Ricardo Gareca se instala al borde de la cancha del Estadio Nacional. Está parado cerca de la mitad del campo de juego, ligeramente cargado hacia el sector sur del campo de juego. En Ñuñoa está frío, pero el técnico hace poco para entrar en calor. A diferencia del comportamiento que caracterizó a antecesores ilustres, como Marcelo Bielsa o Jorge Sampaoli, el Tigre no mira el partido en cuclillas ni transita de un lado para otro con la mirada perdida. Lo suyo, a priori, sugiere mayor normalidad. O, desde el punto de vista de los jugadores que dirige, transmite mayor tranquilidad.

El seleccionador nacional está lejos de las performances de sus antecesores. No ocupa heladeras como asiento, porque, en rigor, nunca durante los noventa minutos cambia la posición erguida. La máxima variación de su lenguaje corporal es pasar de llevar los brazos cruzados a las manos atrás. No hay gritos ni manos alzadas buscando apoyos populares. La sobriedad marca, al menos, buena parte de su comportamiento del duelo frente a Paraguay.

Seguridad y esfuerzo

Gareca procura transmitir seguridad. Es una de las cualidades que, remarca Pablo Milad, el presidente de la ANFP, a la hora de hablar de objetivos para el torneo continental. “Gareca es un hombre ganador. Le gusta salir a ganar. El objetivo es llegar a lo más alto”, plantea el timonel del fútbol chileno a la hora de referirse a una meta puntual en el certamen que se disputará en Estados Unidos, ciertamente, sin precisarla.

Lo otro que refleja el entrenador es la necesidad de realizar esfuerzos para conseguir objetivos. En ese sentido, por ejemplo, se encuadra un notorio cambio en la rutina previa a los partidos. Este martes, después del desayuno, en Juan Pinto Durán se realizó un entrenamiento que fue mucho más allá de la activación física que solían desarrollar anteriores cuerpos técnicos antes de los partidos. Esta vez, hubo un entrenamiento más formal, que incluyó, además de lo físico, trabajos con balón: hubo un refresco de memoria para los jugadores en relación a movimientos tácticos y estratégicos y, también, repaso de las pelotas detenidas. La influencia del sistema de trabajo pudo notarse claramente en el desempeño ante la escuadra de Daniel Garnero. La Roja realizó un trabajo contundente, que revitalizó el optimismo de los hinchas, quienes reconocieron con aplausos la influencia del entrenador, y generó reacciones en los países que tendrá como competidores en el certamen continental.

La imitación de Stefan Kramer a Ricardo Gareca.

En el complejo de Macul bromean. “Los días de Gareca empiezan más temprano”, sostienen, en relación a una rutina que ya habían comenzado a experimentar desde la llegada del DT. Cerca de las 8 horas, el entrenador está en pleno funcionamiento. Si antes de que los entrenamientos con los jugadores lo hacía para revisar videos con sus colaboradores, con el plantel a disposición aprovecha para ultimar detalles relativos a la sesión que dirigirá, a la que le da atisbos desconocidos de seriedad. Por ejemplo, antes del choque ante los guaraníes, entraron árbitros para dirigir las prácticas de fútbol. Los jugadores, sorprendidos, aprobaron la idea.

El repaso incluye, también, la revisión de videos y la respectiva charla técnica. Para ese efecto, el entrenador dispone de la flamante sala de conferencias que se instaló en el segundo piso del inmueble ubicado en el interior del complejo deportivo, que experimentó algunos movimientos para dotar a los jugadores y el cuerpo técnico de la mayor comodidad posible para un momento de definiciones que requiere máxima tranquilidad.

Fue en medio de esa rutina de trabajo que Gareca, a través de la dirigencia de la ANFP, se enteró de un particular tributo: la imitación que le realizó Stefan Kramer. El entrenador aprobó la interpretación del humorista y, principalmente, su capacidad para advertir sus principales gestos. También le llamó la atención el nivel de la caracterización. “Se rio”, confidenciaron cercanos al DT.

Desahogo

Durante el partido, el semblante no cambia demasiado. Sí se toma el tiempo para repartir instrucciones, para lo que aprovecha momentos específicos. Por ejemplo, después del primer gol de Víctor Dávila, llamó al borde del campo de juego a Erick Pulgar para sugerirle algunos movimientos puntuales y algún encargo para alguno de sus compañeros. Luego se agrupó con sus colaboradores, que nunca salieron del borde del banco, otra diferencia respecto de otras gestiones. Durante el partido, el rito relacionado con el staff se repitió en un par de ocasiones.

Gareca, en el partido entre Chile y Paraguay (Foto: Photosport)

Después del gol de Eduardo Vargas, que selló la cuenta, en los 53′, se puso ver la más notoria expresión de felicidad del técnico. El retorno de Turboman a la Roja ha sido un de sus principales aciertos, considerando que el goleador no atravesaba un buen momento en el Atlético Mineiro cuando el estratega decidió ratificarle su confianza, en la antesala de la gira europea, en la que ya le había respondido anotándole a Albania. Después de ese tanto, el Tigre levantó los puños, en señal de celebración. “Soy de celebrar los goles. Algunos, más efusivamente que otros. No tiene nada que ver con quien lo haya hecho”, planteó, descartando que el gesto haya sido la confirmación de un acierto personal al considerarle. “Eduardo está bien. Es lo que pudimos presenciar, que está en un estado formidable. Ahora, es lo mismo”, sentenció después del duelo.

La noche terminó con felicidad y satisfacción, aunque sin vítores masivos para el entrenador. Eso sí, los fanáticos reconocen que recuperaron la fe y empiezan a encantarse con su propuesta.

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