Caía la tarde y el sol no daba tregua en Valparaíso. El movimiento en el puerto no paraba, el comercio ardía mientras un trole bus se quedaba detenido por una falla eléctrica en pleno centro porteño. No es nada nuevo ver a los fanáticos caminar con la camiseta de Santiago Wanderers, una de las hinchadas más fieles del país.
Los postes pintados verdes, banderas colgando por las ventanas y banderines en cada esquina. Una ciudad en la que el verde se ve, se siente y se respira. Y no precisamente por la tercera fase de la Copa Libertadores que está a la vuelta de la esquina, sino porque simplemente es así, es parte intrínseca de su identidad. "El puerto es así todo el año", dice desde su quiosco José Urrutia, ubicado en avenida Errázuriz.
Un ruidoso y animado centro porteño, como es costumbre. Un panorama totalmente opuesto a lo que se vivía en el extremo suroeste de la ciudad, en Playa Ancha. A los alrededores del Estadio Elías Figueroa se escuchaba el sonido de las gaviotas y nada más, parecía que el resto de Valparaíso se había ido de vacaciones.
A las 16 horas los utileros comenzaron a preparar el camarín Caturro, para recibir a los convocados por el técnico Nicolás Córdova. La cancha lucía reluciente, el pasto más verde que nunca y el rebelde banderín ya había sido reemplazado, luego de caer tres veces en el último partido por la Libertadores que se jugó en Valparaíso. El que empataron 1-1 los locales y Melgar.
El primero en llegar fue el portero Gabriel Castellón. Poco a poco se fueron sumando sus compañeros, para así dar inicio a su último entrenamiento antes del compromiso con Independiente Santa Fe. Algunos hinchas se juntaron a las afueras del estadio, a la espera de los jugadores, quienes se mostraron cercanos con los fanáticos y se dieron el tiempo de saludar y firmar las camisetas de cada uno.
Ricardo Taucano, conocido como Richard por la comunidad caturra, lleva 34 años ligado al club. Ingresó a las inferiores cuando tenía 9 años y entrenó hasta los 19. Luego fue utilero y hoy estaciona los autos de los directivos y de los jugadores. Dice conocerlos a todos y que con más de uno tiene una relación de amistad. No sabe por qué les cuesta ganar tanto en casa, pero tiene toda la esperanza para el encuentro con los colombianos. "Algo nos pasa, porque afuera nos va bien. Pareciera que nos tiraron un embrujo", afirma serio, mientras lava el auto del mediocampista Luis García. "2-0 deberíamos cerrar la cuenta, mínimo. Pero nunca se sabe", comenta.
Los protagonistas entraron al recinto silenciosos y cabizbajos. Concentrados y esbozando una leve sonrisa a los que ya se encontraban en el estadio. Una vez en el camarín, el ruido se comenzó a sentir. La cumbia villera sonaba a todo volumen dentro del vestidor caturro, intentando subir el ánimo.
Minutos después salió el delantero argentino Enzo Gutiérrez y el juvenil Gabriel Rojas. "Somos un equipo fuerte y la ambición está. Santa Fe es un equipo de jerarquía, así que tenemos que dejarlo todo. Dios quiera que podamos ganar", dice Gutiérrez, con toda la fe. Mientras que Rojas, un tanto nervioso, afirmó estar ilusionado y seguro de su equipo. "No siento presión, para mí esto es un sueño", cerró.
La polémica por la nominación del árbitro venezolano José Argote, de padres colombianos, no fue tema en el equipo. Córdova recién define hoy su oncena estelar. Todo indica que será muy parecido al del triunfo sobre Melgar, en Arequipa. El DT lo sabe, un mal resultado ante los colombianos puede ser lapidario. Como sea, fe es lo que sobra en Wanderers y en todo el puerto.