El sábado, Colo Colo volvió a sufrir. Cobresal le endosó una nueva derrota, la tercera en los ocho partidos que ha disputado en el Campeonato Nacional, un escenario impropio para una de las plantillas más poderosas del fútbol chileno, que además defiende la condición de monarca que obtuvo en la última temporada. Desde el 1 de diciembre, la fecha en que se coronó, ha habido varios movimientos. Los más significativos han estado en la defensa. Los laterales Óscar Opazo y Gabriel Suazo optaron por seguir sus carreras en el extranjero. El primero, en Racing, de Argentina. El segundo, en el Toulouse, de Francia. Para colmo, los problemas físicos de Emiliano Amor recrudecieron, al punto de obligarlo a una cirugía en el tobillo izquierdo que lo mantendrá inactivo durante todo el semestre. La baja del transandino, quien había conseguido conformar un sólido bloque junto a Maximiliano Falcón, es la que más se siente. Cada vez que le llegan, Colo Colo sufre. Las miradas de los fanáticos se centran en un jugador en particular.
A sabiendas de la ausencia de Amor y también por la necesidad de ampliar el plantel en una función que había visto partir a Matías Zaldivia, Gustavo Quinteros revitalizó entonces el interés por un viejo objetivo: Ramiro González. El zaguero ya había estado en sus planes a mediados de 2022, también por complicaciones físicas del ex jugador de Vélez Sarsfield. Incluso se sometió a los exámenes médicos que suelen anteceder a la firma del respectivo contrato. No los superó, por lo que Blanco y Negro descartó su fichaje. Horas antes, Alfredo Stöhwing, presidente de la concesionaria, había adelantado que existía un acuerdo para la firma. “Se ha aprobado en forma unánime la contratación de Ramiro González, zaguero central, con quien ya tenemos un acuerdo (...) Solo estamos a la espera de que se haga los exámenes médicos y esperamos que se pueda unir a los entrenamientos lo antes posible”, había declarado el mandamás albo.
Quinteros, ciertamente, había aprobado la contratación. Incluso a pesar de los resultados de los exámenes, avalaba su llegada. “Ramiro González viene jugando normalmente, viene entrenando normalmente en clubes, pero bueno, hay cosas en que a lo mejor la parte médica, las imágenes, no coinciden con lo clínico”, planteaba. “Entonces hay decisiones que toman los clubes, que toman los médicos, pero nosotros apuntamos a un jugador que está activo y que puede jugar sin problemas”, insistía. “Para mí, es un jugador que podría venir y ser importante para el plantel. Jugó Copa Libertadores, lo hizo muy bien; estuvo en México hace poco y también lo hizo muy bien”, reforzaba.
El anhelo se cumple
González completó el año en Platense donde, efectivamente, pudo jugar. Disputó 1.264 minutos en 16 encuentros en el Calamar, lo que validó la tesis de Quinteros en el sentido de que el jugador no tenía impedimentos para actuar con normalidad. Por esa razón, primero frente a la necesidad de engrosar un plantel que nuevamente debía afrontar tres frentes y, luego, otra vez frente a los inconvenientes físicos de Amor, el estratega tuvo que exigirse poco para encontrar una alternativa: otra vez eligió a González.
De hecho, las estadísticas reflejan la convicción del entrenador. González ha sido titular en los ocho encuentros que han disputado los albos en el Campeonato Nacional, en los que fue sustituido solo en una oportunidad. También gozó de tal condición en la primera decepción que sufrió el Cacique en la temporada: la definición de la Supercopa, ante Magallanes.
El problema es que el rendimiento del zaguero central no satisface el exigente paladar de los hinchas. En cada partido de los albos, las redes sociales se llenan de comentarios en su contra. Lo tildan de lento y poco técnico, dos deficiencias que se hacen mucho más notorias por los problemas de funcionamiento general que exhiben los albos, que el propio Quinteros ha reconocido públicamente. La ausencia de Maximiliano Falcón, por determinación de Quinteros, aumenta las críticas.
Los históricos albos tampoco lo aprueban. “Quinteros peleó tanto por él que pensé que era una mezcla entre Beckenbauer y Elías Figueroa. Uno piensa eso como hincha cuando el técnico lo pelea tanto. En el primer partido se ve la categoría de un jugador. Y ante Magallanes lo vi dubitativo, nervioso y hasta se cayó en una jugada. Así ha sido en todo el torneo. En mi generación, no había tiempo de adaptación. Es lamentable por él, porque anduvo bien en Argentina y en Unión. Se le ha dado mucho tiempo”, sentencia Gabriel Mendoza. El campeón de América en 1991 plantea, además, una exigencia que va de la mano. “Falcón tiene que entrar sí o sí, independientemente de que se le pelen los cables o se lo suelte la cadena. El puesto se lo ganó en la cancha, no vendiendo humo. A González ya se le dieron bastantes oportunidades”, sentencia.
Renovación a la vista
Los seguidores albos, y por cierto sus emblemas, podrían ver a González por más tiempo con su camiseta. Inicialmente, su contrato se prolonga hasta diciembre, una condición que el jugador aceptó por la incertidumbre que generaban sus antecedentes físicos.
Sin embargo, el vínculo también le ofrece un escenario favorable: considera cláusulas de extensión si el defensor es parte del 70 por ciento de las concentraciones y del 60 por ciento de los minutos de juego durante el año. Dos requisitos que, en función de la confianza de Quinteros, y de no mediar un inconveniente físico, se encamina a cumplir.