Giselle Delgado creció jugando tenis en Antofagasta. A los 14 años se mudó a Canadá y aburrida del deporte blanco, probó con el bádminton y también con el fútbol. No fue hasta la tardía edad de 19 años que descubrió el deporte en el cual hoy cosecha triunfos. Ahí agarró por primera vez una raqueta distinta. Más liviana que la del tenis, y más pesada que la del bádminton. Fue en la universidad, en el país del norte, donde se encantó con el squash. Partió sola, pegándole a la muralla y corrigiendo sus propios tiros. Mirando a los que más sabían, y buscando videos en internet. Hoy, es bicampeona panamericana.
En dobles, junto a Anita Pinto, lo consiguió este año en Buenos Aires y sumó el logro al conseguido el año pasado en Estados Unidos. Dos oros tienen valor por sí solos, pero más mérito se le añade, si se considera que rara vez entrenan juntas, dada la gran distancia que separa Santiago de Victoria, la ciudad canadiense donde vive. Con la camiseta roja, Delgado confiesa que ha experimentado las sensaciones más potentes en el deporte: "El mejor sentimiento que he tenido fue escuchar el himno chileno, mientras éramos premiadas en el Panamericanos". Además, sacaron plata en los recientes Juegos Bolivarianos. Se llevan bien y su juego saca lo mejor de la otra. Pinto es más constante y paciente, y lo que caracteriza a Delgado es su agilidad, tiros rápidos y agresividad.
La antofagastina se ubica en el puesto nº 134 de la Asociación Profesional de Squash y es la número uno nacional. Aspira a más. A seguir dándole medallas a Chile. Aunque esté siempre lejos de su tierra, en el frío de Canadá.