Bárbara Riveros dispara la alarma. No ve nadie detrás de sus éxitos en el triatlón chileno y le molesta la indiferencia general que percibe en las autoridades: "No hay un trabajo de recambio y no somos autocríticos con lo que está pasando". Su descargo lo hizo en La Tercera en la previa del Ironman 70.3 de Pucón, una carrera que posee la virtud de ser la que forma a todo el triatlón nacional.
Su visión es compartida. Según muchos, lo que tendrá Chile después de Bárbara es un misterio. Anita Lecumberri, jefa técnica del triatlón del CDUC, formadora de Chicka, concuerda con esa visión: "Bárbara lleva 22 años en el triatlón, es decir, se ha entregado toda su vida a esto. Fue cuarta en Río y va por su cuarto ciclo olímpico. Es difícil que con las chicas que hay ahora nazca una sucesora. Y no quiero decir que las niñas no sean buenas, porque hay muchas con mejores tiempos y condiciones que las que tenía Bárbara durante esa edad. El problema es que una vez salen del colegio aparecen muchos impedimentos que evitan que despeguen al nivel mundial".
"En damas hay un vacío, Valentina Carvallo es la que le sigue a Bárbara, pero por su edad no puede considerarse un proyecto. Además de ellas, no hay muchas más", dice el entrenador y ex triatleta Matías Brain.
Por buscar nombres, destacan los de las hermanas Macarena y Catalina Salazar -que brillaron con dos medallas en los pasados Bolivarianos-, Marcela Álvarez, Daniela Moya o la pequeña Sol Ottenhsimer. Todas son consideradas parte del recambio generacional, aunque es difícil declararlas sucesoras de Riveros. "Este deporte es de tanto sacrificio, que al final puedes ser muy bueno, pero si no te entregas absolutamente a él, no llegarás tan lejos. Por ejemplo, Bárbara no era muy buena para nadar, pero tiene una mentalidad enorme. Fundamental. Además, la competencia ha cambiado mucho y ahora ya no es lo mismo que como cuando Bárbara salió, está todo mucho más peleado", profundiza Lecumberri.
En varones la situación es otra. El máximo referente nacional es Felipe Van de Wyngard, que participó en Londres 2012. Tras él, hay una lista de proyectos, algunos ya concretos. Uno de ellos, el más cierto, es Felipe Barraza, quien el año pasado decidió internacionalizar su carrera para proyectarse al ciclo olímpico de Tokio. Martín Ulloa (que entrenó en Europa en 2017 y ganó dos bronces en los Bolivarianos), Diego Moya y Javier Martin, son las otras esperanzas. "Barraza es el que más ha dado luces de que puede llegar al nivel olímpico. Es el mejor proyectado", dice Brain.
Valentina Carvallo, que entrena con varios de ellos, también lo cree: "Los hombres vienen bien fuertes. Quizás los más chicos no van a estar preparados para Tokio, pero para el siguiente seguro que sí. No será fácil la clasificación, pero espero que cada día sea más fuerte la competencia".