Hace exactamente un mes, Colo Colo era pura ilusión. Los albos habían concretado un arranque perfecto en la Copa Libertadores, con una actuación histórica ante Fortaleza, en Brasil, y otra victoria igualmente meritoria frente a Alianza Lima, en el Monumental. Dos presentaciones sólidas y, sobre todo, productivas. El equipo de Gustavo Quinteros gustaba, pero, sobre todo, sumaba. Ya tenía seis puntos sobre la misma cantidad de cifras posibles. El paso a los octavos de final en el torneo continental parecía una meta plenamente abordable. Incluso más, los más optimistas elevaban la vara, dando por hecho que el Cacique pasaría la fase de grupos y podía soñar con una presentación histórica en el torneo continental. “Con estos dos duelos, frente a buenos rivales, jugando como jugó, obviamente da para que el hincha se ilusione con cosas mayores. Esto recién empieza, pero, sí, son señales. Hasta donde va llegar, el tiempo lo dirá”, decía, a modo de ejemplo, Marcelo Ramírez, quien integró el plantel que levantó el trofeo continental en 1991 y que luego se transformó en ídolo de los fanáticos del equipo popular.
Recurriendo a la reflexión del Rambo, el tiempo fue demasiado cruel para Colo Colo. Sobre todo en estos treinta días, donde no dejaron de pasar sucesos que terminan explicando la eliminación en el torneo continental, que se concretó este miércoles, con la caída frente a la misma escuadra brasileña a la que habían vencido en casa, un rival que, en el papel, parecía plenamente abordable. Los albos quedaban terceros en el grupo F y debían conformarse con el ingreso a la Copa Sudamericana. Muy por debajo de las expectativas que el nivel inicial permitía augurar. El sueño de replicar el título que obtuvieron en 1991 debía archivarse por un año más. Partía la búsqueda de explicaciones.
El quiebre directivo
Hasta la victoria sobre Alianza Lima, en Macul, todo parecía estar en orden en los albos. El equipo funcionaba e institucionalmente se observaba una armonía que pocas veces se había visto en Blanco y Negro. La gestión de Edmundo Valladares al mando de la concesionaria lograba mantener el equilibrio, al menos en la apariencia. Los hinchas, en tanto, volvían a confiar en la administración del club, al punto de que el entonces timonel recibía permanentes muestras de cariño tanto en el estadio del Cacique como en las redes sociales, un escenario inédito, o cuando menos poco usual, en la historia de la concesionaria. Ese ambiente se traspasaba directamente al plantel y al cuerpo técnico.
Sin embargo, por esos mismos días, comenzaba a articularse el plan que terminó con Valladares fuera del cargo. Los bloques encabezados por Aníbal Mosa, quien alcanzó a meditar el retorno a la testera de la firma que administra a los albos, y Leonidas Vial, el principal detractor de la administración del portomontino, ahora se aliaban para proclamar a Alfredo Stöhwing como la nueva autoridad principal de la institución. Los hinchas percibieron la modificación como un retroceso respecto de lo que, según sentían y decían, habían ganado durante la administración de Valladares: la percepción de que habían avanzado significativamente en el anhelo de volver a controlar el club de sus amores. Principalmente a través de las redes sociales, manifestaron su malestar por la determinación.
Los incidentes ante River Plate y el castigo al Monumental
Un día después de la asunción de Stöwhing, Colo Colo se midió con River Plate en el Monumental. El de Macul, vale aclarar. Ese partido terminó siendo decisivo en varios sentidos. El primero, futbolístico. La escuadra de Quinteros, aunque realizó una buena presentación y por momentos equilibró el nivel del equipo de Marcelo Gallardo, considerado uno de los mejores de Sudamérica, dejó escapar tres puntos que, en el recuento final, pueden ser considerados como determinantes.
Sin embargo, lo más grave no pasó dentro del campo de juego. Antes del partido, en las inmediaciones del reducto albo, se produjeron graves incidentes, ocasionados por fanáticos que intentaron ingresar al coliseo sin portar las respectivas entradas. Hubo enfrentamientos con la policía y un serio riesgo para el resto de los espectadores. Para colmo, en el interior, se produjeron más problemas. El mismo Gallardo denunció haber recibido proyectiles y fue notoria la forma en que el plantel argentino tuvo que abandonar la victoria después de conseguir los tres puntos: resguardado con quitasoles para impedir que alguno de los objetos, lanzados principalmente desde la Garra Blanca, dieran en el blanco. Hubo más: en el sector sur, fanáticos albos lanzaron objetos contundentes a la parcialidad argentina.
La Conmebol tomó nota y el dictamen de su Unidad Disciplinaria fue lapidario: multa de US$ 99.500 dólares y la imposibilidad de recibir asistentes en el choque ante Fortaleza, que siempre se supo que sería decisivo. Ahí, los albos comenzaban, probablemente sin sospecharlo, a poner en riesgo su continuidad en la Copa.
Todo lo que vino después fue malo: desde la imposibilidad de ganar un partido absolutamente favorable ante Alianza, en Lima, que habría dejado servida la clasificación, hasta el empate ante O’Higgins, con un hombre menos por la temprana expulsión de Gabriel Costa.
El coqueteo de Quinteros y la Roja
La campaña de Colo Colo y, sobre todo, el atractivo estilo de juego que mostraban los albos, concentraban miradas. La Roja se había quedado sin entrenador después de la salida de Martín Lasarte y uno de los nombres que surgió como opción para tomar el puesto fue el de Quinteros. Se llegó incluso a plantear la posibilidad de una dualidad de funciones entre las bancas de los albos y de la Selección.
Los acercamientos fueron concretos y el interés de Quinteros por asumir la función, real. “Gustavo quiere dirigir a la selección chilena; la ANFP y Colo Colo tienen que buscar un acuerdo”, declaró Luciano Duthu, representante del entrenador a El Deportivo hace una semana. El aviso era más concreto. “Que no se equivoquen los dirigentes. Gustavo Quinteros es el mejor técnico, el entrenador ideal para asumir la selección chilena. Él quiere el desafío. Invito a la Federación y a Colo Colo a buscar un consenso para que Gustavo pueda asumir la selección de Chile. Se lo merece”, exponía.
“La cláusula es muy abordable, pero acá lo más importante es otra situación: ¿Qué es lo que quieren los dirigentes para el futuro del fútbol chileno y de la representatividad del fútbol chileno en el exterior? Por ahí va la cosa. Aquí en Argentina sucedió en una ocasión que la AFA solicitó al Coco Basile, que estaba ganando cinco títulos seguidos en Boca. Entonces, a pesar de los pesares para Boca, todo desembocó con Basile en la selección argentina. Hay que tener muy en cuenta qué es lo que se quiere, qué es lo que se busca, y luego ir ahondando los caminos en una senda hasta donde se quiera llegar”, añadía Duthu, en relación a los US$ 400 mil que Quinteros tendría que abonar en Macul para conseguir su libertad. La cifra es plenamente abordable para este tipo de negociaciones.
Un nivel extraviado
La suma de factores redundó, inevitablemente, en lo futbolístico. En los últimos 30 días, Colo Colo extravió el nivel. Primero, como en Lima, pagó cara la falta de contundencia, pero luego, derechamente, dejó de jugar bien, como había iniciado la temporada: comenzaron a hacerse evidentes sus deficiencias en la generación, la carencia de un plan alternativo de juego y, para colmo, fue perdiendo solidez defensiva. En el partido ante Fortaleza, por ejemplo, quedó permanentemente expuesto a los contraataques del equipo brasileño, que intentó aprovecharse de la lentitud de los centrales Maximiliano Falcón y Emiliano Amor. El argentino pagó caro las disminuidas condiciones físicas en las que llegó al duelo. La tendinopatía de peroneos que sufre le pegó fuerte a la planificación de Gustavo Quinteros, pero a pesar de eso, lo siguió utilizando en los partidos de copa, para los que incluso se tuvo que infiltrar. Frente a River, eso se notó y en el duelo ante Fortaleza no se le vio muy cómodo, más allá de haber terminado el partido. “No está lesionado Amor, si no, no hubiese jugado. Juega con una molestia, pero si estuviera lesionado no podría jugar”, justificó el entrenador.
La defensa no fue la única que se resintió en este período. Igualmente notorio fue el descenso en el nivel del peruano Gabriel Costa, el llamado a aportar una dosis de creatividad en una fórmula que prescinde de un “10″ especialista. El incaico fue expulsado ante O’Higgins y frente a Fortaleza fue un escasísimo aporte.
La impericia ofensiva fue, también notoria. En toda la Copa, Colo Colo ejecutó 37 remates al arco (13 de ellos ante Fortaleza) y apenas anotó 9 goles. Muy poco para un equipo que pretendía ser protagonista.