Retos y lamentos: la oscura noche en la que Ricardo Gareca se transformó en el peor técnico en la historia de la Roja
La caída frente a Argentina prácticamente sepulta las opciones de la Roja de disputar el repechaje. Por primera vez, el Tigre se muestra abatido. La dirigencia, en tanto, le puso fecha de vencimiento a su proceso.

Ricardo Gareca camina hacia la sala de conferencias de prensa del Estadio Nacional como quien transita hacia el patíbulo. Luce demacrado, aunque se muestra dispuesto a responder consultas de las que asume el tenor: la caída frente a Argentina que profundiza la crisis de la Roja y la personal. Intenta dar respuestas futbolísticas e, incluso, le concede a un periodista parte razón en el análisis respecto de la posición en que utilizó a Felipe Loyola. No tenía ganas de pelear. Tampoco, como en otras ocasiones, de imponer el cartón de entrenador frente a planteamientos futbolísticos, como sucedió en otras instancias de un proceso que tiene fecha de vencimiento: un revés ante Bolivia, con la consiguiente eliminación de la Roja sentenciada por todos lados, terminará con el argumento contractual que lo sostiene. El DT, por cierto, estará en El Alto.
“El martes podemos tener determinaciones”, dijo Pablo Milad después de la caída frente a la Albiceleste, en relación al decisivo partido en El Alto. Nunca antes, el presidente del fútbol chileno había definido con tanta certeza un plazo respecto del futuro del estratega en la banca nacional. La mención tampoco es casual: sin opciones matemáticas de ir al Mundial, se activará la cláusula que permite la desvinculación anticipada del DT.
“Está destrozado”: la oscura noche de la Roja en la que Ricardo Gareca pasó a ser el peor técnico en la historia de la Selección
“Está destrozado”, revelaron en la intimidad de la Roja respecto de la forma en que Gareca asumió la caída frente al campeón del mundo. Aunque en cualquier condición perder frente a Argentina es para Chile una posibilidad concreta, el escenario actual agravaba el escenario. El entrenador quedó, además, con la mezcla de sensaciones que produce haber cometido errores garrafales en el planteamiento y en la elección de jugadores en la primera etapa, haberlos corregido en el segundo lapso, haber tenido una ocasión clara, como el remate en el palo de Lucas Cepeda y, finalmente, haberse ido, otra vez, mascando la sensación de la derrota. Al argentino se le vio molesto por el accionar de sus dirigidos. Incluso, en el camarín los increpó como nunca había ocurrido durante el proceso. Sintió que en la cancha no estaban siguiendo sus instrucciones.

Gareca, lo ha dicho, asume que tiene a un país encima. La derrota frente al equipo de Lionel Scaloni le agregó otro enorme peso: se transformó en el técnico de peor rendimiento de la Selección con los puntos de por medio, según AS. En 12 partidos oficiales, apenas consiguió un triunfo (ante Venezuela). Siete terminaron en derrotas. El rendimiento llega apenas al 19 por ciento. En su proceso, la Roja tampoco encuentra el gol (ha marcado solo seis) y muestra una gran permeabilidad: ha recibido 16.
Después de comparecer en la conferencia, la instancia formal en que debe hacerlo, volvió a detenerse en la zona mixta. Su rictus era el mismo. El discurso, también. Un reportero le preguntó directamente si pensaba renunciar. Sonó, incluso, agresivo. Gareca desvió rápidamente el tema y apuró el paso. No tenía ganas de volver a discutir una materia que ya ha desviado insistentemente y que, en la práctica, tiene un criterio específico de resolución: el acápite establecido en su contrato.
Decepción
En la entidad que rige al fútbol nacional es evidente. Primero, por las expectativas que había generado el arribo del Tigre, por su gran campaña en Perú, al que llevó al Mundial de Rusia 2018. Esa fue la razón por la que lo contrataron, a un alto precio: US$ 2,7 millones por año.
Los resultados y hasta las declaraciones del entrenador fueron mermando ese entusiasmo, al punto de convertirse en una suerte de boomerang: en Quilín (como entre los hinchas) empezaron a disgustar sus decisiones futbolísticas, el desconocimiento del entrenador respecto de los jugadores que podría considerar en su universo, su desconexión con el contexto local (ha dicho que no va a los estadios chilenos para no exponerse) y hasta la utilización de jugadores en posiciones ajenas a las que ocupan en sus clubes, con la consiguiente merma de rendimiento. El caso de Felipe Loyola, figura en el mediocampo de Independiente y lateral derecho en la Roja, también es utilizado como ejemplo. El trámite del partido les da la razón a los críticos: los mejores pasajes de Chile ante el campeón del mundo se produjeron cuando el exacerero pasó a su posición habitual y Fabián Hormazábal cubrió la franja derecha. La lista es más larga.
El Tigre, incluso, quedó expuesto en una entrevista con La Tercera. Reconoció errores de diagnóstico en su arribo a la Roja. “Una de las razones por las que ahora vivimos en Santiago es para conocer la idiosincrasia del chileno, ir acostumbrándonos rápido a lo que uno escucha, ve y siente… Al principio, tuvimos una manera de jugar que creímos que se iba a adaptar rápido en el jugador chileno, pero después fuimos comprendiendo que todos los jugadores son diferentes", señaló.
De Gareca ya tampoco gusta el método, alejado de la referencia obligada que tienen los dirigentes chilenos, proveniente de las épocas brillantes de Marcelo Bielsa y Jorge Sampaoli. Le reprochan que la falta de respuestas y opciones obedece, efectivamente, a la carencia de análisis. Y, en voz baja, surge el comentario de que el DT trabaja poco. La distancia con sus antecesores más emblemáticos es ostensible. Como la de su productividad. Lo refleja la tabla de posiciones de las Eliminatorias. Chile está último. Y duele.
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