Llamativa. Inquietante. Brutal. Por estos días se han vuelto a escuchar reclamos contra los arbitrajes en el fútbol chileno. Es cierto que el nivel del referato nacional atraviesa un mal momento, pero también es verdad que dirigir en Chile y en Sudamérica es muy difícil. Las simulaciones, exageraciones y reclamos están incorporadas en los equipos tanto como la estrategia y el sistema táctico. La camilla, que es una instancia de emergencia, es más protagonista que varios jugadores y en ocasiones hay más ingresos de ella que situaciones de gol.

Por todo esto, no puede llamar tanto la atención lo que dijo Sebastian Méndez, el técnico de Palestino. Después de dos partidos entregó una pintoresca y lapidaria visión de lo que era nuestro fútbol y todo lo que ocurría en las canchas, diciendo que lo que veía, en realidad era una "gran mariconada". Obviamente la frase no tenía por intención denostar una tendencia sexual, menos en estos tiempos. Lo que Méndez quiso señalar es que en nuestros campos de juego se observa una enorme falta de virilidad.

Siempre es tentador querer invalidar al mensajero y no escuchar el mensaje. Por eso, es más fácil decir que el técnico argentino no tiene la autoridad para hablar porque recién viene llegando. Pero ojo, no está tan equivocado en su dramática apreciación. Lo más llamativo es que además de perjudicar el juego y el espectáculo con todas estas "vivezas", los jugadores pretendan reclamar por el mal cometido de los jueces. Absurdo, contradictorio. Los mismos que se empeñan durante noventa minutos en engañar al árbitro son los que exigen que no se equivoque. Risible, absurdo. Por eso, sería muy conveniente y apropiado que antes de pretender que mejore el nivel del referato, los jugadores dejen de exagerar cada falta llevándose las manos al rostro como si estuvieran al borde de la muerte, que intenten no simular más faltas o reclamar por cualquier cosa exigiendo tarjetas a sus rivales. Sólo así podría empezar a construirse un camino. No es casualidad que los mejores arbitrajes a nivel mundial se observen en Inglaterra o Alemania, donde estas conductas son castigadas hasta por el público.