¿Por qué cuesta tanto organizar un partido de fútbol en Chile?

Superclásico
Una imagen del último Superclásico. Foto: Photosport.

La suspensión de la final de la Supercopa reabre el debate sobre lo complejo que se ha tornado programar los encuentros del balompié criollo en los últimos años. Diversos actores entregan su visión sobre los factores que derivaron en este oscuro presente.


En los últimos años, organizar un partido de fútbol en Chile se ha vuelto algo muy complejo. Atrás quedaron esos tiempos no muy lejanos en que se jugaban encuentros de alta convocatoria con las dos hinchadas, para dar paso a una época en la que se juega con aforos mínimos y que ante la más mínima amenaza se opta por la suspensión. Un debate que se reabre con la postergación de la final de la Supercopa entre los Colo Colo y Universidad de Chile, que iba a disputarse en La Serena.

Más allá de las dificultades puntuales de este evento, cabe preguntarse por qué cuesta tanto organizar hoy un partido de fútbol en el país. El subsecretario del Interior Luis Cordero entrega su visión a El Deportivo. “Hay una dimensión que tiene que ver con la seguridad para desarrollar este tipo de actividades que implican altas convocatorias en recintos con mucha conglomeración, y donde los temas de seguridad son claves. Los temas de seguridad no simplemente tienen que ver con que se produzcan desórdenes al interior, sino que es que la actividad se desarrolle con humanidad, pacíficamente, no solo en el interior, sino que también en el exterior. Y para eso los organizadores tienen que dar garantías de adecuado cumplimiento de la legislación vigente en nuestro país, que es la manera no solo de dignificar el deporte, sino que también darle tranquilidad a todas las personas que asisten al estadio o que viven en torno a él, que el deporte convoca alegría y no desorden”, dice.

“Yo creo que ese es el eje central. Y el eje central tiene que ver, fundamentalmente, con que cada institución asuma responsablemente sus deberes y no ocupe situaciones intermedias para arbitrar medios para disminuir estándares que son indispensables. A estas alturas, más o menos, la ANFP tiene perfectamente claro cuáles son las condiciones para desarrollar un partido bajo determinado tipo de estándares”, agrega la autoridad de gobierno.

El castigo para la U por los incidentes del Superclásico
Es común que en Chile ingrese fuegos artificiales a las canchas. Foto: Pepe Alvújar/Photosport

El exministro de Justicia también aborda las culpas y el ambiente que se genera por esta situaciones. “Entrar en una discusión, más o menos, me parece a esta altura, que es entrar como en el día de la marmota. Esta discusión es como si la hubiéramos tenido hace 10 años, hace 20 años. Más o menos todos sabemos cuáles son los roles institucionales y las responsabilidades que se tienen que asumir”, establece.

Hace unos días Arturo Vidal, explotó por la suspensión de la Supercopa y manifestó que en Chile “ponen reglas que no existen en el fútbol”. Mientras que Juan Tagle, presidente de Universidad Católica expresó que en Argentina “las autoridades no ponen tantas trabas”. Ante ambos comentarios, la respuesta del subsecretario Cordero es categórica: “Muy simple. Cada uno con sus deberes, incluyendo ellos, por cierto”.

Un problema multifactorial

“Lo primero y más claro es decir que hoy hay un nivel de violencia y delincuencia muy alto, que obviamente aumenta la dificultad para organizar un partido, y no tanto por lo que pueda pasar dentro del estadio, que es un espacio donde todo es controlado, más allá de ciertas excepciones e incivilidades, sino por lo que puede ocurrir en el entorno”, afirma Andrés Otero, exjefe de Estadio Seguro durante el último gobierno del fallecido Sebastián Piñera.

El exsubsecretario de Deportes es crítico de la postura de las autoridades. “Lo peor que puede hacer una autoridad es dar la batalla por perdida y tirar la toalla. O sea, que ante la amenaza de un grupo de delincuentes, de una barra brava, se ponga en condición la realización de un partido a mí no me parece por dos cosas: primero, porque se le está quitando una actividad de entretenimiento muy importante al país, ya que el fútbol mueve masas y es el deporte más popular, pero además se le está entregando un poder infinito a ese grupo, a esa asociación ilícita, que puede decir que tiene el sartén por el mango. ‘Hacemos un lienzo en el estadio y listo, se suspende el partido’. Creo que es el camino equivocado”, plantea.

Otero también reparte responsabilidades. “Acá obviamente hay que hacer autocríticas y un montón de cosas por años de esfuerzos que no han dado resultados, pero otra cosa es decir, ‘listo, renunciemos a que se juegue fútbol en Chile porque hay violencia’. No es el camino, la violencia hay que combatirla con toda la fuerza y toda la energía y no simplemente decir ‘no hay problemas porque no se juega’. Porque si es por eso, mejor cerremos todas las casas, que haya un toque de queda y no va a pasar nada”, lamenta.

Por su parte, el senador por la Región de Coquimbo, Matías Walker, se muestra apesadumbrado por lo sucedido: “Lo lamento profundamente, porque significa doblegarse ante las amenazas de las barras bravas, la incapacidad del fútbol, de quienes deben velar por el orden, la seguridad, de poder organizar un espectáculo deportivo en pleno verano y que había generado mucha ilusión en los hinchas de Colo Colo, Universidad de Chile, que vivían en la región; la posibilidad que esto generaba para el sector turístico en Ovalle. Todo eso se desaprovechó por una incapacidad de hacer frente a la violencia, además tampoco ayudó la situación del paro del Sifup y la incapacidad de poder resolverlo, así que lamentable por el fútbol y por la región de Coquimbo”.

En la Región Metropolitana, la temporada pasada fue particularmente compleja en cuanto a las suspensiones de encuentros, especialmente en el periodo de la exdelegada Constanza Martínez, hoy presidenta del Frente Amplio, quien no quiso participar en este reportaje.

El cuestionado rol de Estadio Seguro

“Principalmente uno de los problemas que tenemos en Chile es que los estadios en muy pocas ocasiones son de los mismos clubes. Entonces, el equipo local, tiene que invertir y tiene que presentar un plan de trabajo a la delegación presidencial, a las policías, para poder tener en el fondo la aprobación. Y los costos son altísimos. Entonces, tampoco hay una matriz clara que deban cumplir los clubes cada vez que hay un partido de alta convocatoria o de alto riesgo”, establece David Rozowski, director ejecutivo de la fundación Ciudadano Seguro.

Estadio La Portada
Una vista panorámica del estadio La Portada de La Serena, que iba a ser la sede de la final de la Supercopa. Foto: Photosport.

En cuanto a la suspensión puntual de la Supercopa, el experto en seguridad cuestiona la decisión. “Se sabía hace mucho tiempo que se jugaba este partido y encuentro que hay un descriterio suspenderlo tres o cuatro días antes. Hay que entender bien qué sucedió en esa mesa de trabajo”, complementa.

Siguiendo esa línea, también lamenta el escaso poder que hoy tiene Estadio Seguro. “Se le ha bajado mucho el perfil y no ha tenido ni las herramientas ni el protagonismo necesario para educar a los delegados presidenciales ni tampoco una batería tecnológica y de infraestructura de acuerdo con los clubes para los distintos estadios y las distintas matrices que uno tiene que tener para organizar eventos como este”, concluye.

Para el sociólogo experto en deporte Andrés Parra, la situación ha sufrido distintos vuelcos y cambios burocráticos. “La nueva suspensión de este partido es la derrota patente del Estado frente a la seguridad, principal preocupación de la ciudadanía de las encuestas”, postula. Y agrega: “La verdad que el Estado nunca se ha tomado en serio este fenómeno social llamado fútbol desde el punto de vista de la seguridad, como ha demostrado Estadio Seguro, un programa que flota entre reparticiones sin peso político, presupuestario o decisional, del que nadie quiere hacerse cargo a nivel de responsabilidades de mayor nivel”, apunta.

Un sistema fallido

El profesional cree que el sistema falló desde su origen. “Comenzó con un diagnostico errado, mirando al fútbol y su público como si se tratara de espectadores en modo cine o teatro; consideraron además, solo el estadio, y no miraron el recorrido, el entorno, las externalidades que genera ese estadio kilómetros a la redonda”, añade.

En cuanto a las soluciones, plantea que “el asunto se resolverá cuando se ponga la pelota contra el piso y se supere, primero, la discrecionalidad del delegado presidencial regional del gobierno de turno y se avance hacia un Estadio Seguro con más fuerza que un programa, como parte del Ministerio del Interior que pueda definir y hacerse responsable de la fuerza pública, cortes de calles y ordenamientos logísticos y estudiar las barras desde sus orígenes, sus motivaciones, dinámicas y recorridos por la ciudad, como lo hace cualquier país del mundo con este conflicto habitual y como resuelven en toda Latinoamérica cada clásico”.

Mientras los diversos actores se tratan de poner de acuerdo, el fútbol chileno suma nuevos capítulos que siguen manchando su reputación.

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