El partido disputado en Quillota tuvo varios ingredientes interesantes. Urgencia, angustia, irregularidad e ilusión, entre otros. Además, con la postergación de la final de Copa Libertadores, el partido volvía a gozar de la atención exclusiva de los futboleros chilenos.
En lo estrictamente futbolístico, me atrevería a asegurar que el primer tiempo estuvo de más. Plano, evidentemente predecible y con una alta dosis de nerviosismo que coaccionó a ambos. Salvo honrosas excepciones, existió más preocupación por no errar que por acertar. Pero vino, afortunadamente, la segunda etapa, donde ambos entendieron que el partido no los conducía a ninguna parte.
San Luis necesitaba un respiro y la U seguir mirando de reojo la chance del título. Uno u otro tenían que accionar algo distinto para lograr, al menos, forzar el resultado. Y esa fue la U. Con su intermitencia habitual, la cual sabe combinar muy bien con el empuje emocional que los caracteriza, apuró a su rival y lo obligó al error de manera constante.
San Luis, un equipo tozudo y aguerrido, falló donde siempre. Relevos tardíos y fallas infantiles eclipsan el buen año del portero Ignacio González, el notable crecimiento de Camilo Moya o los goles de Mauro Caballero. Estos últimos fraguarán como anécdota de consuelo. La reacción de los quillotanos fue tardía e insuficiente, tanto en el torneo como ayer.
El mérito de la U, en cambio, no es el triunfo en sí. Es saber resolver problemas específicos, es acomodarse al planteamiento del rival y saber marcar una diferencia desde la observación más que de la planificación. A veces se equivoca tanto como el rival, pero tiene nombres propios que le permiten resolver situaciones complejas.
Ayer, por ejemplo, y dejando de lado los miedos de algunos hinchas, Gonzalo Jara no solo jugó un buen partido, además supo retomar la primera salida del equipo conectando al resto de sus compañeros. Y con la entrada de Pizarro volvió a ser un central más preocupado de marcar que de otra cosa. Lo que pudiera pasar por algo aleatorio se transforma en un elemento novedoso que va variando partido a partido.
Si bien nada se definió, es un hecho que San Luis está virtualmente descendido y que la U tiene aún permiso para soñar.