Respeto por el espectáculo
Veo el PGA Tour de golf en USA junto a 1.000 millones de personas por televisión. Un total de 150.000 espectadores en los cuatro días. Recauda U$ 86 mil millones al año. Para pertenecer a ese exclusivo circuito, sus jugadores, todos universitarios, deben asistir a un seminario , con 21 expositores que les hablan de finanzas e inversiones, sobre cómo presentarse y hablar con la prensa, respetuosamente. Cuidar la combinación de sus atuendos es clave. Hay códigos de conducta, protocolos y contratos que cumplir. ¿Y el público que hace? Ellos cuidan la naturaleza, el silencio y la concentración de los jugadores. Se aplaude el mérito del mejor. Un espectáculo a todas luces. Brillante.
¿Qué sucede con nuestro fútbol? Bellos estadios. No obstante, los temores, drogas, alcohol y violencia alejan al real hincha. Oscurantismo absoluto. Las empresas hacen denodados esfuerzos por el respeto de sus marcas, pero los actores, en su mayoría, las desestiman. ¿Qué dirá MG y Under Armour por las ordinarias palabras del Mago? Otros muestran sus torsos desnudos, ocultando la marca en el júbilo del gol. Algunos se arremangan los pantalones ocultando la publicidad en los glúteos que les da de comer. Otros trepan como primates por rejas en busca de la adhesión popular. Son los transgresores del espectáculo y la estética, quieren ser distintos pero tienen el mismo plumaje, replicando como loros las idénticas muletillas y excusas.
Simulan lesiones inexistentes, golpean el pasto con sus manos como si les hubiera picado una serpiente. Patean letreros publicitarios, lanzan mesas y destruyen puertas de camarines.
No es tema de élite o clase social. No es tema de información, sino de temprana formación y educación. Venga de donde venga esa casta futbolera, no sólo se le debe instruir, sino educar. Aprendamos la esencia del golf.
Y si la masa aduladora, vocinglera, no respeta 90 minutos del "espectáculo", menos reverenciará un triste minuto de silencio.
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