Hacer cumbre en un Ochomil siempre esa una misión compleja. Ni siquiera el estar acompañado de sherpas (nativos expertos en ascender a las montañas) y con oxígeno complementario puede asegurar que el ascenso no presente problemas y desafíos que puedan significar la muerte. Hernán Leal, empresario chileno, es el último en confirmar aquello.

Fue en la jornada del 15 de mayo. Ahí, Leal junto a otros siete escaladores buscaron darle caza al Makalu (8.463 metros), la quinta montaña más grande del planeta. Pese a que las proyecciones hablaban de un clima favorable, una vez que el grupo comenzó a atacar la cumbre del macizo ubicado en el cordón montañoso de los Himalaya, la pesadilla se hizo presente.

A las 1 AM llegamos al campo 4, que está a 7800 metros de altitud. Estaba muy frío y seguía nevando. Había tres personas ahí, entre ellos un escalador coreano muy mal, al borde de la muerte. Un sherpa tendido que no se podía mover y otro sherpa líder que estaba bien, pero muy afligido. Sonam, el sherpa y amigo que me guía, les dio agua caliente que traíamos desde el campo 3, que fue la mitad. Con eso ellos se recuperaron’', comienza relatando Leal, quien es fundador de la multinacional Fastco, una de las firmas de Contact Center más importantes de la región

Pero ese gesto también significó que su cordada tuviese problemas. La situación durante el ataque a cumbre siempre estuvo al límite. Por un lado, con la presión del horario y por otro de las fuertes nevazones que aparecían en el macizo. De hecho, a las 3:00 AM tuvieron que pausar el ascenso, ya que las cuerdas fijas quedaron tapadas por la nieve. Demoraron un par de horas en volver a encontrarlas. Todo a 8.000 metros de altura, con poca agua y frente a vientos de más de 50 kilómetros por hora.

El panorama fue tan grave que en esa pausa obligada una de las montañistas decidió abortar la misión y regresar al Campo 3 donde tenían su campamento. Leal y los otros siguieron en busca de la cima del Makalu. Una apuesta que tuvo su premio, pero que también los siguió enfrentando a la muerte.

En la cumbre estuve solo 15 minutos, porque estaba consciente que ya habíamos pasado la barrera de las 12 del día, que es la hora prudente para bajar con luz al Campo 3. A eso de las 15 horas aparece una neblina que no permitía ver nada: solo unos 5 metros. Estábamos sobre 8 mil metros, en medio de grietas, sin ver las cuerdas fijas otra vez más. Los GPS que llevábamos estaban sin batería, congelados y la neblina no permitía comunicación satelital”, recuerda el empresario que también lleva dos cumbres del Everest (una por la ruta del Tíbet y otra por Nepal) entre sus logros.

Leal confiesa que llamaron por radio pidiendo auxilio y que desde la empresa encargada les dijeron que por la visibilidad y por el extremo cansancio de los sherpas que estaban en el Campo 3, era imposible ir a rescatarlos. Así fueron bajando con pequeñas dosis de oxígeno y teniendo que tomar hielo para hidratarse, pese a que eso también se tradujo en una disminución de su temperatura corporal.

El sherpa que me acompaña sale en búsqueda de la ruta en medio de la neblina. Después de media hora la encuentra y empezamos la bajada. Ya era de noche, muy frío, con poco oxígeno y los seis que estábamos bajando (una India, un checo, dos sherpas y yo) sabíamos que podíamos morir’', admite.

De hecho, añade otra potente frase: “Pensé varias veces en llamar por teléfono satelital a mi familia para despedirme. Fue el día más terrorífico de mi vida, gracias a Sonam estamos vivos. No existe la suerte, con él siempre nos preparamos para el peor escenario”.

Finalmente, a eso de las 23:30 PM del 15 de mayo lograron regresar al Campo 3. Más de 25 horas después de haberlo abandonado para hacer cumbre. Leal estuvo cerca de la muerte, pero la experiencia y el trabajo en equipo junto a su cordada lograron prevalecer. El Makalu (tercera montaña con más muertes post cumbre tras el K2 y Annapurna) no se llevó víctimas, pero sí dejó una historia que será recordada para siempre por el grupo que tocó su techo a mediados de este mes.

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