El 21 de abril de 2009, los hinchas que llegaron a Anfield para ver al Liverpool enfrentar al Arsenal recibieron mucho más de lo que alguna vez pensaron conseguir. Un 4-4, con dos goles en los descuentos, que ya se encuentra inscrito en la lista de los mejores partidos en la historia de la Premier League. Para algunos, incluso, la lidera.
Aquel Liverpool contaba con uno de sus mejores planteles: Pepe Reina, Jamie Carragher, Javier Mascherano, Xabi Alonso, Steven Gerrard, y arriba un pletórico Fernando Torres, quien se encontraba en su mejor momento.
El Arsenal, por su parte, tenía en sus filas a Lukasz Fabianski (actualmente bajo el mando de Manuel Pellegrini en el West Ham), Denilson, Sagna, Robin van Persie y Cesc Fábregas, que con solo 21 años ya era el amo y señor del mediocampo cañonero.
Para el choque, los dos equipos sufrieron bajas sensibles: Arsene Wenger no pudo contar con van Persie en ataque, mientras que Rafael Benítez resentía la ausencia de su capitán Gerrard.
Pese a tal sensible baja, los Reds comenzaron dominando el partido. Necesitaban la victoria para superar al Manchester United en la tabla de posiciones y colocarse punteros. Ya a los 2', Torres avisaba con una jugada persona que neutralizó Fabianski sin problemas.
El ariete español era un problema para la zaga londinense. Sus movimientos eran incontrolables. Cada pelota que caía a su sector la convertía, de una u otra manera, en una ocasión de peligro. A los 5', su porfía en el área provocó otro tiro al arco, que el portero polaco nuevamente detuvo.
A los diez minutos del partido, Fabianski ya era figura. La posesión de los locales era indiscutida. Recién a los 28' el Arsenal tuvo su primer remate, que se fue desviado. Un minuto después, Torres se encargaba de contestar con otro disparo al cuerpo.
Pero a los 39' llegó el primer gol, que sorpresivamente fue para el conjunto de Wenger. Fábregas le robó la pelota a Mascherano por la derecha, ingresó al área y cedió para Nasri, que centró para un Arshavin que no tuvo complicaciones para ganarle a la estática defensa local. El ruso, calentando desde ya el cotejo, se llevó el dedo a la boca, callando a todos.
Recién en el segundo vino el empate... y la locura. A los 49', Kuyt centró para Torres, que se elevó y colocó el cabezazo a la derecha del arquero. Un testazo que no era fácil, pero que el Niño resolvió con simpleza.
Siete minutos más tarde, el gol de Benayoun colocaba al cuadro de Merseyside en una merecida ventaja, aunque pronto vendría el descalabro. A los 67', un anticipo de Arshavin a Arbeloa dejó en inmejorable posición al ruso, que con un zapatazo inalcanzable para Reina puso las cosas en equilibro. Dos errores en la defensa, dos tiros al arco, dos goles para el Arsenal.
Como no podía ser de otra manera en una noche fatídica para los defensores locales, otro fallo permitió el hattrick del ruso, que con incredulidad y una risa socarrona señalaba el número tres a la hinchada visitante, que celebraba con descontrol.
El rescate llegó rapído, no obstante, gracias al poderío español. Quién más que Torres, en aquel momento uno de los mejores delanteros del mundo, pondría las cosas en su lugar. Recibió en la entrada del área, aguantó el balón, dio media vuelta y remató con tanta fuerza que Fabianski no pudo detenerlo. Anfield estallaba.
Parecía que el partido terminaba en un 3-3 que ya podía ser catalogado como épico, pero la categoría de leyenda llegaría en los descuentos. Cuando los rojos buscaban con todo el 4-3 —y por consiguiente, el liderato— un contragolpe liderato por Walcott tras un córner, y finiquitado por Arshavin, llenaba de descrédito a las 44 mil personas que llenaron las tribunas. Era el minuto 90'. Estaba todo perdido.
El fútbol, eso sí, tenía deparado otra cosa. Porque a los 90'+3' Benayoun convirtió el 4-4 definitivo cuando los corazones de miles de hinchas, tanto los del estadios como el de aquellos que lo veían por televisión, ya no podían más. Un pivoteo en el área chica le quedó al israelí, que sin nerviosismo la puso a la derecha.
Posteriormente, el Liverpool perdió la liga y el Arsenal terminó cuarto. Sin embargo, pese a la falta de gloria, ambos cuadros se inscribieron en la historia tras regalar uno de los partidos más emocionantes en la historia del fútbol inglés.