Por aquí fue humillada la Roja
La Selección cayó por 3-0 frente a los del Rímac, en el peor partido de la era del técnico colombiano en la Selección. Otra vez el equipo se va sin gol y sin ideas.
PERÚ 3 - CHILE 0
Perú: P. Gallese 5; L. Advíncula 6, C. Ramos 5, A. Santamaría 5, M. Trauco 5; R. Tapia 5 (74', P. Aquino 6), Y. Yotún 5; A. Carrillo 5 (75', A. Polo 4), C. Cueva 4, E. Flores 4 (75', P. Hurtado 4); R. Ruidíaz 3 (84', J. Díaz -). DT: R. Gareca 6.
Chile: F. De Paul 5; M. Isla 4, E. Roco 4, G. Maripán 5, E. Mena 3; G. Medel 5 (82', L. Reyes -); A. Vidal 4, M. Fernández 3; A. Sagal 3 (60', V. Dávila 4), N. Castillo 3 (60', I. Jeraldino 2), J. Fernandes 2 (67', A. Henríquez 3). DT: R. Rueda 2.
Goles: 1-0, 64', Roco anota un autogol al querer despejar un centro de Carrillo desde la derecha; 2-0, 75', Aquino define en el centro del área luego de un centro de Flores; 3-0, 85', Aquino se saca a Roco y define cruzado.
Árbitro: A. Villarreal (EEUU) 5.
Hard Rock Stadium (Miami). Asistieron 44.016 personas.
Nunca, pero nunca Chile estuvo cerca de amagar el triunfo de Perú. Una luz de alerta, un golpe duro. Perú, que siempre se toma muy en serio este partido, le pasó por encima a una pálida versión de la selección nacional, de lo peor que se ha visto en mucho tiempo. Un equipo que hizo recordar los pasajes más negros de las pasadas Eliminatorias, que terminaron con un rotundo fracaso.
Los peores 90 minutos de la era Rueda. El resumen del partido ante los incaicos. Reprochable de principio a fin, porque se dio en el séptimo partido del colombiano en la banca de la Selección. Posiblemente frente a un rival más aceitado, con mejor presente, pero inexcusable de todas formas.
Porque en Miami, Chile se divorció por completo de sus mejores años de fútbol. Se alejó de ese que le dio el bicampeonato de América, un estilo definido, punzante, pero principalmente cuidadoso con la pelota. Esas características que tanto distinguieron al Equipo de Todos, se diluyeron frente a adversario que se impuso prácticamente en todas las líneas del terreno.
Rueda apostó por Arturo Vidal y Matías Fernández como los generadores, pero los dos jugadores, tan amigos en redes sociales, se vieron apagados, sin el protagonismo que exige un Clásico del Pacífico. Lo cierto es que de la mitad hacia arriba, la Roja prácticamente no apareció. Nicolás Castillo, la gran víctima, aislado entre las malas decisiones de los aleros (Sagal y Junior) y poco alimentado por los volantes. De todas formas, el 9 se comió el primer gol, a los 44', cuando Chile se generó su única llegada en serio antes del descanso, luego de un disparo de Sagal que el portero Gallese dejó dando botes en el área chica.
Perú, en cambio, hizo todo para ponerse en ventaja, menos embocarla. Para anotar: dos de Ruidíaz, dos Advíncula, una de Santamaría. Cinco ocasiones claras, que elevaron a Roco, Maripán y especialmente al debutan De Paul, como los mejores de la Selección. La banda izquierda, custodiada por Eugenio Mena, siguió siendo el punto débil, porque Advíncula y Carrillo jugaron a su antojo por esa orilla.
Algo más quiso insinuar la Roja en el complemento, pero le duró muy poco. Y sin un remate al arco, además. Poco a poco, Perú puso las cosas en su lugar y, más encima, se encontró con la apertura de la cuenta gracias a un desastre defensivo, armado entre el recién ingresado Jeraldino, que le permitió el centro a Carrillo, y Roco, que mandó la pelota en arco propio. Un autogol, siempre indigna forma de quedar abajo en la cuenta, le puso justicia al partido en Estados Unidos.
Perú siguió presionando, aprovechando la lentitud y falta de ideas de Chile. Y su dominio se transformó en una victoria rotunda, en la humillación al rival. Aquino se inscribió con las otras dos conquistas de su escuadra, para cerrar un marcador doloroso, pero más que todo, muy preocupante.
Rueda tiene mucho que trabajo, mucho que mejorar, mucho que cambiar. En su discurso de buscar renovación, lo que tampoco se vio en Miami, está logrando desarmar a la Roja, quitarle una forma que tanto éxito generó. Eso de la Generación Dorada parece un cuento añejo, de triste final.
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