¿Por qué no?



Seguimos vivos y eso es un bálsamo y un alimento glorioso. Vivos y ahora acá. Acá donde todo es distinto, claro. El calor, la humedad, los tacos fenomenales. Los niveles de corrupción que ya superan hace rato el cálculo inicial (ahora cayó el presidente del Comité Olímpico, Carlos Arthur Nuzman, devenido en mal bicho-corrupto-comprador de votos tras haber sido casi un héroe durante los pasados Juegos Olímpicos).

Acá donde, desde luego, es muy distinta la preocupación por el partido del martes. Importa poco. Nosotros nos jugamos la vida, nosotros ya no dormimos. Ansiosos, intranquilos, anhelantes. Desangelados, con la cabeza dando vuelta a mil por hora. Eligiendo los recuerdos. Seleccionando todo lo que sirva para alimentar la esperanza y la convicción. Las victorias históricas de Colo Colo ante Botafogo y Sao Paulo. Las de la U y la Católica ante Flamengo. Los dos buenos empates de la selección de Sampaoli en Bello Horizonte que, mal que mal, son los últimos partidos de la Roja acá en Brasil contra los locales. El amistoso del 2 a 2 con golazo de Vargas. El empate a uno del mundial con el palo final de Pinilla. A propósito, eso queremos: el mundo girando en redondo, la vida como un libreto de cine con la revancha sonada y final de Jara, de Medel, del propio Pinilla, de Alexis, del Huaso Isla, del gran capitán Claudio Bravo. Una jornada gloriosa de Valdivia, con el salvador y la figura de la noche del jueves ante Ecuador brillando como nunca en la ciudad donde fue más grande y feliz, donde la gente de Palmeiras aún lo tiene en un altar. Queremos eso no más, ni un poco menos: volver a buscar lo que dejamos congelado la otra vez. Digo y confirmo: estamos optimistas, muy optimistas. El empate alcanza. Ganar es hazaña y clasificación inmediata. Chile depende otra vez de sí mismo, lo que ya es bastante. Más de lo que soñamos durante las vacas flacas de hace un ratito no más.

Pero también estamos preocupados, cómo no. No estamos aquí para ser jefes de barra ni vender pomadas. Chile ganó después de seis eternos partidos, volvió a marcar después de cuatro. Retomó los abrazos tras una travesía por el desierto que tuvo de todo. Y sigue estando complicado. Porque aún no juega bien, porque se enreda, porque todavía hay nubes. Porque hace sufrir. Porque se desordena y a ratos pareciera que no tiene claro el libreto. Porque los cambios llegan tarde. Porque estas clasificatorias (salvo en el comienzo con Sampaoli cuando derrotó a Brasil en Santiago y luego a Perú en Lima) han sido un martirio. Seamos francos: lo han sido. Por las razones que sean. Ya habrá tiempo para analizarlo con más calma, para definir qué diablos pasó con este grupo brillante, para discernir cómo ha sido posible que de 39 puntos en disputa Pizzi haya sacado apenas 17. ¿Cómo no vamos a estar preocupados? Claro que lo estamos. Al frente estará el mejor equipo del mundo en estos momentos. El súper líder. El capo del ranking Fifa. El clasificado hace rato que, para más remate, viene "dulcecito". Y en su casa, donde nosotros no hemos ganado nunca-renunca-jamás. Para más remate sin el mediocampo titular que nos hizo tan grandes. Sin la sala de máquinas, sin el buen pie. Porque no va a estar ni Díaz ni Aránguiz ni Vidal. Vaya desgracia.

Estamos nerviosos. Y por eso recurrimos a todos los cálculos posibles. Cada cual tiene su teoría. Vuelan los números, las opciones, los porcentajes. A veces nos reímos y confiamos. Y luego volvemos a sufrir y a temer lo peor. Somos chilenos, pues. Así va a ser hasta el martes, en la eterna espera. Sufriendo, como nos gusta. Como se nos había olvidado, eso sí. Es demasiado bueno el tesoro: tercer mundial consecutivo, volver a Rusia, preocuparnos del sorteo, quedar instalados en la elite. Y demasiado dura la sola mención del fracaso. Pero las dos cosas están ahí, a la vuelta de la esquina. Esperando ser escritas en esta tierra gustosa.

¿Ellos? Tranquilitos. Para ellos es bicoca, ganga, bocado dulce, nimiedad y baratija. A ellos no les va ni les viene porque tienen los pasajes hace rato. Ellos duermen felices y campantes. Ajenos al sufrimiento nuestro, de Argentina, de Perú, de Colombia, hasta de Paraguay que se metió a última hora. Para ellos se trata apenas de divertirse, de pasarlo bien sin mirar a quién, sin importar los muertos de su felicidad. Capaz que ese termine siendo, justamente, el ambiente propicio para que Chile una vez más renazca y escriba un capítulo tremendo, inolvidable, que quede marcado para siempre en nuestras cabezas. ¿Por qué no? Qué lindo final sería.

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