Retos de Eduardo Vargas y horrores defensivos: el infierno de Barranquilla deja sin oxígeno a la Roja
Entre la inoperancia ofensiva y los yerros en la zaga se tejió una dolorosa derrota de la Selección, que ve el Mundial cada vez más lejos.
Eduardo Vargas es un fijo en la Selección por varias razones. La fundamental es que Ricardo Gareca confía ciegamente en sus condiciones. El seleccionador aún conserva en su mente los recuerdos de las veces que, estando en Perú, sufrió a cuenta de los aciertos del renquino.
En su permanencia como principal agente ofensivo de la Roja hay más razones. Una de ellas, por ejemplo, es que aún no surge un elemento capaz de relevarlo del puesto. Otra, su condición de referente histórico. De hecho, es uno de los sobrevivientes del mejor momento de la Roja.
El calvario de Eduardo Vargas
La actualidad del delantero, como la de la Roja, es distinta. En las Eliminatorias ha marcado apenas dos goles. En el ciclo de Gareca solo suma el que le anotó a Bolivia, con Carlos Lampe en el suelo después de sufrir una grave lesión en la misma jugada. Su rendimiento no es mejor que en el Atlético Mineiro, donde ya empiezan a dar por cerrado su ciclo. Este año apenas ha convertido seis goles en 30 partidos, considerando todos los compromisos que ha disputado el equipo gaúcho.
En la antesala, la renuncia de Carlos Palacios también lo tocó. “¡Siempre es un orgullo querer vestir la camiseta de tu país! Independiente a los resultados nunca me bajaré de este barco”, publicó en sus redes sociales, en un mensaje que se interpretó claramente como una alusión a la conducta del delantero de Colo Colo. Incluso, Patricio Yáñez, exseleccionado y actual comentarista, lo involucró directamente en un enfrentamiento con La Joya, que habría sido el detonante para que finalmente, el ariete albo saliera de la Selección.
Durante el partido, en cambio, sus problemas fueron otros: aislado, en una Roja que generó escasas ocasiones ofensivas y sin apoyo de Diego Valdés, Darío Osorio y Víctor Dávila, quienes, teóricamente, tenían que brindarle soporte, el exdelantero de Cobreloa y Universidad de Chile fue sumiéndose en la frustración. De hecho, sus muestras de fastidio fueron notorias. Un delantero necesita el balón para sentirse feliz. A Vargas, no le llegaba.
Como jugador de peso, al menos desde los antecedentes, no dudó en hacerlo sentir. De hecho, Osorio y Dávila fueron los directos depositarios de la rabia del atacante. En varias oportunidades, se le vio reclamándoles por su escasa compañía.
Sin opciones ofensivas, Vargas se hizo notar igual. En los 25′, protagonizó su acción más destacada. No frente al arco rival, sino para evitar que cayera el propio. Recorrió larguísimos metros hasta que llegó al área propia justo cuando Jhon Córdoba se aprestaba para vencer a Brayan Cortés.
En los 60′, después de 15 minutos de inacción total, terminó el sufrimiento para Vargas. Al menos dentro de la cancha. Gareca lo sustituyó
Horrores defensivos
Igualmente, la puerta nacional caería nueve minutos después, cuando ningún defensor fue capaz de sacar el balón del área después de una jugada de pelota parada.
Ahí, el análisis toma otro cariz. La responsabilidad hay que situarla en el comportamiento defensivo. Colectivo y, sobre todo, individual. Notoria fue, por ejemplo, la pasividad de Guillermo Maripán frente a Davinson Sánchez, el autor del gol. Y en la segunda conversión colombiana, lo que hubo fue una comedia de errores, con Benjamín Kuscevic como principal protagonista. En el último, después de una pérdida de Gonzalo Tapia, John Durán, una de las insignias del recambio colombiano, venció a Cortés. Otra vez, ante la impávida mirada de los zagueros nacionales. Cuando anotó Luis Sinisterra ya ni siquiera había ánimo para lamentos. Chile estaba entregado.
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