tomado el control de su vida". Acto seguido les mostró un boleto del Kino.