Hace un año, la tragedia del K2 (8.611 metros de altitud) llegó a su fin. El 26 de julio de 2021 fue el día en que el macizo del Karakórum devolvió los cuerpos de Juan Pablo Mohr, John Snorri y Ali Sadpara, poniendo punto final a meses de dolor, dudas e incertidumbre. Una situación que justo se dio cuando su familia estaba en los pies de la montaña asesina, esperando esa ventana de buen clima que permitiera encontrar los restos del chileno. Esos días fueron un cierre, una despedida terrenal. Pero también el comienzo del legado de JP.
Con las labores de búsqueda ya finalizadas, sus cercanos pudieron encontrar tranquilidad para cumplir los sueños que el montañista no pudo concretar en vida, los que doce meses después toman forma a paso agigantado. El legado de Mohr hoy se ve en distintos lugares y continentes, replicando su visión en vida, una que siempre estuvo dividida entre Chile y las montañas más grandes del planeta.
Es por eso que su apellido hoy se sigue escuchando en la región montañosa de Pakistán, el lugar donde encontró la muerte y la vida. En gran parte, aquello se logró por el trabajo de Luis Birkner y la organización Climbing For a Reason, quienes junto con la Fundación Deporte Libre levantaron uno de los últimos sueños que tuvo Juan Pablo.
“Uno de los proyectos sociales más importantes es el que realizamos en el Valle de Shigar, en donde trabajamos con una comunidad femenina que no tenía cultura de montaña. Abrimos unas rutas de escalada, instalamos un muro y les enseñamos a escalar. Como fundación fuimos a apoyar esta gestión”, comienza relatando Federico Scheuch, primo de Mohr y actual líder de la fundación que nació con el montañista chileno.
El proyecto se realiza en Daskoor, un pequeño asentamiento del Valle de Shigar, un sector de 170 kilómetros que se encuentra en el norte de Pakistán y que es la puerta de entrada a las altas montañas del Karakórum. Aquella iniciativa comenzó justo en los días en que el cuerpo de Mohr fue encontrado por el escalador ucraniano, Valentyn Sypavin, a 8.000 metros de altitud.
“Para nosotros este proyecto es como la casita de JP. Lo hicimos para no dejarlo solo allá. Cuando le hicimos el muro a la comunidad, siempre lo hicimos contando que él era el impulsor de esto, que gracias a él todo esto estaba pasando. Entonces, la gente le empezó a agarrar cariño. Los niños hablaban del JP, y gritaban ‘Jeipy, Jeipy, Jeipy’. De alguna manera, hacer este proyecto era cumplir una palabra que teníamos con él, porque había hablado mucho conmigo y con Mateo Barrenengoa de esto, y la idea era hacerlo cuando bajara del K2 “, agrega Luis Birkner, quien fue uno de sus mejores amigos.
La construcción de las rutas y el muro, fue un momento de extrema emoción. En Daskoor no solo estaba el equipo de Climbing For a Reason y Federico, sino que también amigos y familiares de Juan Pablo. “Llegamos justo a Pakistán el día que encontraron el cuerpo de JP. Fue una conexión súper especial porque lo veo como que él apareció para ser parte del proyecto, un mensaje interno que quizás no todos ven, pero que fue como si nos dijera: ‘Aquí estoy chicos, démosle’. El momento en que levantamos el muro que dice JP fue una liberación máxima; de decirle que logramos la promesa que le teníamos”, recuerda Luis, quien también agrega una frase decidora: “Que de un momento de tristeza salga un momento de nacimiento es algo fuerte, purificador. Nos hace entender que de alguna forma él estaba vivo ahí”.
A un año de esa ceremonia, que también incluyó la presencia de Tamara Lunger y la familia de Ali Sadpara, el proyecto sigue desarrollándose. “Las niñas se han mantenido escalando y ahora comenzaremos con unos talleres guiados por entrenadores de allá. No ha sido fácil por temas culturales y religiosos, pero de aquí a un mes esperamos poder empezar con las actividades”, lanza Birkner, quien, de paso, confirma que Climbing for a Reason se prepara para realizar un nuevo proyecto social de escalada, esta vez en Tanzania.
La huella en Chile
Pero los sueños de Juanpa (cómo le dicen sus cercanos) no solo eran escalar las 14 montañas más grandes del planeta. Su visión también apuntaba a Chile. Siempre luchó por hacer el montañismo más cercano a la comunidad, por recuperar espacios públicos y por mejorar la calidad de vida de las personas a través del deporte. Esas son los tres lineamientos que marcan el trabajo de la Fundación Deporte Libre, uno de los primeros proyectos sociales que comenzó, y el que hoy mantiene viva su llama en el país.
“Ha sido un año duro en general, no solo para la fundación por la muerte de Juan Pablo, sino que estamos en una crisis planetaria en todo sentido, estamos con un país que está super alterado, reformulado y ha sido un momento y una oportunidad de cambios estructurales importantes. Nos hemos enfocado mucho más en políticas públicas con la fundación, no solamente con el sector privado, que era lo que más hacíamos antes. Estamos súper enfocados en el proyecto Los 16 de Chile, que es el legado de Juan Pablo. A fin de año deberíamos tener construido el primer refugio en el Monte Tronador (3.491 metros), en la Región de Los Lagos”, comenta Federico Scheuch, el director ejecutivo de Deporte Libre.
Los 16 de Chile es una iniciativa que busca crear un refugio en la montaña más alta de cada región, logrando que estas sean más exploradas y cercanas al público. El proyecto, que es auspiciado casi en su totalidad por CMPC, comenzará en el macizo ubicado en el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales y promete ser el plan más ambicioso de la fundación, una que nació con el proyecto de los silos del Parque de Los Reyes y que hoy piensa en grande. “Juan Pablo nos ayudó muchísimo a hacernos más conocidos, pero todavía falta. Para nosotros es súper importante hacer socios, que todos puedan aportar su granito de arena para que la fundación crezca. Hay distintos planes en donde pueden aportar a nuestros diferentes programas: Plaza libre, Montaña libre, Patio libre y Los 16 de Chile”, agrega Scheuch.
Para Federico, la fundación es un bálsamo, una terapia. No poder compartir más con su primo fue un golpe duro, algo que vivió en primera persona y que lo hizo lanzarse de lleno en Deporte Libre. Convive con el luto, trabajando en pos de los sueños de Juan Pablo.
Federico termina su conversación con El Deportivo con una frase directa, que demuestra lo sumergido que está en su trabajo y en el legado de Mohr. “Hay veces que no lo echo de menos, porque lo tengo presente todos los días. Obviamente lo extraño, pero estoy siempre pensando en la fundación... El cuestionarme cosas de la expedición quedó completamente atrás. Cuando se encuentra el cuerpo ya no hay un cuestionamiento”, concluye.
La vida de JP en papel
Matías Rivas Aylwin siempre supo que la historia de Juan Pablo podía ser un libro. Sus logros, su mensaje, su forma de ser y la trágica situación que vivió en el K2 eran condimentos que merecían quedar plasmados en el papel. Por eso habló con la familia Mohr y les dio su visión.
De aquello, ya un largo tiempo, y lo que en su momento fue una idea loca dentro de su cabeza de escritor, hoy es una realidad. Junto a Bárbara Tupper, llevan casi seis meses de trabajo investigativo para dar con un libro que contará con entrevistas exclusivas a gente que compartió con él en el K2, con las comunicaciones satelitales que tuvo Juan Pablo Mohr con Federico mientras intentaba hacer cumbre y con la palabra de Sajid Sadpara, la última persona que lo vio con vida.
“Con este libro estamos buscando que la literatura de montaña pueda llegar a personas que no necesariamente son montañistas. Que se puedan reconocer valores universales y una historia que inspire. Juan Pablo siempre quiso que la montaña llegara a toda la gente. Entonces, sería ilógico que su libro no lo lograra”, cierra el autor.