Todo hacía presagiar que Burak Karan sería una estrella del fútbol alemán. El defensor, quien integró las selecciones menores de Alemania, en las que compartió camarín con jugadores como Sami Khedira (Juventus de Italia), Kevin-Prince Boateng (Eintracht Fráncfort) y Dennis Aogo (Stuttgart), en otros, tomaría un rol importante en las futuras nóminas del actual campeón del mundo.
Su carrera iba en ascenso. Jugó en el Hertha Berlín y en el Hamburgo. En este último club, sin embargo, despertó su otra pasión. O quizás la hizo pública. En sus tiempos libres no jugaba playstation con el resto de sus compañeros, ni menos analizaba a los rivales. Él sólo disfrutaba viendo videos de guerra.
Su hermano Mustafá Karan, en el artículo publicado por Infobae, entrega detalles de la transformación que comenzó a vivir Burak: "Me dijo que el dinero y su carrera no eran importantes para él. Se transformó y empezó a mirar videos en Internet sobre zonas en guerra. Le parecía muy injusta la manera en la que moría la gente, así que un día dejó todo y se marchó", sostuvo Mustafá.
Karan, en ese momento, tomó medidas drásticas. Gran parte de su sueldo lo destinaba para enviar medicamentos y alimentos a la zona de guerra en la frontera entre Siria y Turquía. Al poco tiempo incrementó su compromiso con los ideales yihadistas.
En 2008 fue su año de definición. Dejó el fútbol, a los 20 años, pese a que todos lo apuntaban como una de las próximas estrellas del fútbol alemán. Al poco tiempo, junto a su señora, y sus dos hijos, viajó rumbo a los países árabes para buscar formación militar. En Siria, Barak comenzó a leer el Corán, haciéndose partícipe del islamismo más radical. Formó parte de varios ejércitos rebeldes.
Karan, que antes de marcharse de Alemania llegó a ser investigado por la seguridad teutona por supuestos vínculos con Al Qaeda, murió el 11 de octubre de 2013 en pleno combate contra el régimen de Al-Assad, durante un comando aéreo en la ciudad de Azaz, en la frontera con Turquía.